Rifa perversa

Es difícil distinguir entre la estulticia y la perversidad, sobre todo cuando se trata de enjuiciar a algún personaje público.


Manipulación AMLO


Es tan difícil que son muy pocos los que, siendo perversos, logran que esa característica maligna permanezca oculta a los ojos de los otros. Se atreven, se diría, a insultar la inteligencia de los demás, al asumir que nunca serán descubiertos.

Sin embargo, es preciso reconocer que sí hay quienes nunca los descubren y viven engañados todo el tiempo por los perversos, pero en esos casos no hay insulto, porque no hay inteligencia.

No en vano Abraham Lincoln aseguraba que se puede engañar a unos pocos todo el tiempo, o a todos un poco de tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.

Estamos ante un caso de perversidad tan refinada que el engaño a muchos dura ya casi dos décadas, y se mantiene mediante estrategias goebbelianas de manipulación descarada, de manejo astuto de la llamada comúnmente “opinión pública”.

Una de esas estrategias, siempre aplaudidas por los incondicionales, es la supuesta ocurrencia de rifar el avión presidencial, cuya adquisición (aún no liquidada) aprobó el Congreso de la Unión durante el gobierno de Felipe Calderón y que fue entregado al Ejecutivo en el régimen presidencial de Enrique Peña.

El presidente insiste: la nave que no tuvo ni Obama se rifará. Y surge la primera pregunta: ¿Puede la Presidencia de la República rifar lo que no es de su propiedad?

Pues parece que sí; ya hay incluso diseño del billete de la rifa. Y viene la segunda pregunta: ¿Se va a modificar la Ley que rige a la Lotería Nacional? Porque al decir de expertos, la actual no contempla sortear bienes en especie, si bien no se puede descartar un oportuno recurso mecansogansista…

La estrategia no incluye explicar ese punto, pero sí exige que quien gane el avión esté imposibilitado para malbaratarlo o venderlo a menos de lo que vale en el mercado.

Aquí cabe otra pregunta: Si el gobierno no ha podido vender a precio de mercado la aeronave (que no es suya, que rifará indebidamente por medio de la lotería y a cuyo ganador pondrá condiciones) ¿qué le hace suponer que un ciudadano, quien sea, el más rico o cualquiera otro que se saque el “premio mayor” en la rifa, sí podrá vender cara la nave?

Pero no nos equivoquemos. Todas esas preguntas que remiten a un planteamiento absurdo están equivocadas en su enfoque. No se trata de una ocurrencia estúpida. Se trata de una (otra más) estrategia cuidadosamente planteada para producir el efecto que ciertamente está produciendo.

Es una estrategia perversa, cuyos fines profundos tendremos a la vista más pronto que tarde si, como lo demuestra la historia, Abraham Lincoln estaba acertado en su aseveración.

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