La enfermedad mortal

La sociedad está dispuesta a cambiar y las mujeres son las que están más dispuestas a erradicar el síntoma antes de que se vuelva una enfermedad mortal para la nación.



El éxito de López para llegar a la primera magistratura no es una casualidad, se construyó a lo largo de muchos años y se impulsó de una intrincada realidad social que no se puede soslayar. En otras palabras, López es un síntoma de la sociedad que le permitió llegar a donde está. Esa reflexión no es menor y se debe partir de ahí para entender sus palabras; pero sobre todo sus acciones frente a las mujeres.

Desde que llegó al poder, se amparó en nombrar a cierto número de mujeres como parte de su gabinete como un escudo protector para “curarse en salud” respecto a acusaciones de no considerar capaces a las mujeres.

Pasa a segundo plano que no tome en cuenta lo que proponen, hacen, quieren esas mujeres (hay que concederle que básicamente no escucha a nadie en su gabinete). Por no mencionar a la silente cabeza de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que llegó a su puesto favorecida, casi impuesta, y con la venia de Palacio.

Pero su pertrecho verbal no se correspondió con las acciones. Las primeras acciones presupuestales que directamente hizo a lo aprobado por el Congreso, como se ha repetido hasta el cansancio, fue suprimir las Estancias Infantiles; luego cayeron los fondos para la red de refugios que apoyan a mujeres y sus hijos para ofrecerles protección por la violencia familiar; continuaron otros muchos programas de menor envergadura; pero que afectaron la prevención del cáncer de mama, los apoyos a mujeres indígenas, el apoyo a la búsqueda de desaparecidos (lucha preponderantemente impulsada por madres)…

Mientras caían los números en el presupuesto se elevaban las agresiones, las violaciones, la violencia familiar y las mujeres desparecidas. No hay renglón en el que el gobierno actual salga mejor librado que los anteriores, el deterioro de la seguridad, en general, sigue cuesta abajo a una velocidad creciente.

Y podemos esperar que siga deteriorándose sin control mientras quien está al frente reduzca el combate a la inseguridad, en sus propias palabras, a levantarse muy temprano diario y escuchar los reportes de varios miembros de gabinete de seguridad. Sí, la secretaria de Seguridad es una mujer, de la que lo único que se ha sabido últimamente es que recibió, por orden presidencial, al jefe de una mafia rumana.

El pertrecho verbal se volvió una barrera física que, si bien se entiende que tendría la utilidad de proteger la herencia patrimonial del país, por los antecedentes se convierte en una imagen poderosa, que pasará a la historia como una muestra de la distancia, la frialdad, el aislamiento, la barrera que ha decidido anteponer su seguridad a la de las mujeres.

La marcha del día 8 dejó muchas otras imágenes, algunas no son compartidas por muchas mujeres porque se volvió a usar la violencia, se volvió a pedir incluir la licencia de matar en el vientre a todas y a todos. Pero el mensaje central en el que hay consenso es que la situación de desprotección, de injusticia, de falta de resultados, de inseguridad, de violencia intrafamiliar no puede seguir.

Ciertamente, muchos de esos problemas no pueden (ni deben) ser resueltos desde la primera magistratura, pero otros sí. El consenso social sobre la necesidad de cambiar está creciendo, el problema es que si López comenzó como un síntoma, hoy se está enquistando de tal modo que se está convirtiendo en una enfermedad por sí solo. Una enfermedad cada vez más delirante.

Como ocurre en la mayoría de los hogares, por tradición, por gusto, por amor, por voluntad las mujeres son las primeras en atender cualquier padecimiento. La sociedad está dispuesta a cambiar, y ellas son las que están más dispuestas a erradicar el síntoma antes de que se vuelva una enfermedad mortal para la nación.

 

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