Llega la Navidad y el año nuevo. Momento de recuento y reflexión. Concluyó el Año Santo de la Esperanza, iniciado por el Papa Francisco y concluido por el Papa León XIV. Los sucesos eclesiales y la continuidad del mensaje y el servicio petrino, reflejan de algún modo, los sucesos de la vida. No hay ruptura, la historia camina hacia culminación y el sentido de la misma es Cristo. Este es el mensaje central de la Esperanza: Dios no falta; Dios no se olvida de los hombres; Dios nos llama y espera nuestra respuesta, y si las cosas no van bien en el mundo, es porque nosotros le damos la espalda a Dios y no atendemos su mensaje.
Vivimos tiempos difíciles en México, América Latina y el mundo en general. Cada quien lo entiende y lo percibe desde su realidad inmediata y, desgraciadamente, si no es por las noticias, muchas veces no nos enteramos de los terribles sufrimientos de otros, algunos no tan lejanos y otros a la distancia.
La palabra guerra es cotidiana, los hechos bélicos de Europa y Oriente Medio ocupan relaciones cotidianas y llaman la atención de las naciones poderosas en la medida en que se afecta a sus intereses, pero hay otros sucesos terribles y que tienen años desarrollándose y, sin embargo, no merecen una línea en la prensa, unos minutos en los noticieros y solo si se les busca aparecen algunas referencias en internet.
Para los católicos, tanto Cáritas y Ayuda a la Iglesia Necesitada son un punto de información para mostrarnos que la Iglesia es perseguida en muchos puntos del orbe, en muchos casos de forma cruenta, violenta, y en otros con acosos, con ahogamiento reduciendo los espacios y las posibilidades de acción. Por eso los últimos papas nos han señalado que en estos tiempos hay más mártires que al inicio del cristianismo. Muchos de ellos permanecen anónimos y otros, para recordarnos el ejemplo de su vida y la realidad de los lugares donde vivieron, son elevados a los altares. Y, a pesar de estas adversidades, quienes están inmersos en estos problemas, no pierden la esperanza, porque la tienen en Cristo, y él no defrauda.
Un reflejo de esas crisis ha sido la oleada de emigraciones que se dan en el mundo, un tanto diferentes a las que se dieron en el pasado, muchas por los mismos motivos, otras por nuevos pretextos. Y lejos de que el llamado progreso que hemos vivido, lejos de atemperar el odio y las formas de atacar a quienes manifiestan su fe, en ocasiones adquieren mayor fuerza y violencia. A lo lejos solo nos queda orar por ellos, recordando que en la medida en que también vivamos como cristianos, estamos unidos por la comunión de los santos.
Este recuento sintético de los dramas de otras latitudes sirva de preámbulo para reflexionar que a pesar de los problemas que vivimos en México, sin duda son menores que los de otros pueblos. Y aunque si hay males de muchos no debemos consolarnos con los propios, su ejemplo de perseverancia y resistencia nos deben recordar que en México se supo vivir con heroísmo, con mártires y defensores de la fe.
Al concluir su última reunión del año, la Conferencia del Episcopado Mexicano nos ofreció un fuerte mensaje que hizo recuento y recuerdo. Es especial llamó la atención a la mención de la Cristiada, cuyo centenario se cumple en el 2026. Y no lo hizo como una mera efeméride, después de muchos años de silencio de esa gesta, sino como un ejemplo de que en nuestras circunstancias y nuevo contexto, debemos asumir los mexicanos para dar testimonio de nuestra Fe, frente a la andanada que estamos viviendo contra el cristianismo en nuestra tierra.
No nos engañemos con la invitación que Claudia Sheinbaum ha hecho al Papa León XIV para que visite a nuestro país. No se trata de una tregua, sino de una estrategia, de una distacción. Ciertamente que no se trata de alentar al catolicismo en México, pues a quienes somos creyentes se nos ubica en la fila de los conservadores, de los retrógrados, los enemigos del progreso y violadores de los derechos humanos.
Desde el poder y de manera sistemática, se trabaja en contra de los principios cristianos, contra nuestras raíces, desde la deformación de nuestra historia como nación que nace bajo el símbolo de la cruz y cobijada por la Virgen de Guadalupe, hasta la promoción del libertinaje sexual, el homosexualismo y una falsa concepción de la familia. Pocos ven que en el ámbito educativo existe toda una campaña ideológica para introducir a los niños la ideología de la Cuarta Transformación, inspirada en el Socialismo del Siglo XXI que ha llevado a la ruina a Venezuela y Nicaragua.
Es momento de escuchar a nuestros obispos y resistir, pero en serio. Es necesario defender nuestro cristianismo y nuestra cultura con el mismo arrojo que lo hicieron los cristeros. La Esperanza, también reclama nuestra acción. Con las gracias de la Navidad así es como debemos vivir el nuevo año, para ser felices.
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