Mañaneras

Ya lo perdimos

 En esas anda nuestro presidente. Ya lo perdimos.



Dentro de todo lo que dice nuestro presidente, no deja de llamarme la atención la enorme capacidad para hacerse de enemigos –políticamente hablando– cada semana. No importa si votaron por él, si lo acompañaron en una parte de su largo recorrido a la Presidencia. El presidente tiene adjetivos para todos. Sin discriminar, el presidente la emprende contra quien ha manifestado alguna diferencia con él o siquiera haya osado decirla públicamente, sin importar el contexto en que esto suceda. El presidente saca su látigo y lo azota con furia contra los fariseos hipócritas, contra los conservadores que le quieren hacer daño, contra aquellos que amenazan el destino prístino que la nación encontrará con su guía iluminada. A López Obrador le importa lo mismo si es Alex Lora o Javier Sicilia, el rockero rapaz o el poeta que abraza a las víctimas. Para él es igual, están en el mismo lugar: son conservadores, han estado con los neoliberales, los han tocado, no son parte del pueblo.

¿Tiene sentido desde el gobierno y sus cuentas afines que se dediquen a denigrar a Javier Sicilia? No veo cuál pueda tener, tratar de denigrarlo de la manera en que lo han hecho en estos días. Por supuesto que Sicilia no es un personaje cómodo para el poder, ni para AMLO ni para Peña ni para Calderón lo fue. Tiene autoridad moral, conoce el valor de las palabras y sabe liderar una causa. Su discurso público tiene tintes religiosos porque él es un católico sin pena y que concibe buena parte de su vida a partir de su fe. ¿Le desagrada esto al presidente? No lo sé, pero es evidente que no le gusta que nadie le dispute un terreno moral en ningún ámbito. Sicilia es un hombre culto, de profundidad y de vida espiritual; no parecen ser características que llamen la atención del presidente. Quizá por eso le da flojera.

Las mañaneras han mostrado que el presidente tiene problemas en sus argumentaciones, le da la vuelta a las cosas, no mide bien lo que dice ni los efectos que pueden causar sus palabras. Por lo mismo, la exposición constante ha mostrado sus vulnerabilidades: es un hombre que está enojado, que una conferencia de prensa puede ser el lugar en que se convierta en un energúmeno y condene a diestra y siniestra. Hace unos días dijo que sus críticos le deberían pedir una disculpa por lo del operativo en Culiacán. Resulta curioso: su gobierno arma un operativo que termina con más de una decena de muertes, una ciudad tomada por el crimen organizado, con amenazas sobre militares y sus familiares, la fuga de una cincuentena de reos, un escándalo internacional y el presidente exige que se le pidan disculpas por todo lo que pasó porque él salvó la situación. Algo no está bien con el presidente, y si esas declaraciones salen de alguna conversación con sus allegados, es claro que aquello es la casa de la risa.

Ahora tiene adversarios que pasaron por estas tierras hace 500 años. La emprendió contra Hernán Cortés porque hizo “el primer fraude electoral” apenas desembarcó en Veracruz. Culpó a los conquistadores de haber creado “los moches”, habló del “ejército invasor” y de que se llevaron el Tesoro de Moctezuma. En esas anda nuestro presidente. Ya lo perdimos.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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