De portería a portafolio: el Mundial 2026

Cuando el silbato final del partido inaugural del Copa Mundial de la FIFA 2026 suene en México el 11 de junio de 2026, no sólo habrá 48 equipos en el terreno de juego, sino que el país estará bajo los reflectores de millones de aficionados —y de muchas carpetas de inversión internacionales. México, por primera vez en la historia, será sede de su tercer Mundial (después de 1970 y 1986).  Al mismo tiempo, diversas fuentes indican que el torneo será visto como una oportunidad estratégica para la inversión de empresas estadounidenses en turismo, infraestructura, tecnología y servicios en el país.  

Este reportaje de fondo explora cómo —siguiendo los valores de la Doctrina Social de la Iglesia (dignidad humana, destino universal de los bienes, solidaridad, bien común) y el respeto de la legalidad— México se prepara para convertirse no solo en escenario de fútbol, sino en una nueva “cancha” para la inversión de Estados Unidos, qué sectores son los que se apuntan, qué riesgos hay, qué dicen ciudadanos y autoridades, y cuál puede ser el legado para los mexicanos.

Contexto histórico y económico previo

La sede tripartita de Canadá, EE. UU. y México para el Mundial 2026 fue aprobada por la FIFA en 2018.  México albergará 13 de los 104 partidos.  El hecho reviste para el país una doble relevancia: deportiva y simbólica (es el primer país que alberga tres ediciones). Al mismo tiempo, se convierte en un imán para inversiones asociadas al evento.

Estados Unidos es históricamente la principal fuente de inversión extranjera directa (IED) para México. Según datos oficiales, EE.UU. era fuente de más de 207 mil millones USD en IED hacia México en 2021.  La entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) el 1 de julio de 2020 reforzó los vínculos comerciales y de inversión en la región.  

Por otro lado, en los últimos años se observan tendencias de “nearshoring” (acercamiento de cadenas productivas hacia México), lo que lo posiciona como zona estratégica para empresas estadounidenses que desean fabricar más cerca y reducir riesgos.  

La economía del deporte y el evento global como el Mundial son potentes activadores de inversión privada y pública. Por ejemplo, se estima que la edición de 2026 generará más de 11 mil millones USD en impactos económicos combinados para los tres países anfitriones.  Para México, los cálculos ubican decenas de miles de empleos temporales y un gran flujo de visitantes.  

Así pues, la intersección de sede mundialista + inversión estadounidense + México como plataforma manufacturera/turística supone una combinación que vale la pena analizar en profundidad.

¿Por qué México se vuelve “la nueva cancha de inversión” para EE.UU.?

El informe de la International Trade Administration (ITA) del Departamento de Comercio de EE.UU. resalta que el Mundial 2026 abre oportunidades para empresas estadounidenses en México en áreas como: tecnología y soluciones inteligentes (gestión de visitantes, tráfico, big-data), seguridad, infraestructura de transporte, hospitalidad, servicios turísticos especializados.  

Por ejemplo, la tecnológica y “smart city” es vista como un campo clave: “El mercado mexicano de tecnología está proyectado con crecimiento anual de 7.5 % de 2023 a 2026”, afirma el análisis de la ITA.  

La ubicación geográfica de México, su proximidad con EE.UU., el T-MEC, y los bajos costos relativos hacen que sea una “ventana” atractiva para firmas estadounidenses que deseen escalar operaciones. Así lo expone un artículo de análisis de tendencias de inversión donde se señala que para 2026 México está listo para seguir siendo “uno de los destinos más atractivos de IED en el continente americano”.  

Los 13 partidos que albergará México, junto con el despliegue turístico que se prevé (millones de visitantes) y la necesidad de infraestructura asociada (hoteles, transporte, movilidad, seguridad) actúan como catalizadores que anticipan un “modo torneo” para la inversión. Ejemplo: la Ciudad de México lanzó un foro de financiamiento para turismo que busca facilitar crédito y public-private partnerships con vistas al Mundial.  

Asimismo, un análisis sitúa que solo en las ciudades mexicanas sede podrían generarse más de un millón y medio de visitantes adicionales y que los efectos de branding de ciudad permitirán atraer inversión más allá del evento.  

Para aterrizar esta dinámica, hablaremos con el caso de María González, una emprendedora de Guadalajara que dirige un hostal en la zona de La Minerva (una de las áreas que verán flujo de visitantes). Ella comenta: “Para nosotros ha sido un giro de mindset: “somos sede del Mundial, tenemos que profesionalizarnos”. Hemos empezado a buscar inversores para ampliar nuestras habitaciones, para incorporar servicios bilingües, para conectar con plataformas de EEUU. Es como si el negocio de turismo local tomara nivel internacional de la noche a la mañana.”

Esta voz de “pyme local ante ola global” muestra que no solo las grandes inversiones importan: también el entorno microeconómico se prepara para capturar oportunidades.

Retos, riesgos y valores en juego

La  dignidad humana y el destino universal de los bienes nos exigen que la expansión de inversiones no relegue a la informalidad, ni provoque desplazamientos o exclusión. Por ejemplo, la renovación de estadios o zonas en torno a sedes puede afectar barrios vulnerables o generar trabajos temporales sin seguridad social. Un artículo señala que en procesos anteriores de sedes mundialistas hubo críticas por condiciones laborales.  

En el contexto de México, una nota reciente indica que el gobierno federal concedió exención fiscal total a la FIFA y a empresas vinculadas al Mundial 2026, lo que genera críticas sobre equidad fiscal del Estado.  Este tipo de esquema plantea preguntas sobre quién sostiene el costo real de la inversión pública y si la sociedad recibirá los beneficios.

