México; distancia al poder, alta

Noti-Exprés / La distancia entre la ciudadanía y la clase política

En un estudio sobre las culturas organizacionales, ya clásico y actualizado a lo largo de varias décadas en más de 70 países, el investigador holandés Geert Hofstede ubica entre varios rasgos de las culturas la Distancia al Poder.



Define la distancia al poder como el hecho de que la sociedad considere normal que los dirigentes tengan privilegios y ventajas muy diferentes que el resto de la sociedad. “Los miembros menos poderosos de la sociedad y las organizaciones de un país esperan y aceptan que el poder será distribuido inequitativamente”, dice Hofstede.

En este concepto, México ocupa el lugar 10 entre los que tienen la distancia al poder más alta, sólo debajo de Malaysia, Eslovaquia, Guatemala, Panamá, Filipinas, Rusia, Rumanía, Serbia y Surinam. Todos ellos, países con una escasa tradición democrática y varios de ellos que fueron anteriormente parte de la órbita soviética.

Este rasgo ocurre en muchos ámbitos de la sociedad. Se da en las empresas, en el clero, en las escuelas, sindicatos y, sobre todo, en las relaciones entre la clase política y la ciudadanía.

No es que naturalmente se dé así. Esto es el fruto de siglos de relaciones entre gobernantes y gobernados. Es el fruto de una “liturgia” laica, en la que los gobernantes en ceremonias dispensan favores, anuncian sus logros, entregan obras, todo ello como algo emanado de su benevolencia. Como si lo hicieran con sus propios recursos y no con los nuestros.

Visto de otro modo, usan nuestros impuestos para engrandecer su imagen y lograr apoyo para su gobierno y su partido. Y, todavía, se enojan si no se les da reconocimiento. Como si no tuvieran la obligación de usar bien nuestro dinero ganado arduamente.

Y funciona. Funciona porque ya forma parte de nuestra cultura. Sólo una minoría lo cuestiona, y no con mucha fuerza. Se cuestiona a los individuos, pero no la cultura. Pensamos que es malo, porque el individuo que gobierna es un mal gobernante. No pensamos que, aun con un gobernante que casi fuera un santo, esta distancia al poder sería mala en sí misma.

Por supuesto, la clase política no lo cuestiona. Podrán oponerse entre sí, luchar por el poder, atacarse, pero no cuestionan esta distancia entre ciudadanía y clase política. De hecho, la acrecientan y profundizan.

Ahora que iniciamos 15 meses de campañas electorales (¿o electoreras?), donde nos bombardearán con la mercadotecnia política, veremos directamente este manejo para demostrarnos las bondades de los políticos, mientras nos ponen en lo que ellos creen que es nuestro lugar: Calladitos, obedientes, sin cuestionar, aceptando esa distancia como algo natural, cuando no lo es.

¿Hasta cuándo seguiremos en este estado de indefensión, de infantilismo en que nos ha mantenido la clase política? La respuesta es: Cuando despertemos y logremos abolir estos perniciosos privilegios y costumbres, y obligar a que nuestros gobernantes se sientan como un ciudadano más y acepten que nos deben respetar.

@yoinfluyo

redaccion@yoinfluyo.com

* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com


 

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