Las horas invisibles: así sostienen las mujeres la economía

En México, la vida cotidiana de millones de familias descansa sobre una actividad que sostiene a la economía, pero que permanece invisible, sin salario y sin derechos: el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, realizado mayoritariamente por mujeres. De acuerdo con un estudio reciente del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), las mujeres mexicanas dedican casi 40 horas semanales a estas labores: cocinar, limpiar, cuidar niñas, niños, adultos mayores, atender enfermos, acompañar emocionalmente, organizar la vida familiar. En pocas palabras, cargar con el peso de sostener la vida.

La cifra no es nueva, pero sí cada vez más alarmante. Según el Inegi, este trabajo representa el 24% del PIB ampliado de México, más que sectores completos como manufactura o comercio. Sin embargo, no aparece en recibos de nómina, no se registra en prestaciones, no genera ahorro para el retiro ni acceso a seguridad social. Es, literalmente, “la economía que sostiene todo, pero que nadie paga”.

La familia es la célula básica de la sociedad, y que todo lo que le impida desarrollarse de manera equilibrada se vuelve una forma de injusticia estructural. Y hoy, la injusticia tiene una cifra: 40 horas a la semana por mujer, en promedio nacional, sin reconocimiento ni corresponsabilidad.

Un país sostenido por trabajo no remunerado

El estudio del ITESO confirma lo que otras instituciones han señalado por años: la desigualdad de género se origina antes que en el mercado laboral, en la división del trabajo dentro del hogar.

Mientras los hombres dedican alrededor de 15 horas semanales a tareas domésticas y de cuidado (INEGI, 2023), las mujeres triplican ese tiempo. La consecuencia es directa:

  • Menos tiempo para estudios.
  • Menos posibilidades de buscar empleo o emprender.
  • Menores salarios por la necesidad de trabajos flexibles o informales.
  • Mayor desgaste emocional.
  • Mayor riesgo de pobreza en etapas de crianza o vejez.

La economista y especialista en políticas de género, Mariela Campos, sostiene que “las mujeres están subsidiando al país con su tiempo. Sin ellas, el Estado tendría que invertir miles de millones en servicios públicos de cuidado”. De hecho, la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado del Inegi estima que, si este trabajo se pagara, equivaldría a 6.8 billones de pesos anuales.

A pesar de ello, México sigue sin un Sistema Nacional de Cuidados profesional, articulado, estable y garantizado por ley, una promesa que aparece cíclicamente en campañas, pero que no se aterriza en presupuestos robustos ni en reformas que trasciendan administraciones.

Entre todas las cifras, la historia de Rosa Isela Hernández, madre de dos adolescentes en Ecatepec, resume la problemática: “Trabajo como cajera seis horas, pero mi día real es de 16 o 17. Me levanto a las 5 para hacer desayunos, dejar la casa medio arreglada, llevar a mis hijos a la escuela, irme a trabajar, regresar, hacer comida, revisar tareas, lavar ropa, cuidar a mi mamá que está enferma… y en la noche sigo doblando ropa o limpiando. No tengo descanso y nadie lo llama ‘trabajo’. Pero lo es. Me siento cansada todos los días.”

Rosa Isela reconoce algo que millones de mujeres sienten: si ella no hace esas tareas, nadie más las hace. Y cuando se intentan distribuir, suelen recaer en otras mujeres de la familia: hijas, hermanas, abuelas. No en los hombres.

Una deuda histórica con las mujeres

La desigualdad es tan profunda que incluso organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han advertido que el modelo de cuidados en América Latina “está sostenido por el sacrificio silencioso de las mujeres”. En México, donde el 30% de los hogares están encabezados por una mujer, la situación es doblemente grave.

Un dato clave del ITESO confirma el problema: además de las 40 horas semanales en trabajo doméstico y cuidados, las mujeres dedican casi el doble de horas al trabajo voluntario comunitario que los hombres. Es decir, también sostienen actividades de cohesión social, desde catequesis hasta comités escolares y apoyo en asambleas vecinales.

