Economía mexicana cierra 2025 entre contrastes

El año económico 2025 cerró para México con una mezcla de tropiezos y logros que deja al país en una posición de modestia cautelosa: la inflación volvió a repuntar hacia fines de año, el crecimiento permaneció lánguido, pero el empleo formal marcó récords históricos y la deuda pública se mantuvo en niveles manejables. Entre reformas proteccionistas, riesgos externos y señales de recuperación en el mercado laboral, el relato económico del país en 2025 fue el de una economía que intenta acomodarse a un entorno internacional volátil sin perder del todo el pulso interno.

A comienzos de 2025 los indicadores dibujaban un panorama de baja dinámica: las proyecciones oficiales e internacionales esperaban un crecimiento moderado, alrededor del 0.5 al 1.0 por ciento, reflejo de la desaceleración del comercio global y del menor empuje de la inversión privada. Esa expectativa marcó el punto de partida para un año en el que gran parte de la política económica buscó priorizar estabilidad macroeconómica y recursos para programas sociales.

En materia de precios, México arrancó el año aún dentro de los márgenes trazados por la autoridad monetaria, pero con tensiones latentes. A medida que avanzó 2025, la inflación mostró episodios de aceleración y en noviembre registró un alza anual cercana al 3.8 por ciento, cifra que reavivó la preocupación por el núcleo inflacionario y la respuesta de política monetaria. Esa presión, combinada con anuncios fiscales y cambios regulatorios a final del año, alimentó expectativas de mayores riesgos para 2026.

Uno de los aspectos positivos del año fue el empleo formal: las cifras de afiliación al IMSS marcaron un nuevo récord hacia noviembre, con más de 22.8 millones de puestos registrados y casi 600 mil empleos formales generados entre enero y noviembre. Ese dinamismo laboral fue una de las pocas luces consistentes frente a la fricción que mostraron otros rubros macroeconómicos. Sin embargo, la calidad del empleo sigue siendo un reto: la subocupación y la informalidad mantienen niveles altos y condicionan la mejora real del ingreso de las familias.

En cuanto al endeudamiento, las cuentas públicas evidenciaron prudencia relativa. La deuda pública bruta se mantuvo alrededor del 51 por ciento del PIB hacia el cierre del año, una ligera reducción respecto a 2024 y un ancla importante que las autoridades han enfatizado para sostener la calificación soberana y la confianza de los mercados. Esta disciplina permitió cierta holgura fiscal para maniobrar, aunque no ilimitada, frente a choques externos.

El mapa de riesgos de 2025 tuvo varios actores. En el frente externo, la agenda proteccionista de Estados Unidos y la retórica sobre una posible revisión del T-MEC tensaron el clima de negocios. Las declaraciones del expresidente Donald Trump sobre replantear el acuerdo comercial generaron volatilidad en cadenas de valor y en decisiones de inversión que dependen del acceso preferencial al mercado norteamericano. La amenaza implícita de cambios al marco comercial condicionó negociaciones y alentó políticas domésticas orientadas a fortalecer la producción local.

En el plano interno, el año estuvo marcado por decisiones que mezclaron incentivos con medidas de control. La aprobación de nuevos aranceles a importaciones provenientes de países sin acuerdos comerciales y la discusión de cambios fiscales generaron incertidumbre entre algunos inversionistas. Al mismo tiempo, el gobierno impulsó reformas orientadas a aumentar ingresos y fortalecer el aparato recaudatorio, lo que si bien mejora las finanzas públicas a corto plazo también implica mayores costos regulatorios para el sector privado. Estos giros explican por qué, a pesar del sólido mercado laboral, la inversión fija privada se mostró cautelosa.

Entre las crisis más visibles del año destacó la tensión comercial derivada de medidas proteccionistas y la reacción de socios como China. Ese episodio, sumado a la incertidumbre por la agenda comercial estadounidense, evidenció la alta dependencia de México del comercio regional y los riesgos de intentar reorientar cadenas de suministro sin afectar relaciones clave. También hubo episodios de presiones inflacionarias y señales de desaceleración del comercio internacional que complicaron la lectura sobre el momento en que comenzaría una recuperación más sostenida.

No todo fueron nubarrones. Además del récord de empleo formal, 2025 dejó momentos favorables, como la moderación de la deuda como proporción del PIB y la consolidación de sectores exportadores, especialmente manufacturas vinculadas al sector automotriz y electrónico. Asimismo, la política fiscal orientada a tener una recaudación más sólida dio al gobierno margen para mantener programas sociales sin recurrir a un endeudamiento excesivo.

Para los inversionistas, los principales obstáculos hacia finales de 2025 fueron la incertidumbre regulatoria, cambios en reglas de comercio y en el marco fiscal, el riesgo de tensiones comerciales con Estados Unidos por la revisión del T-MEC, la posibilidad de nuevos aranceles recíprocos y la persistencia de problemas logísticos internos. También influyó la necesidad de mayor seguridad jurídica en contratos y reglas de competencia. En suma: México ofrece mercado, mano de obra competitiva y oportunidad geográfica, pero arrastra un entorno político y regulatorio que exige mayor certidumbre.

Mirando hacia 2026, las perspectivas son mixtas. Las proyecciones anticipan una recuperación lenta del PIB, pero su materialización dependerá de tres factores clave: la claridad sobre el futuro del T-MEC y la relación comercial con Estados Unidos; la capacidad del gobierno para reducir la incertidumbre regulatoria sin sacrificar ingresos fiscales; y la evolución de la inflación internacional y local, que marcará la ruta de la política monetaria. Si se mantiene la prudencia fiscal y se construye estabilidad regulatoria, México podría aprovechar la relocalización industrial. Si no, el país podría seguir atrapado en un crecimiento por debajo de su potencial.

En síntesis, 2025 será recordado como un año de contrastes: con empleos formales récord y disciplina fiscal por un lado, y presiones inflacionarias, políticas proteccionistas e incertidumbre comercial por el otro. El desafío para 2026 consiste en transformar esa estabilidad macro en señales claras y reglas estables que permitan detonar inversión productiva y, con ello, un crecimiento más amplio y sostenido.

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