Más género, menos guardia

El pasado 19 de octubre de 2025, un comando sofisticado ingresó al Musée du Louvre de París y robó ocho piezas del patrimonio francés en menos de ocho minutos.

 Lo llamativo: apenas dos meses antes de ese robo se había nombrado a una mujer, la primera en la historia del museo como jefa de seguridad, mediante una política que algunos críticos califican de «cuota de género» y no de nombramiento por un proceso meritocrático. 

Este incidente abre un debate mayor sobre la contratación por género, la eficacia de las políticas de igualdad, y los riesgos cuando la seguridad —o cualquier función crítica— termina supeditada a decisiones simbólicas más que a criterios técnicos.

En este reportaje exploramos: el contexto del robo, el nombramiento de la jefa de seguridad, los argumentos a favor y en contra de las cuotas de género, su implicación para el museo y para Francia, y finalmente una reflexión desde los valores de la Doctrina Social de la Iglesia, la legalidad y los valores mexicanos que también nos interpelan.

El robo exprés que avergonzó a Francia

La madrugada del robo, los delincuentes utilizaron una plataforma elevadora para acceder a un balcón del segundo piso del museo, rompieron una ventana y sustrajeron joyas de la Corona francesa en la célebre Galería de Apolo. 

El jefe de la policía de París, Patrice Faure, admitió ante el Senado que “la seguridad del Louvre no está en orden”, señalando que parte del sistema de video-vigilancia estaba obsoleto, que la autorización de cámaras exteriores había expirado, y que la renovación de infraestructura no se completaría antes de 2029-2030. 

Una de las cámaras no tenía cobertura hacia el balcón por donde ingresaron los ladrones. La directora del museo, Laurence des Cars, reconoció en audiencia que “el sistema es insuficiente (…) no estaba adaptado a un nuevo tipo de ataque” y reveló que había ofrecido su renuncia tras el robo. 

El robo, valorado en centenares de millones de euros cuando se considera el valor patrimonial, detonó críticas severas sobre la administración del museo, la política cultural francesa y la protección del patrimonio nacional. 

Marie Dupont, guía turística que llevaba diez años trabajando en el Louvre, comenta con pesar: “Entramos cada día creyendo que el arte está seguro, que el legado está resguardado. Cuando vi las imágenes del agujero en la ventana pensé: ‘Esto no puede pasar aquí’. Y la sensación de vulnerabilidad que tengo ahora me hace cuestionar todo lo que damos por hecho”.

María no es funcionaria de alto nivel, pero ese testimonio personal resume el impacto en personas comunes que trabajan allí, en lo cotidiano de lo que debiera ser seguro.

El nombramiento polémico: ¿cuota o mérito?

La mujer en cuestión, Dominique Buffin (46 años), fue designada jefa de seguridad del Louvre en septiembre de 2024 —la primera en ocupar ese cargo en la institución— luego de una carrera previa en la policía y en el Ministerio de Cultura francés. 

El punto central de la controversia: algunos sectores de la prensa y la política afirmaron que su nombramiento respondió más a una política de feminización del personal —o “cuotas de género”— que a un procedimiento claramente basado en el perfil técnico y la experiencia específica en seguridad de alto nivel. 

Por ejemplo, un medio reportó que “Buffin ha sido acusada de ser una ‘diversity hire’ (contratación por diversidad) tras el robo al Louvre”. 

La institución, por su parte, no ha detallado públicamente que el proceso haya sido exclusivamente por cuota sin mérito; pero quedó claro que la política de feminización en los nombramientos fue mencionada en algunos documentos y notas de prensa. 

Esto plantea preguntas importantes:

  • ¿Cuál es la línea entre promover la igualdad de género —un valor legítimo— y garantizar los requisitos técnicos imprescindibles para un puesto crítico como la seguridad del mayor museo del mundo?
  • ¿Qué sucede cuando una institución concede prioridad a la representatividad sin asegurar que las competencias estén al máximo nivel exigido?
  • ¿Se trata de un caso individual o de un síntoma estructural en la administración pública y privada en Occidente?

Cuotas de género: objetivo ¿loable?, riesgo real

¿Qué son las cuotas de género?

Las cuotas de género son políticas que establecen un porcentaje mínimo de personas de un género (normalmente mujeres) para cargos directivos, juntas, nombramientos públicos o privados, con el fin de corregir desigualdades históricas. Desde la perspectiva de la justicia social en su dimensión de dignidad humana y equidad— promover la presencia de las mujeres en espacios tradicionalmente masculinos es una meta legítima, sin embargo no debe pasar por encima del derecho de los varones que tengan el talento para ocupar un puesto cuando una mujer no tiene ese talento

¿Por qué se usan?

  • Para superar exclusión sistemática de mujeres en cargos de poder.
  • Para diversificar perspectivas y mejorar el liderazgo organizacional.
  • Para cumplir con estándares legales o normativos de igualdad de género.

Riesgos y efectos no deseados

  • Cuando la cuota se aplica sin garantizar competencia, puede generar una percepción de tokenismo o «contratación simbólica».
  • Puede debilitar la credibilidad del nombramiento si se vincula directamente al género y no al perfil.
  • En puestos críticos (como seguridad, salud, finanzas) donde la competencia técnica es esencial, una cuota sin evaluación rigurosa puede exponer a la institución a riesgos graves.
  • Puede generar resentimiento entre el personal, divisiones internas o cuestionamiento de la legitimidad de la persona nombrada.

