Cada año, el 23 de octubre se celebra el Día del Médico en México, una fecha que suele pasar desapercibida para muchos, pero que marca la profunda gratitud hacia quienes dedican su vida al cuidado de la salud y al acompañamiento humano en los momentos de mayor vulnerabilidad. La efeméride, instituida en 1937 en honor al Dr. Valentín Gómez Farías y a la Facultad de Medicina, recuerda que detrás de cada diagnóstico hay una historia humana, una familia y una esperanza.
Sin embargo, este reportaje no se limita a la coyuntura celebratoria. Busca profundizar en la dimensión ética, humanitaria y espiritual del oficio médico: una vocación que en la tradición cristiana se entiende como servicio, como misión y como compromiso radical con la dignidad humana.
El Papa Francisco lo sintetizó en una frase emblemática dirigida a profesionales de la salud en 2019: “Cuidar es un compromiso moral, no solo técnico; es tocar la carne sufriente de Cristo en cada persona enferma”. En un país donde el sistema de salud enfrenta crisis recurrentes, honrar esta vocación se vuelve más urgente que nunca.
Contexto y antecedentes: la larga historia de un oficio que sostiene civilizaciones
La profesión médica es una de las más antiguas de la humanidad. Desde los primeros sanadores en culturas mesoamericanas hasta la medicina científica del siglo XXI, el ejercicio de sanar ha sido siempre un acto profundamente humano.
La OMS afirma que “la medicina es un bien social esencial” y representa uno de los pilares del desarrollo de cualquier nación. En México, más de 305 mil médicos ejercen actualmente, según el INEGI (2023). Muchos trabajan en condiciones precarias: hospitales saturados, falta de insumos, zonas violentas o regiones rurales donde son la única esperanza médica para miles de personas.
El sistema de salud mexicano arrastra problemas estructurales:
- Desigualdad territorial: estados como Chiapas, Guerrero y Oaxaca tienen menos de 1.5 médicos por cada mil habitantes, cuando la OCDE recomienda 3.5.
- Crisis de medicamentos: entre 2019 y 2023 se documentaron más de 35 mil reportes de desabasto según la plataforma CeroDesabasto.
- Violencia laboral: el Colegio Médico de México ha reportado agresiones constantes, especialmente en zonas inseguras.
En medio de estas cifras, el testimonio de quienes ejercen deja ver la realidad desde el terreno. La doctora María Fernanda Neri, médica general en Hidalgo, lo resume así: “La gente cree que los médicos solo recetamos. Pero también acompañamos el miedo, el llanto, la incertidumbre. Somos testigos del dolor y de la esperanza todos los días.”
La mirada de la dignidad, misericordia y bien común
Una visión humanista insiste en la sacralidad de la vida y en la responsabilidad moral de quienes la cuidan. Tres principios iluminan especialmente la vocación médica:
Juan Pablo II lo enseñó con claridad: “El enfermo nunca es un número; es siempre un hermano.”
Para la tradición cristiana, cada vida tiene un valor absoluto, desde su inicio hasta su fin natural. El médico, por tanto, es guardián y protector de esa dignidad.
El Evangelio presenta al Buen Samaritano como modelo del que se inclina ante el sufrimiento del otro. En la práctica médica, esto implica un amor concreto: limpiar heridas, escuchar, consolar, dar malas noticias con compasión.
En un mundo que a veces mercantiliza la salud, el humanismo exige que el ejercicio médico sea guiado por la honestidad, la justicia y el compromiso con el bien común.
El Papa Francisco denunció la “cultura del descarte” que deja fuera a los pobres. En México, donde cerca del 51% de la población declara dificultades para acceder a servicios de salud (INEGI 2023), la labor del médico enfrenta un fuerte componente social.
Desafíos del ejercicio médico en la sociedad contemporánea
Ser médico hoy en México implica enfrentar múltiples tensiones, tanto técnicas como éticas y humanas.
