México sangra, y sin un cambio radical, el futuro no será más que un eco de las tragedias descritas por Galeano, donde el saqueo no viene de fuera, sino de las decisiones internas de quienes juraron protegerlo.
Cambiar la narrativa no solo fortalecerá la imagen del gobierno, sino que también proyectará a México como un país comprometido con la seguridad de sus ciudadanos y la cooperación internacional, sin comprometer su soberanía.
Una de las grandes paradojas del México actual es que, aunque la pobreza ha disminuido en términos generales, la violencia persiste y se ha tornado cada vez más aterradora.
La desinformación apunta al miedo, la indignación, la empatía o el odio, y convierte a la ciudadanía en un terreno fértil para la polarización e incluso la violencia social.
Aunque los gobernantes tienden a actuar por intereses propios, no deben de olvidar que la hinchazón del ego o la soberbia también puede causarles un enorme daño a los intereses que quieren proteger.
La desaparición del Poder Judicial, que hoy se festeja desde el poder, va a terminar, como siempre ocurre en los regímenes totalitarios, en un desastre social y económico.
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