En el caso del Louvre, ese riesgo parece materializado: el robo puso en evidencia que la institución no estaba preparada, lo que alimentó críticas sobre si el nombramiento obedeció más a políticas simbólicas que a verdaderos criterios funcionales.

Equilibrio necesario

Desde los valores cristianos y de los valores mexicanos (respeto, justicia, bien común) es importante recordar que:

  • La igualdad no significa indiferencia a las diferencias de función.
  • La justicia exige que cada persona ocupe el puesto al que está llamada con competencia y eficacia, además de representar la dignidad de todos.
  • La equidad incluye reconocer que algunas responsabilidades requieren capacidades específicas que no pueden suplirse exclusivamente con representatividad.
  • La transparencia en los procesos de selección es clave para mantener la confianza pública.

Por tanto, las cuotas pueden servir como instrumento, pero jamás deben reemplazar los criterios de méritos, competencias y responsabilidad.

Implicaciones para Francia, el Louvre y la administración pública

El robo generó una crisis de imagen para Francia: un monumento mundial de la cultura se vio vulnerado ante la vista de todos. La comisión del Senado francés expresó que la seguridad del Louvre “no está a la altura de un museo del siglo XXI”. 

La correlación entre las fallas técnicas y el debate público sobre el nombramiento de la jefa de seguridad muestra que la política de cuotas y la gestión pública pueden colisionar en términos de eficacia institucional.

Para el Estado francés esto plantea dos deberes: garantizar la seguridad del patrimonio cultural y asegurar que los procesos de nombramiento cumplan tanto con la justicia de género como con la competencia técnica.

A nivel interno, el museo tiene varios frentes abiertos:

  • Un plan de modernización de seguridad que data de 2021 y que aún no se ha completado. 
  • Cuestionamientos sobre si la administración del museo priorizó otros proyectos de infraestructura antes que la seguridad. 
  • La necesidad de urgencia en implementar mejoras: la ministra de Cultura, Rachida Dati, anunció un fondo de seguridad y la instalación de dispositivos anti-intrusión en los accesos públicos al museo. 

Este nombramiento, entonces, se convierte en un foco simbólico que agrava una crisis técnica real. No es solo «una mujer al mando», sino una gestión que debe responder al patrimonio, a la imagen pública, al turismo y a la seguridad.

El caso ofrece lecciones para toda institución que adopte políticas de género:

  • Deben conjugarse representatividad + competencia.
  • Los procesos de selección deben ser públicos, transparentes y con métricas de desempeño claras.
  • En funciones vitales (seguridad, salud, infraestructura, energía) es imperativo que la persona nombrada tenga el perfil adecuado, independientemente del género.
  • Si se prioriza únicamente la cuota, se corre el riesgo de generar el efecto contrario al deseado: menos confianza, menos capacidad, menos justicia.

Toda persona tiene dignidad y que la comunidad tiene el deber de promover el bien común. En ese marco:

  • La igualdad de género es un valor esencial: ninguna mujer o varón debe ser excluido de la participación ciudadana o laboral.
  • Pero también lo es la subsidiariedad y la responsabilidad personal: cada puesto debe ser ocupado por quien esté mejor capacitado para servir al bien común.
  • La administración pública debe estar al servicio de la comunidad, no de la representación simbólica vacía.

Desde la legalidad, se exige que los procesos de contratación pública sean adecuados, transparentes y basados en la capacidad. Un nombramiento que parezca arbitrario o sin fundamento abre la puerta al descrédito institucional.

Desde los valores mexicanos —solidaridad, responsabilidad, justicia— el equilibrio adecuado es indispensable: se debe promover la igualdad de oportunidades, pero sin sacrificar la calidad del servicio público o la seguridad del patrimonio colectivo.

Este caso del Louvre nos interpela de México hacia arriba: cuando aplicamos políticas de género o igualdad en nuestras instituciones, debemos asegurar que no se conviertan en mero símbolo, sino en instrumento eficaz del bien común.

El robo al Louvre y el contexto del nombramiento de su jefa de seguridad plantean una cuestión clave: ¿cuándo la aplicación de políticas de igualdad deja de lado la meritocracia y pone en riesgo la funcionalidad institucional? En este caso:

  • El museo enfrentaba ya deficiencias profundas en materia de seguridad.
  • La designación de una mujer para el cargo fue interpretada por algunos como un acto de cuota más que una asignación basada en méritos, lo cual —aunque no probado en todos los detalles— generó desconfianza pública.
  • El resultado: una crisis que no es solo de género, sino de gestión, transparencia y responsabilidad.
  • Desde los valores de la humanistas, la igualdad debe ejercerse, pero no a expensas del bien común ni de la idoneidad profesional.
  • En México —y en cualquier nación que aspire a modernidad y justicia— el desafío es construir instituciones que sean inclusivas y capaces al mismo tiempo.

La lección para jóvenes de 18 a 35 años —la audiencia clave de este artículo— es doble:

  1. Al aspirar a cargos de liderazgo, exige ser reconocido por tu capacidad, tu responsabilidad y tu preparación, no solo por tu identidad.
  2. Como ciudadanos, vigila que las políticas de igualdad que apoyamos sean verdaderamente eficaces, que eleven a las personas por lo que valen y no solo para cumplir una cuota simbólica.

Solo así garantizamos que la igualdad sea auténtica, la meritocracia justa y las instituciones dignas del patrimonio que protegen. Y en última instancia, que cuando hablamos de género, talento, seguridad o patrimonio, no tengamos que lamentar que las buenas intenciones hayan socavado el bien común que se supone deben defender.

 

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