Esto revela algo central: la mujer está aportando bienes fundamentales al bien común, pero sin que la sociedad corresponda con justicia, subsidiariedad y reconocimiento real.

La desigualdad económica nace en la distribución del tiempo

Cuando se preguntan las razones por las que los hombres tienen mayor estabilidad económica, más ascensos, más emprendimientos exitosos, más ahorros y menos estrés por compatibilizar la vida personal, la respuesta suele omitir un dato estructural: ellos tienen más tiempo disponible.

El Banco Mundial ha sido claro: la desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres no se explica solo por discriminación laboral directa, sino por las condiciones desiguales en la distribución del cuidado. “Donde no hay corresponsabilidad en los hogares, no puede haber igualdad en el mercado”, señala su informe 2024. México registra una de las brechas más altas de la OCDE:

  • Solo 45% de las mujeres participan en el mercado formal.
  • Contra 75% de los hombres.
  • La brecha salarial supera el 13%.
  • Y la informalidad golpea especialmente a quienes cuidan: 7 de cada 10 madres trabajadoras lo hacen sin seguridad social.

Impacto emocional: la carga mental que nadie ve

No se trata solo de horas. Se trata de la carga mental: anticipar, recordar, planear, resolver todo lo que permite que una familia funcione. El ITESO señala que esta carga suele no medirse, aunque afecta salud mental, bienestar emocional y capacidad de integrarse plenamente a actividades sociales o laborales. Para muchas mujeres jóvenes, la maternidad o el matrimonio implican “doblar turnos” sin haberlo elegido de forma consciente.

La psicóloga familiar Claudia Reyna sostiene que “las mujeres están agotadas, y ese agotamiento se hereda a las nuevas generaciones. Las niñas aprenden observando que su mamá hace todo; los niños, que a ellos les toca menos. Es un ciclo que se reproduce sin cuestionarse”.

La urgencia de un Sistema Nacional de Cuidados

México carece de una política integral de cuidados. Hay programas aislados: guarderías insuficientes, pensiones limitadas, estancias infantiles que desaparecieron, apoyos locales desarticulados. Pero no existe un sistema con:

  • infraestructura
  • profesionalización
  • certificación
  • corresponsabilidad privada
  • financiamiento estable
  • articulación federal-estatal-municipal

La ONU Mujeres advierte: “sin sistemas de cuidados, la igualdad de género es imposible”. Toda sociedad justa debe garantizar condiciones para que la familia florezca y la persona humana pueda desarrollarse integralmente. Y eso no puede lograrse cuando millones de mujeres trabajan dos jornadas sin salario.

Corresponsabilidad: un deber social y moral

El problema no se resuelve solo con leyes: requiere un cambio cultural profundo. Entre las soluciones que especialistas destacan están:

  1. Corresponsabilidad masculina real, no simbólica.
  2. Licencias parentales igualitarias y transferibles.
  3. Horarios laborales flexibles, con enfoque humano.
  4. Guarderías, estancias, centros diurnos y servicios de cuidado accesibles y de calidad.
  5. Reconocimiento social y económico al trabajo doméstico.
  6. Formación en escuelas sobre igualdad y corresponsabilidad.

Como afirma la socióloga del ITESO, Ana Luisa Treviño: “La igualdad empieza en casa, no en la oficina”.

El estudio del ITESO volvió a poner luz sobre algo que México lleva ignorando décadas: sin el trabajo no remunerado de las mujeres, el país simplemente no funciona.

Pero no basta con reconocerlo: es necesario transformarlo. Las mujeres no pueden seguir siendo las sostén invisible de una economía que sí factura, pero no redistribuye. La dignidad humana exige justicia, subsidiariedad, corresponsabilidad y bien común.

Y eso comienza en el hogar, pero debe ser garantizado por el Estado, impulsado por la iniciativa privada y asumido culturalmente por todos. Mientras esto no ocurra, México seguirá descansando sobre horas invisibles que las mujeres pagan con su tiempo, su salud y sus oportunidades.

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