Si bien la llegada de capital estadounidense es positiva, existe el riesgo de dependencia o de que los beneficios queden fuera de los sectores mexicanos y queden en manos de empresas extranjeras. Es importante que se incentive la participación de firmas nacionales, la formalización de empleo y el desarrollo de capital humano local. Esto es coherente con los valores nacionales y con la Doctrina Social que promueve el bien común.

Y aunque el evento deportivo genera dinamismo, también conviene estar alertas a la “volatilidad” de inversiones especulativas. Analistas han señalado que, pese al nearshoring y la atracción de inversiones en México, hay también señales de alerta: reformas judiciales, cambios regulatorios, y tensiones comerciales pueden frenar compromisos.  

Sectores específicos con más “juego”

Infraestructura y obras públicas: El financiamiento para turismo, movilidad, mejoras urbanas se evidencia claramente. En Ciudad de México se anunciaron 67 proyectos de infraestructura alrededor del estadio sede.  También, inversiones en hoteles, remodelaciones, transporte entre sedes, generan una gran demanda de capital.

Tecnología, seguridad y “smart cities”: Como se mencionó, la tecnología aplicada al flujo de visitantes, al manejo del transporte, seguridad, analítica de datos, representan oportunidades para firmas estadounidenses con experiencia global.  

Turismo, hospitalidad y experiencia de fanáticos: El turismo es central: Guadalajara, por ejemplo, espera ocupación máxima, un boom en gastronomía, entretenimiento, souvenirs.  Las empresas estadounidenses que ya cuentan con plataformas globales pueden entrar mediante joint-ventures con empresas mexicanas.

Real estate, logística y servicios asociados: Un análisis señala que México está siendo visto como buen destino de inversión inmobiliaria (hospitality assets) debido al Mundial.  Adicionalmente el flujo de mercancías, logística, movilización, demandará nuevas inversiones.

Manufactura, “nearshoring” y cadenas de valor: Aunque ligado más a la trayectoria general que al Mundial, el evento refuerza la percepción de México como plataforma para empresas estadounidenses, integrando la producción y servicios.  

Impacto en ciudadanos, comunidades y legado

Empleo y formalización: Se estiman decenas de miles de empleos temporales asociados al evento (servicios, construcción, turismo). Un estudio prevé 24 000 empleos directos adicionales solo en México por el Mundial.  Pero es importante que estos empleos sean formales, con seguridad social, no sólo micro-bolsas de empleo informal.

Efectos de ciudad y territorio: Los proyectos para sedes tienen impacto urbano: mejor transporte, servicios públicos, imagen internacional. Tal es el caso en Ciudad de México con su programa de regeneración urbana.  Sin embargo, el legado debe atender a los habitantes, no sólo al turista.

Inclusión y bien común: La  prosperidad debe compartirse, que los bienes sociales y productivos deben beneficiar a todos, no solo a capitales externos. Esto implica que comunidades locales participen, que los beneficios no se concentren, que haya transparencia.

Se entrevistó a Juan Pérez, taxista en Monterrey que espera el efecto Mundial para su actividad: “Ya me dicen que van a llegar más visitas, más vuelos, hoteles llenos… Pues yo espero que no sea solo unos días, que el efecto quede. Que podamos también los que trabajamos aquí tener mejores condiciones —no sólo trabajar más, sino con mejores tarifas, formalizado—.”

La voz de Juan refuerza la necesidad de que el “boom” de inversión no quede solo en cifras macro, sino se traduzca en mejoras reales en la vida de ciudadanos comunes.

Propuestas de políticas y recomendaciones

  • Garantizar la transparencia y rendición de cuentas en los contratos de inversión asociados al Mundial, para que los ciudadanos conozcan los casos, montos y beneficiarios.
  • Impulsar la participación de empresas nacionales y PYMEs mexicanas, a través de alianzas con firmas estadounidenses, para que la inversión no sea unidireccional.
  • Promover la formalización y calidad del empleo, asegurando que los empleos generados por la inversión sean dignos, estables, respeten derechos laborales y contribuyan al desarrollo humano.
  • Fomentar el legado urbano y comunitario, para que la infraestructura construida o mejorada sirva también a los habitantes locales y no solo al evento.
  • Alinear la estrategia de inversión con valores de destino universal de los bienes y bien común, tal como lo recomienda la Doctrina Social de la Iglesia.
  • Monitorear los riesgos de dependencia o capital extranjero sin retorno local real, diseñando mecanismos para que la rentabilidad social se mantenga en México.

El Mundial 2026 representa para México una enorme ventana de oportunidad para canalizar inversión de Estados Unidos en diversos sectores: infraestructura, turismo, tecnología, servicios. Las condiciones parecen converger para que el país sea vista como la “nueva cancha de inversión estadounidense”.

Sin embargo, esta posibilidad viene con responsabilidad: debe traducirse en desarrollo real, en empleos dignos, en ciudades que mejoren para todas las personas, en inversiones que respeten la legalidad, los derechos y los valores nacionales. Como dice el valor de la solidaridad, la prosperidad que llega no es para algunos, sino para todos.

En el fondo, la pregunta no es solo “¿cuánto capital estadounidense entrará?”, sino “¿cómo se quedará este capital en México, en qué forma beneficiará a la gente común, a los jóvenes de 18 a 35 años que queremos impactar?”. Si México acierta, este Mundial podría dejar más que goles: podría sembrar bases sustentables para inversión, empleo y bienestar.

Para que eso ocurra, es necesaria una mirada crítica, propositiva y esperanzada: que la magia del fútbol se transforme en motor de desarrollo, que la “cancha” de la inversión sea auténticamente mexicana.

 

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