En el mundo de las falacias

Hay mayorías que dizque en busca de la justicia, de reparación de daños o hasta por diversión definen sobre la vida y la muerte.


Descarte humano


La cultura de la muerte o del descarte humano ha dado un paso más. Con gran sorpresa del pueblo argentino, que se movilizó masivamente para manifestarse a favor de la vida, portando pañuelos azules que se convirtieron en un símbolo, el Congreso de ese país aprobó el aborto. De este modo se alinean con los países que aceptan, bajo distintas modalidades, dar muerte a un ser humano que vive en las entrañas de su madre un maravilloso proceso de desarrollo continuo.

No se necesita ser un científico connotado o premio nobel para saber que desde que un espermatozoide humano penetra en un óvulo humano, lo que existe es un nuevo ser humano distinto al hombre y a la mujer que produjeron esas células germinales. Quien niega esto, o es un ignorante o alguien de mala fe.

Un aborto provocado –aunque los hay naturales por diversas causas– se produce con todas las agravantes de un crimen: premeditación, alevosía y ventaja, en contra de un ser impotente, incapaz de defenderse a sí mismo. Quien produce esta acción –a menos que sea un ignorante engañado o un ofuscado– comete una vil acción que contradice cualquier argumento a favor de la justicia en favor del más débil, del indefenso y quien para desarrollarse requiere del auxilio de los demás, tanto en el vientre materno como en su posterior desarrollo.

A favor del aborto no vale alegato alguno, lo único que se ofrece son falacias, expresiones sentimentales o abuso de poder.

Invocar que la mujer es dueña de su cuerpo es una expresión incorrecta del todo. La mujer no es “dueña” de un cuerpo. La mujer es un cuerpo, es ella misma. Y aunque hace con él cuanto quiere, no siempre eso es en su beneficio. El embrión o el feto no es parte de ella misma, es otro cuerpo, y, por tanto, no puede disponer de él como algo propio, de allí que sus acciones u omisiones son en perjuicio de quien lleva en su seno. De allí que la acción de matar, que no puede hacer contra el esposo, el amante, el amigo, otro hijo o cualquier persona, no lo puede hacer contra el niño que lleva en su seno. Ni siquiera es lícito actuar de esta manera cuando el embarazo es fruto de una violación, alegando legítima defensa, pues el nuevo humano no fue el agresor y, en cierto sentido, también es víctima, aunque a fin de cuentas, venir a la vida es ya un gran bien.

En tanto que se trata de un crimen, no hay nada que pueda legitimarlo. Poner a discusión a la opinión pública si está a favor o en contra de la legalización del aborto, como pretenden algunos, es un ámbito que no corresponde a la democracia, donde la razón la pueda tener la mitad más uno. Cierto que cuando se discute una ley, la aprueba la mayoría, pero eso no la hace justa ni buena, pues no busca el bien de todos los involucrados, ni se basa en la verdad sobre el ser humano. Cierto, hay mayorías que dizque en busca de la justicia, de reparación de daños o hasta por diversión definen sobre la vida y la muerte. Así ha ocurrido con los linchamientos, con las persecuciones políticas y en el circo romano donde el populacho coreaba para que el César, mediante un movimiento del dedo, se concediera la vida o la muerte. A esos extremos puede llegar el desatino o la maldad humana, en un campo de concentración inhumano o en una clínica abortera higiénicamente organizada sin que ello no la convierta en un campo de exterminio.

Las acciones contra la vida, en particular contra el pequeño, vulnerable e indefenso, causan horror a los bien nacidos, a los civilizados, a los ciudadanos y gobernantes de bien. Por ello, resulta lamentable que en algunos medios de comunicación, los opinadores que se sienten expresión de la opinión pública, al mismo tiempo que en sus escritos hacen gala de defensa de la justica o del bien social, aplaudan a rabiar la aprobación del aborto en Argentina, no sólo como un “logro” a favor de las mujeres –de acuerdo con las estadísticas, la mayoría de los abortos serían de niñas en gestación–, sino como un triunfo de Argentina, Latinoamérica y hasta mundial. Me imagino que cuando escriben así, lo hacen con sangre.

De llegar a debatirse el tema en nuestro país o en los estados, como muchos presionan que se haga, la tribuna del Congreso se verá inundada de falacias, como ya ocurrió en la Ciudad de México y en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cuando se aprobó la “interrupción” del embazo hasta la décimo segunda semana.

Resulta curioso que la izquierda sea quien enarbole y pugne a favor de políticas de “salud reproductiva” concebidas e impulsadas por el capitalismo salvaje. Resulta curioso que, además, con sus acciones impulsen el gran negocio del aborto y de la venta de los órganos de los niños eliminados. Ellos que se encarnan como la justicia misma están al servicio de la mayor injusticia.

Luchemos para que en México no avance más la ya de por sí tolerancia del aborto en ciertos casos, donde a pesar de reconocerse como un crimen, también se aceptan casos de no imputabilidad por atenuantes que en la mayoría de los casos no son justos. En fin, sería un contrasentido que en momentos en que la humanidad sufre y se duele por la pérdida de vidas a causa del COVID-19, se dé impulso a una legislación que ha provocado más muertes en el mudo y constituye un verdadero genocidio.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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