En las últimas semanas, muchas y muchos aficionados al tenis —incluidos jóvenes mexicanos— se toparon en su feed con una historia explosiva: Novak Djokovic habría rechazado participar en una “Noche del orgullo” o en actividades de Pride Month, habría roto su relación con Amazon por su supuesto vínculo con Donald Trump y, para rematar, habría sentenciado una frase redonda: “hay cosas que el dinero jamás podrá comprar: la coherencia, la libertad y el respeto por uno mismo, prefiero perder un contrato antes que perder mi voz”.
Suena perfecto para un meme, para un reel, para un hilo indignado o un posicionamiento conservador. Pero hay un problema: no hay ninguna evidencia seria de que eso haya ocurrido ni de que Djokovic haya pronunciado esas palabras en ese contexto. De hecho, las organizaciones de verificación de datos llevan meses desmontando este tipo de historias, no sólo sobre el serbio, sino sobre otros deportistas y celebridades ligados al debate sobre el tema LGBT+.
Este reportaje revisa qué se dijo, qué sí sabemos y cómo opera la desinformación deportiva que usa nuestros valores —coherencia, libertad, respeto— para convertirlos en combustible de clics. La verdad es un bien social y que la comunicación debe servir a la dignidad de la persona y al bien común.
Qué es exactamente el bulo sobre Djokovic
Las piezas que circularon en español (y en otros idiomas) comparten una estructura casi idéntica:
- Titular escandaloso: Djokovic “rechaza” la celebración del orgullo o “Pride Night” del tenis.
- Frase contundente: que el deporte no debe mezclarse con “ideologías” y que “el dinero jamás podrá comprar la coherencia, la libertad y el respeto por uno mismo”.
- Giro épico: habría preferido perder un contrato —supuestamente con Amazon— antes que “perder su voz” o “ceder a lo woke”.
- Contexto político: en algunas versiones, se mezcla su supuesto rechazo al orgullo con una ruptura por la relación de la empresa con Donald Trump.
En México, estas historias han llegado sobre todo vía Facebook e Instagram, compartidas por páginas con nombres muy parecidos a medios deportivos serios, como “The Tennis Pro”, “Tennis Talk”, “Tennis Pulse” o variaciones locales.
A primera vista, estas publicaciones se ven “profesionales”: fotos llamativas (muchas generadas con inteligencia artificial), un copy escrito en tono épico y un enlace a una nota en un sitio web desconocido y lleno de publicidad.
Para una parte de la audiencia —especialmente quien ya ve el deporte como “contaminado” por debates ideológicos— el relato encaja tan bien con sus prejuicios que ni siquiera necesita hacer clic. Basta con el titular y la frase. Compartir, reaccionar, indignarse. Y el bulo siguió corriendo.
Lo que dicen los verificadores (y el propio entorno de Djokovic)
Frente a esta oleada, el trabajo de verificación de datos ha sido clave. La agencia AFP analizó una serie de sitios de clickbait que acusaban a distintas celebridades —entre ellas Novak Djokovic— de “boicotear” el orgullo. Concluyó que: “No hay evidencia de que Verstappen, Djokovic u otras celebridades hayan hecho las declaraciones que se les atribuyen”.
El reportaje de AFP detalla que las notas no citan fuentes oficiales, presentan inconsistencias de hechos y muestran rasgos típicos de contenido de baja calidad generado con inteligencia artificial, publicado para ganar dinero mediante anuncios.
Todavía más concreto es el trabajo de AAP FactCheck, agencia de noticias australiana, que dedicó un análisis específico al caso de Djokovic. Su veredicto sobre la afirmación de que se negaba a conmemorar el “Pride Month” por ser “woke”: “Falso. La ‘noticia’ fabricada es cebo para generar interacción”.
AAP rastrea la cadena de desinformación hasta páginas de Facebook llamadas “The Tennis Pro”, “Tennis Talk” y “Tennis Pulse”, que publican imágenes generadas con IA y relatos falsos sobre figuras como Federer, Gauff y el propio Djokovic: desde supuestos rescates de huérfanos hasta donaciones millonarias para separar siameses.
En otra verificación, la misma agencia documenta cómo falsos mensajes sobre deportistas negándose a participar en “Pride Night” se han atribuido a la nadadora Mollie O’Callaghan, a Federer, a Djokovic y a otras figuras. Las federaciones y equipos implicados han desmentido oficialmente esas frases.
