Uno de los modos más espontáneos de humanizar y eternizar nuestros recuerdos está en los signos y en los símbolos. Son abstracciones de sucesos que valoramos y queremos eternizar. Uno de ellos es el pesebre para recordar la Navidad. En esa sencilla reproducción encerramos riquísimos recuerdos y los mostramos de manera directa y accesible.
Quienes conservan esa costumbre y la viven cada año, y quienes la combaten con una furia digna de llamar la atención, coincidimos en manifestar una fe profunda. Aunque por el modo de aceptar o combatir esa tradición manifestamos una valoración muy distinta de esa creencia: unos la aceptan y conservan, otros con un enojo furibundo tratan de desterrar la tradición pues fomentan un manifiesto rechazo hiper intenso.
La creatividad para presentar los pesebres a lo largo del tiempo y de los lugares no tiene límites. Allí se expresa la verdad del nacimiento de nuestro redentor y toda la carga emocional y religiosa de los diseñadores que desean mostrar facetas de ese acontecimiento prodigioso.
El 18 de diciembre de 2019 el Papa Francisco explicó el significado del pesebre del siguiente modo, casi textual pues hay algún añadido: “Dentro de una semana celebraremos la Navidad y nos podemos preguntar: ¿Cómo nos estamos preparando para el Nacimiento de Jesús? Un modo sencillo es “hacer el belén”. Recientemente fui a Greccio, donde san Francisco hizo el primer pesebre, y por esa ocasión escribí una carta para recordar el significado de esta tradición.
El pesebre es un Evangelio vivo, que nos recuerda que Dios se ha hecho hombre. Es bonito detenerse delante del nacimiento y confiar al Señor las personas, las situaciones, las preocupaciones que llevamos dentro.
El belén es además un Evangelio doméstico: El “pesebre” es donde comen los animales; y “Belén” significa “casa del pan”. Pesebre y casa del pan, estas dos palabras nos evocan que Jesús es el alimento fundamental para nuestra existencia; es el pan de vida. Es Él quien alimenta nuestro amor y nos da fuerzas para seguir adelante.
El nacimiento es también una invitación a la contemplación. Nos recuerda la importancia de parar, de recapacitar, de revalorar. Ante una sociedad frenética, el belén nos hace dirigir nuestra mirada a Dios, que es pobre de cosas, pero rico de amor, y nos invita a invertir en lo importante, no en la cantidad de bienes, sino en la calidad de los afectos.
Por último, el belén es una imagen artesanal de la paz ante tanta violencia e individualismo que nos rodea. En el pesebre todos convergen en Jesús, Príncipe de la paz. En torno a Él hay armonía, y nos dice que no estamos solos, porque Él está con nosotros, dándonos una vida nueva.”
En esa ocasión el Papa Francisco animó a preparar el belén en los hogares y a detenerse para contemplarlo, para que el nacimiento de Jesús llene de alegría y conceda la paz.
Como lo recordó el Papa Francisco, el primer pesebre lo organizó San Francisco de Asís. Este santo después de visitar Tierra Santa, quiso recrear la humildad y pobreza de Jesús en su nacimiento para inspirar a la gente, que se había alejado del verdadero significado de la Navidad.
En la Nochebuena de 1223, en una cueva en Greccio, con el permiso del Papa Honorio III, organizó una representación con personas, heno, un buey y un asno, y celebró la Eucaristía en medio de la escena. No buscaba espectáculo, sino mover el corazón de los fieles, representando el misterio de la encarnación de Dios.
Dios permitió curaciones milagrosas en animales y personas que estuvieron en contacto con el heno de aquel pesebre y así se propagó la reproducción de nacimientos con figuras de la Virgen, San José, el Niño Jesús, pastores y los Reyes Magos. Fue el inició de esta hermosa tradición cristiana.
El pesebre resalta el amor y la humildad de Dios al hacerse pequeño y pobre, un signo luminoso de su encarnación y facilita ver la cercanía y sencillez de Jesús. Además, la piedad popular para hacer más cercano ese acontecimiento, pone a los pastores con trajes típicos de sus propios lugares o hacen representaciones de sus modos peculiares de celebrar, por ejemplo: las posadas.
En la audiencia del 17 de diciembre de este año 2025 que está por terminar el Papa León XIV pidió evitar el activismo que impide valorar debidamente la celebración de la Navidad y recordó el valor cultural, artístico y religioso del pesebre que nos ayuda a preparar la llegada de Jesús.
“En cambio, dediquemos tiempo a mantener nuestros corazones atentos y vigilantes mientras esperamos a Jesús, para que su presencia amorosa se convierta para siempre en el tesoro de nuestras vidas y nuestros corazones”.
A los peregrinos polacos, el Papa les recomienda recibir el sacramento de la penitencia o realizar un retiro espiritual, experiencias capaces de brindar paz, alegría y un auténtico sentido de la vida.
Insistió: “El Adviento nos invita a prepararnos para la Navidad, acogiendo a Jesús sin reservas. Él es nuestra esperanza. Por lo tanto, esperemos con alegría la fiesta de su nacimiento y oremos juntos, llenos de confianza: «Ven, Señor Jesús»”. Esta es la invitación que dirigió a los peregrinos de habla alemana.
El Papa también animó a los peregrinos portugueses a rezar la novena de Navidad, «rica en tradición» en muchas comunidades locales, como una renovada oportunidad para alegrar sus corazones. De hecho, como recordó a los peregrinos de lengua árabe, los cristianos «están llamados a abrir sus corazones al amor de Dios y del prójimo, para que se llenen de verdadera paz y alegría».
Y cada consejo nos viene muy bien a todos para renovarlo y practicarlo durante el año que comienza.
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