El 12 de diciembre de este año Jubilar 2025, en el Aula Pablo VI, la Fundación Pontificia “Gravissimum Educationis”, con el patrocinio del Dicasterio para la Cultura entregó el Premio Ratzinger al reconocido director Riccardo Muti.
El Maestro Muti, ha querido ofrecer un homenaje musical al Santo Padre, con motivo de la Solemnidad de la Navidad, su primera como Pontífice, acompañado por la comunidad que trabaja con él, la Curia Romana, los funcionarios de los Dicasterios y los invitados a ese evento.
En el concierto se interpretó la Misa de la Coronación de Carlos X, compuesta por Luigi Cherubini en 1825. El Maestro Muti dirigió la Orquesta Juvenil Luigi Cherubini, que él mismo fundó. Y el Coro «Guido Chigi Saracini» de la Catedral de Siena.
El Maestro Muti explica por qué eligió esta obra: «En un momento de la vida, cuando se recorre el mundo y se alcanza cierto éxito y se obtienen diversos reconocimientos y honores, llega un punto en el que eso ya no es suficiente. Uno también quiere que la música no sea simplemente un medio para recibir aplausos en una sala de conciertos». Con estas palabras, pronunciadas en la entrevista con Vatican News, Riccardo Muti resume la trayectoria de su presente actividad musical que busca un significado más radical, menos expuesta al consenso y más ligada a la verdad del arte.
La presencia de Cherubini en el programa no es un homenaje episódico, sino una constante en la vida artística de Muti: «Siento una gran admiración por este músico, al que Beethoven consideraba el más grande de su época. No hay nada «demostrativo» hacia el público, es pura esencia espiritual y religiosa».
Según Muti, la Misa de 1825 para la coronación del rey de Francia Carlos X, es una obra maestra de equilibrio entre la liturgia y la historia: «Cherubini no se preocupa por crear sonoridades suntuosas. El texto de la misa se ve realzado por la música de una manera profunda». El contrapunto, aunque muy refinado, no pierde «esa cantabilidad que da a cada palabra su significado más profundo». La narración se extiende idealmente desde el Renacimiento hasta Verdi, con una continuidad construida sobre la melodía italiana como vehículo de lo sagrado: «El punto focal es la exaltación de la palabra litúrgica».
Entre recuerdos personales, responsabilidad educativa y reflexión sobre el sentido más profundo de la música sacra. Recibió un premio que, según él mismo confiesa, le llega al punto más íntimo de su memoria: «Estoy muy feliz, pero sobre todo muy honrado de recibir este reconocimiento precisamente porque lleva el nombre del Papa Ratzinger, un pontífice al que he querido mucho».
Al terminar el concierto el Papa entregó a Riccardo Muti el Premio Ratzinger 2025, un galardón que se otorga anualmente a figuras eminentes de la cultura y el arte. Muti, reconocido universalmente como uno de los más grandes directores de orquesta, mantuvo una relación de amistad y respeto mutuo con el Papa Benedicto XVI, gran admirador de su arte. Como Papa emérito lo recibió a él y a su esposa en su residencia, para conocer mejor algunas ideas que Muti expresó sobre la música.
León XIV, vio esta iniciativa también como una oportunidad para tomar conciencia, comprometerse y fomentar la solidaridad sobre la emergencia educativa, con especial atención a la inclusión escolar. En todo el mundo, 60 millones de niños y jóvenes no están matriculados en ningún tipo de escuela, mientras que 160 millones de menores no acceden a la educación secundaria.
Este evento, además de haber cubierto las finalidades expuestas nos da la oportunidad para reflexionar sobre la riqueza inagotable de la música y los efectos tan profundos que provoca, tanto en la variadísima producción de distintos tipos de música como en los efectos que despierta.
Una clasificación amplia señala tres grandes grupos. El primer grupo se refiere a una música en el mundo y se observa en las cosas que se pueden ver en el cielo o en el ensamble de los elementos o en la diversidad de las épocas, por ejemplo, Platón y Pitágoras se refirieron a la armonía en el mundo sideral.
El segundo grupo se refiere a la música humana, por su parte, es la que es capaz de mezclarle al cuerpo no solo “aquella vivacidad incorpórea de la razón” sin la cual, como dice San Agustín, no puede haber música como tal, sino “una especie de ensamblaje y, por así decirlo, atemperamiento de voces graves y leves que consiguen una única consonancia”.
El tercer grupo de música es la compuesta y ejecutada por voces e instrumentos, como es para nosotros hoy la música, en general.
También podemos recordar algunas ideas sobre la música expresadas por personas destacadas en otros campos del saber y que sorprenden por la capacidad de sugerir coincidencias inexploradas. Es el caso de Platón en el Timeo, donde sostiene que la creación del mundo le confirió al cosmos un carácter de orden eminentemente musical. Aristóteles en su Política habla de una música que hace un gran bien socialmente y de otra que produce efectos exactamente contrarios
El sabio sacerdote, matemático y filósofo Boecio (480-525 d.C.) en su tratado sobre el fundamento de la música asegura que la música por naturaleza está vinculada con las personas y sus costumbres o las que ennoblece o degrada.
La lógica y la mística no son excluyentes entre sí, pues San Agustín consideraba a la música como una “ciencia casi divina” porque puede contener la armonía del universo y acercar a Dios.
Santo Tomás de Aquino y San Bernardo coincidieron al afirmar que el arte tiene también su lógica específica. Y Santo Tomás gran teólogo y excelente maestro no se privó de componer bellísimos motetes para dar gloria a Dios.
La música sacra es riquísima, por ejemplo para la celebración de la Santa Misa con motivo de un festejo o de una defunción.
Hay quienes afirman que un Requiem o canto fúnebre, tiene un hermano que es el Te Deum o canto de alabanza a Dios.
Con motivo de la próxima Navidad, el Papa León XIV expresó este deseo: “que la música sea la morada del alma: un espacio donde el corazón se exprese, acercándonos a Dios y haciendo que nuestra humanidad esté cada vez más inspirada por su amor”.
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