1. Respetar la autonomía del paciente: En línea con la bioética contemporánea, la Iglesia reconoce el valor de la libertad humana. Pero autonomía no significa abandono. El médico debe acompañar, orientar y considerar la dimensión emocional y espiritual. El psicólogo clínico José Luis Lozano, especialista en acompañamiento al final de la vida, explica: “La gente no solo quiere saber qué tiene, sino cómo vivir con ello. Y ahí el médico juega un papel que va más allá de la bata blanca.”
2. Formación ética y humana: Escuelas de medicina en México insisten cada vez más en materias de bioética, tanatología y comunicación. Sin embargo, muchos médicos jóvenes expresan que la presión laboral les impide procesar el sufrimiento que observan. La residente Andrea Salazar, del Hospital General de México, relata: “Nos enseñan a salvar vidas, pero nadie nos enseña a lidiar con la muerte o con el desgaste emocional. Necesitamos más formación humana.”
3. Ejercer en contextos de crisis: La pandemia de COVID-19 reveló tanto la grandeza como las fragilidades del sistema. Entre 2020 y 2022, México fue uno de los países con mayor mortalidad de personal médico por contagio, según Amnistía Internacional. Muchos murieron sin suficientes insumos o protección.
4. Desigualdad social y marginación: En municipios rurales, los médicos atienden condiciones extremas: falta de ambulancias, caminos intransitables y pacientes que caminan horas para llegar a una consulta. El doctor Luis Gerardo Gómez, médico itinerante en la Sierra Tarahumara, lo describe así: “Aquí la medicina es pura humanidad. A veces no tienes más que tu criterio, tu fe y tus manos.”
La dimensión ética y solidaria: la gratuidad como valor cristiano
El espíritu cristiano recuerda que la salud no es un privilegio: es un derecho humano. Y la medicina es un acto de servicio que no se agota en lo técnico. Una mirada humana subraya la misericordia, entendida no como lástima sino como compasión activa. Para un médico, esto significa mirar a cada paciente como alguien valioso, no como un caso más.
En México conocemos historias de médicos que llegan a comunidades a pie, que dan consultas sin cobrar, que compran con su propio sueldo medicinas para quienes no pueden pagarlas. Estas historias no suelen aparecer en las estadísticas, pero sostienen la vida del país.
La enfermera chiapaneca Rocío Hernández relata: “He visto médicos quedarse toda la noche al lado de un niño para asegurarse de que no deje de respirar. Eso no está en ningún protocolo; eso solo sale del corazón.”
Inspiración del ejemplo: la medicina como forma de amor
La vocación médica no es una profesión más. Es, como dicen muchos, un “llamado”. Y ese llamado implica estar presente en los momentos más duros de una familia: el nacimiento, la enfermedad, la espera, el diagnóstico, la despedida. El médico es testigo de alegrías y tragedias, y se vuelve un puente entre la fragilidad y la esperanza.
El Papa Francisco lo dijo: “El médico cristiano cuida las heridas del cuerpo, pero también ayuda a sostener el alma.” Testimonios como el del doctor Rafael Torres, oncólogo pediatra, revelan la dimensión espiritual del oficio: “Cuando un niño te toma la mano y te pregunta si se va a morir, entiendes que la medicina es más que ciencia. Es acompañar, incluso sin respuestas.”
Celebrar, agradecer y renovar nuestro compromiso con quienes cuidan la vida
En este Día del Médico, México tiene razones de sobra para agradecer: a los que están en hospitales saturados, a los que trabajan en comunidades olvidadas, a los que enfrentan la pandemia, la violencia o el desabasto, a los que vuelven a empezar cada mañana.
Pero también es un día para reflexionar. Un país que no cuida a sus médicos, tampoco puede cuidar a sus enfermos. Honrarlos implica exigir justicia, condiciones dignas, respeto, recursos suficientes y un sistema que ponga a la persona humana en el centro.
La mejor manera de celebrar este día es renovar nuestro compromiso ético, social y espiritual con ellos… y con todos los enfermos que esperan ser tratados con dignidad.
Porque sanar no es solo curar.
Sanar es acompañar.
Sanar es servir.
Sanar es amar.
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