Educación para forjar personas sociables

¿Qué espero de mis alumnos? Ante unos enfoques donde se excluye el esfuerzo, el sacrificio, la donación desinteresada y se privilegian los adelantos tecnológicos para obtener datos que deberían saberse o dar respuestas a problemas específicos de la propia profesión, muchos maestros se encuentran desalentados.

Sin embargo, hay luces potentes que se deben aprovechar, capitalizándolas   según el estilo propio de cada docente y el nivel educativo en donde se desempeñan. Es un planteamiento muy personal, con retos, pero con la confianza en la propia experiencia y en el innegable deseo de todos a la superación y a estar preparados para desempeñarse con competencia.

Hay que tomar en cuenta la independencia generalizada en todos los niveles. Además del deseo de conseguir cualquier resultado de inmediato y sin esfuerzo. Desde el hogar no hay facilidades para desarrollar hábitos. Sabemos que para lograr un hábito bueno se necesita practicar con constancia y durante un tiempo prolongado. 

Antes, en casa, había un adulto que estaba pendiente de la conducta aconsejada a cada niño o adolescente y conocía bien las cualidades y defectos de cada uno, e insistía siempre en ellos, reprochaba los descuidos y los alentaba al comprobar los logros. Eso es necesario para ser constantes en el modo de proceder, siempre se necesita un recordatorio y con esa constancia era más probable alcanzar la virtud.

Como ese acompañamiento es precario o ya no se da, la actividad docente es más compleja, por eso, los profesores deben ayudarse más, apoyarse y acompañarse para aprovechar la experiencia entre ellos e incluso para animarse mutuamente. Es evidente que los alumnos son más dispersos, tienen poca capacidad de atender y ya no están acostumbrados a órdenes, recordatorios y exigencia.

El apoyo de los padres de familia es casi imposible por sus ocupaciones laborales. El modo de compensar su ausencia muchas veces deriva en evadir las observaciones o en corregir, e incluso a defender los modos de reaccionar de sus hijos, aunque sean inoportunos, y culpan a otros. Por eso, muchas veces la presencia de los padres en la escuela sólo es para defenderlos, sin aceptar ningún tipo de error que hubieran cometido. Incluso hay situaciones más graves como son las demandas por motivos leves y la franca oposición al sistema cuando sus hijos se molestan.

Actualmente se han elaborado características de las personas contemporáneas. Cito algunas que nos dan idea. Hasta hace poco tiempo se hablaba de personalidades líquidas porque con débiles convicciones adoptaban las conductas de la generalidad o del ambiente, presentándose desestructurados. Ahora las califican de volátiles debido a su poca permanencia en un sitio y a la abrumadora información elegida sin criterio. Se interesan, sin suficiente justificación, por variadas noticias que no les permite estar ni aquí ni allá.  

Son instintivos o imaginativos, muy creativos eso sí. Viven mundos ficticios que los saturan por lo inalcanzable y son poco realistas debido a los contenidos de los recursos tecnológicos que frecuentan. Por este motivo tampoco se sitúan ni aprovechan el tiempo. Obviamente no están preparados para resolver problemas o para aceptar horarios establecidos.

Soñadores pues se deben al mundo de las pantallas y por lo tanto no comprenden los entornos de las diferentes ciencias y están lejos de relacionar causas y consecuencias. Mucho menos pueden diseñar operaciones. El mundo que conocen no es el del día a día. Prefieren disfrutar el momento actual antes de que desaparezca.

Como se dice en unas líneas arriba, se les dificulta respetar horarios establecidos pues ellos mismos están sujetos a los intereses del momento y difícilmente planean su día. Por esto y los demás motivos no entienden la sociabilidad con la capacidad de entender a los demás y fomentar las relaciones que muchas veces piden adaptarse y ceder.

Con todas estas características, las personas de este tempo tienden a ser cambiantes, nerviosas, ausentes y aisladas. En esto no caen en cuenta porque están orgullosos de ser seguidores de alguien popular y sentirse parte de un gran público o porque ellos mismos consiguen muchísimos seguidores.

Por supuesto hay excepciones y es injusto adoptar estos puntos de vista y juzgar a todos con esos criterios. Pero son tendencias que nos impactan, aunque sean a baja escala. 

¿Qué les urge? Aprender a compartir, a entender las diferencias de modos de ser. A descubrir las necesidades propias y ajenas. A adquirir hábitos de reflexión y a calificar sus actos con sinceridad. A la necesidad que tenemos de comprender y ser comprendidos. Especialmente saber respetar a los muy distintos o con otra o con poca educación.

Urge encontrar en las sociedades personas íntegras y honestas. Hay personas que dan muy mal ejemplo por sus costumbres dudosas, que logran un alto nivel económico y los adoptan como modelos. Es imprescindible que el valor económico no se priorice sobre todo lo demás. Hay mucha necesidad de personas éticas que saben estar donde les corresponde y ser éticas y honestas. 

La tarea docente siempre ha sido ardua, no pueden tratar a todos sin contar con sus defectos y cualidades, necesitan idear detalles para cada uno. También los compañeros pueden ser buenos aliados, pero es necesario enseñarles y no dejarlos solos.

Los auténticos trabajos en grupos reducidos pueden ser una buena ayuda para fomentar la sociabilidad, pero requieren supervisión para que todos colaboren y para que no se hagan subgrupos antagónicos o haya excluidos. Al presentar los trabajos realizados es necesario verificar que todas las condiciones señaladas se cumplan.

Recientemente el Papa ha dado muchas pautas educativas, hemos de adoptarlas porque son fuente de luz y esperanza. En uno de sus encuentros expresó estas bellísimas palabras: recordó que los verdaderos maestros enseñan con una sonrisa y su tarea es despertar alegría en el alma de sus alumnos.

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