Y hay un dato clave: un miembro del equipo de relaciones públicas de Djokovic dijo a AFP que había revisado todo y que esa supuesta declaración del serbio era “fake news” y que “Novak nunca dijo algo así”.
Es decir:
- No hay registro en video, audio o texto de esas frases.
- No hay cobertura en medios serios que respalde la historia.
- Su propio entorno la niega.
Desde el punto de vista del rigor periodístico y del simple sentido común, el caso está resuelto: lo que circula es un bulo.
¿Y el tema de Amazon y Trump?
Otra parte del relato dice que Djokovic habría dejado de ser “la cara” de Amazon por no aceptar su relación con Trump o con causas “woke”. De nuevo, no hay rastro sólido de esta supuesta ruptura ni de que alguna vez haya sido embajador frontal de la marca.
Lo que sí existe:
- Djokovic ha sido patrocinado por marcas como Lacoste, Asics, Hublot, Head y otras, según recopilaciones especializadas de sus acuerdos comerciales.
- El serbio es uno de los inversionistas en Universal Tennis (UTR), una plataforma tecnológica para el deporte. Amazon, a su vez, firmó un acuerdo de derechos de transmisión con Universal Tennis para impulsar torneos y contenidos en Prime Video.
Es decir, hay una relación indirecta a través de una empresa en la que Djokovic participa y que cerró un acuerdo de derechos con Amazon, algo muy distinto a que él fuera “la imagen oficial” de la compañía y la hubiera abandonado por razones ideológicas.
Confundir este tipo de relaciones comerciales con una narrativa épica de ruptura moral es uno de los trucos de la desinformación: tomar datos sueltos, exagerarlos y envolverlos en frases que parecen salidas de un discurso motivacional… pero que nadie puede comprobar.
Djokovic real: valores personales sí, discurso de odio no
Parte de lo que hace creíble el bulo es que Djokovic, a lo largo de su carrera, ha hablado de convicciones personales, de fe, de estilo de vida y de decisiones éticas. Eso es verdad.
En una entrevista reciente, el tenista reconoció que ha rechazado algunos patrocinadores porque no podía “representar algo en lo que no cree”, subrayando que el dinero no es el único criterio en sus decisiones comerciales.
Al mismo tiempo, el propio Djokovic ha sostenido públicamente una postura de respeto hacia las personas LGBT+. En una conferencia de prensa de 2018, al ser preguntado sobre la salida del clóset de un jugador, respondió: “Es derecho de cada quien tener la orientación sexual que desee… Yo lo respeto y no veo a la gente diferente por eso”.
¿Hay controversias en torno a Djokovic? Muchas: su postura frente a las vacunas, su relación con el gobierno serbio, ciertas declaraciones políticas. Pero no hay evidencia de que haya encabezado una cruzada contra el movimiento gay ni de que haya pronunciado las frases exactas que ahora se le atribuyen para alimentar guerras culturales.
Cómo funciona la fábrica de bulos deportivos
Detrás de estas historias no suele haber un “gran complot” ideológico, sino algo más prosaico: dinero. El análisis de AFP sobre los falsos boicots al orgullo señala que los sitios que los difunden presentan características típicas de “AI slop”: contenido barato, de baja calidad, creado a gran escala con inteligencia artificial para atraer tráfico desde redes y monetizarlo con anuncios.
En el caso del tenis, AAP FactCheck muestra cómo páginas como “The Tennis Pro”, “Tennis Talk” y “Tennis Pulse” mezclan:
- Historias falsas “tiernas” (huérfanos, mascotas, gestos heroicos).
- Relatos polarizantes (Pride, “woke”, Trump, etc.).
- Imágenes generadas por IA con detalles extraños (rostros repetidos en la multitud, cuerpos deformados).
Todo eso sirve para una cosa: disparar reacciones, comentarios, compartidos. Dan Halpin, experto en ciberinvestigación, lo resume así: estas páginas buscan cumplir los requisitos de Facebook para monetizar, usando contenido sensacionalista para ganar vistas y seguidores. “Básicamente es spam, y muchos usuarios ni revisan si es cierto”.
Aquí aparece un concepto clave: información errónea (misinformation) frente a desinformación (disinformation). Mientras la primera puede compartirse sin mala intención, la segunda se construye deliberadamente para manipular y obtener un beneficio —económico o político—.
