Si se pregunta quiénes “son” el Opus Dei, la mayoría de la gente imagina sacerdotes, numerarios o grandes empresarios. Sin embargo, la mayor parte de los miembros son supernumerarios: hombres y mujeres, en su mayoría casados, que viven el espíritu de la Obra en su familia, su trabajo y su entorno social, sin cambiar de oficio ni de estilo de vida externo.
Para ellos, las reformas de Francisco y León XIV se han vivido, sobre todo, como un contexto que les interpela a ser más coherentes, no como un terremoto que altere sus rutinas.
¿Qué es un supernumerario hoy?
Los supernumerarios participan en la vida del Opus Dei a través de:
- medios de formación (círculos, retiros, charlas),
- compromisos de oración y sacramentos,
- apoyo a obras educativas o sociales,
- apostolado en su entorno (familia, amigos, trabajo, parroquia).
No viven en centros ni asumen el celibato; su “campo de batalla” es la casa, la empresa, el barrio. La reforma jurídica no modifica estos elementos esenciales: la Prelatura misma ha subrayado que las obligaciones de los laicos se concretan en acuerdos libres y que la esencia de su vida no se ve alterada por los motu proprios.
Alejandra y Jorge, matrimonio de clase media en Monterrey, son supernumerarios desde hace diez años. Él trabaja en logística; ella es maestra de primaria. Alejandra cuenta: “Cuando escuché de los cambios, lo primero que pensé fue: ‘¿Y ahora van a cerrar los centros? ¿Van a cambiar las actividades de nuestros hijos?’. Hablé con la directora del centro y nos explicó que, básicamente, nuestra vida seguiría igual: círculos, retiros, misas… Lo que sí nos insistieron fue en entender mejor el carisma y hablar menos de ‘nosotros’ como grupo y más de ‘nosotros’ como familias cristianas insertas en la Iglesia.”
Jorge lo resume con una frase muy norteña: “Nos toca menos defender la marca y más vivir el fondo.”
Familia, trabajo y Doctrina Social de la Iglesia
Si hay un lugar donde la reforma del Opus Dei se toca con la Doctrina Social de la Iglesia es en la vida de los supernumerarios:
- Dignidad del trabajo: vivir la ética profesional, rechazar la corrupción, pagar salarios justos, no usar la fe como coartada para prácticas deshonestas.
- Centralidad de la familia: hacer de la casa un lugar de acogida, diálogo y fe vivida, no un simple “hotel” donde cada quien entra y sale.
- Participación ciudadana: involucrarse en causas sociales, asociaciones civiles, parroquias, escuelas, construyendo comunidad.
En México, donde la desigualdad y la informalidad laboral son enormes, este carisma tiene una carga social fuerte: santificar el trabajo implica no aceptar la tranza ni la explotación. Y eso es mucho más exigente que cualquier debate sobre estatutos.
Rumores, desinformación y la prueba de la coherencia
Los supernumerarios han vivido las reformas en un clima saturado de información y desinformación religiosa:
- titulares alarmistas sobre “castigos” al Opus Dei,
- rumores de cartas duras de León XIV (que la Prelatura ha desmentido públicamente),
- debates en redes entre defensores a ultranza y detractores furibundos.
Para muchas familias, la pregunta de fondo es sencilla: ¿sigue valiendo la pena educar a nuestros hijos en este carisma? La respuesta no puede ser meramente institucional. Debe pasar por la experiencia concreta:
- ¿Encontramos aquí ayuda para vivir el Evangelio?
- ¿Nos impulsa a servir más y mejor a los demás?
- ¿Nos hace más libres y responsables, no más dependientes o infantilizados?
El papel de los supernumerarios en la nueva etapa
Paradójicamente, la reforma que algunos interpretan como “limitación de poder” puede terminar siendo una oportunidad para que los supernumerarios asuman un papel más activo:
- Haciendo de puente entre la Prelatura y las parroquias locales.
- Participando en consejos pastorales, proyectos sociales, escuelas de padres.
- Dando la cara en ambientes seculares —empresa, universidad, política— sin usar etiquetas, sino testimonio.
La propia actualización del canon 296, que habla de la cooperación laical mediante acuerdos, subraya que los laicos no son súbditos, sino colaboradores adultos, con responsabilidad propia en la misión y en la vida de la Iglesia.
La reforma vista desde la sala y la cocina
Leída desde la sala de una casa mexicana, con mochilas escolares en el piso y comida en el fuego, la reforma del Opus Dei se reduce a una pregunta clave: ¿qué tipo de cristianos queremos ser?
Si la respuesta es “personas que buscan a Dios en la oficina, en el tráfico, en el súper y en la mesa de la casa”, entonces el carisma del Opus Dei —purificado de excesos institucionales— sigue teniendo sentido.
Para los supernumerarios, la llamada es clara: menos preocupación por la imagen de la Obra, más esfuerzo por vivir la justicia, la solidaridad y el amor en la familia y el trabajo. Al final, es ahí donde se juega la credibilidad del Opus Dei y, en última instancia, de la Iglesia.
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