En este caso, estamos en la frontera: hay actores que fabrican sistemáticamente historias para ganar dinero, y millones de usuarios que, convencidos de su veracidad, las comparten sin verificar.
¿Y nosotros? México, jóvenes y responsabilidad digital
En México ya tenemos experiencia enfrentando la desinformación: basta recordar la iniciativa Verificado 2018, una alianza de más de 90 medios, universidades y organizaciones civiles para combatir noticias falsas en las elecciones federales, apoyada por la participación ciudadana vía WhatsApp y redes sociales.
También en el entorno hispanohablante han surgido proyectos como Maldita.es, que se dedica al fact-checking y la educación mediática, con secciones especializadas para bulos políticos, científicos y sociales.
¿Pero de qué sirve todo esto si, como jóvenes, seguimos compartiendo lo que confirma lo que ya pensamos, sin leer más allá del titular?
Las personas “tienen una especial obligación de tender continuamente hacia la verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente”, porque sólo una convivencia fundada en la verdad es digna de la persona humana.
Y el Papa Francisco, en su mensaje sobre “La verdad los hará libres: fake news y periodismo de paz”, denuncia las noticias falsas y llama a promover un periodismo que busque la verdad y construya paz, no polarización. Aplicado a nuestro scroll diario, eso significa:
- No basta con indignarnos “porque Djokovic piensa como yo” o “porque es un intolerante”.
- Tampoco basta con aplaudir frases bonitas sobre coherencia si no sabemos quién las dijo y en qué contexto.
- Como ciudadanos —creyentes o no— tenemos un deber ético de no convertirnos en altavoces de la mentira.
Cinco preguntas rápidas antes de compartir (y vivir la verdad en redes)
Para aterrizarlo en la práctica, aquí van cinco filtros sencillos que podemos aplicar antes de darle compartir a la próxima “bomba” sobre deporte, política o fe:
- ¿Cuál es la fuente inicial?
¿Es una página desconocida, con anuncios por todos lados y sin datos de contacto? Mala señal. - ¿Lo han publicado medios serios o verificadores?
Busca el titular junto con palabras como “AFP”, “fact check”, “Maldita”, “Verificado”. Si nadie serio lo respalda, sospecha. - ¿Hay video, audio o documento completo?
No te quedes con la frase suelta en un meme. Si sólo existe como imagen en Facebook, es muy probable que sea falsa o manipulada. - ¿Me engancha sólo porque confirma lo que ya pensaba?
Si te indigna “demasiado bien” o te hace gritar “bravo” a la primera, respira y revisa dos veces. - ¿Estoy respetando la dignidad de la persona de la que hablo?
La Doctrina Social insiste en que la comunicación debe construir el bien común. Usar a Djokovic —o a quien sea— como piñata o bandera a partir de mentiras va contra ese principio.
Paradójicamente, el bulo sobre Djokovic apela a valores que muchos compartimos: coherencia, libertad, respeto por uno mismo. Esos valores son profundamente humanos y plenamente cristianos. Pero precisamente por eso no pueden sostenerse sobre la mentira.
Que un deportista tenga convicciones y tome decisiones éticas sobre sus contratos es legítimo y hasta ejemplar. Que páginas anónimas utilicen esa imagen para inventar discursos de odio o batallas culturales que nunca han ocurrido, sólo para ganar dinero con nuestros clics, es otra cosa.
En tiempos de algoritmos, IA y desinformación industrial, la coherencia que tanto admiramos no se limita a lo que hace un número uno del mundo. También pasa por lo que tú y yo hacemos con el celular en la mano:
- ¿Verificamos antes de compartir?
- ¿Aceptamos que a veces nos equivocamos y corregimos?
- ¿Elegimos ser constructores de diálogo y no de linchamientos digitales?
La participación responsable en la vida pública, orientada al bien común y a la dignidad de todos. En 2025, esa vida pública pasa inevitablemente por las redes sociales.
Si queremos un México más justo, solidario y respetuoso —y un debate sobre fe, deporte, ideología y derechos que esté a la altura— necesitamos algo más que frases virales atribuidas a quien no las dijo.
Defender la verdad, aunque rompa el encanto de un buen meme, también es una forma muy concreta de coherencia, libertad y respeto por uno mismo… y por los demás. Y eso sí, no hay dinero ni algoritmo que lo pueda comprar.






