Las ciudades en México están creciendo a un ritmo acelerado, pero este crecimiento está marcado por una profunda desigualdad y una alarmante falta de planificación. Esta expansión descontrolada está generando graves problemas sociales, económicos y ambientales, y corre el riesgo de intensificar las brechas existentes entre los distintos sectores de la población.
Pero la pregunta clave es, ¿cómo podemos lograr que las ciudades mexicanas crezcan de forma equitativa, sostenible y planificada para garantizar un futuro digno para todos sus habitantes?
¿Cómo es este crecimiento desigual?
La expansión urbana descontrolada ha invadido zonas agrícolas y ecosistemas naturales, generando problemas de movilidad, escasez de servicios básicos y pérdida de biodiversidad. La segregación socioespacial se ha intensificado, mientras las zonas privilegiadas concentran infraestructura, empleo y servicios, las periferias se llenan de asentamientos informales sin agua potable, drenaje ni seguridad jurídica. Esta informalidad urbana representa más del 30% del crecimiento en algunas ciudades.
El deterioro ambiental es otro síntoma crítico. La contaminación del aire y del agua, la deforestación y el aumento de riesgos por desastres naturales son consecuencias directas de este modelo de desarrollo urbano fragmentado.
¿Por qué crecen así nuestras ciudades?
La falta de planeación urbana integral y actualizada es una causa estructural. Muchos municipios carecen de planes vinculantes o de visión a largo plazo. A esto se suma la debilidad institucional, corrupción, escasa coordinación entre niveles de gobierno y falta de recursos impiden una gestión eficaz del territorio.
La especulación inmobiliaria también juega un papel clave. Grandes desarrolladores impulsan proyectos en zonas alejadas, sin considerar la conectividad ni el impacto social. Además, la migración del campo a la ciudad, especialmente hacia zonas marginadas, ha acelerado este crecimiento desequilibrado.
Consecuencias que estamos pagando
La pobreza urbana se ha incrementado, más del 40% de los hogares en zonas periféricas carecen de servicios básicos. La desigualdad social se profundiza, limitando la movilidad y el acceso a oportunidades. La inseguridad y la violencia se concentran en zonas excluidas, donde la falta de empleo y educación alimenta el crimen. Los problemas de salud, derivados de la contaminación y la falta de espacios verdes, afectan especialmente a niños y adultos mayores. Y el impacto ambiental contribuye al cambio climático y a la pérdida de ecosistemas urbanos.
¿Qué podemos hacer?
Para lograr ciudades más justas y habitables, México necesita una planificación urbana integral. Esto implica diseñar planes participativos donde las comunidades formen parte activa de las decisiones, promover políticas de uso de suelo que favorezcan la inclusión social, invertir en un sistema de transporte público eficiente y garantizar espacios públicos seguros y de calidad para todas las personas.
Pero planear no basta. Es necesario un fortalecimiento institucional real, combatir la corrupción en los gobiernos locales, mejorar la coordinación entre municipios y estados, y asegurar procesos transparentes en cada etapa del desarrollo urbano. Sin instituciones sólidas, cualquier estrategia queda en el papel.
El crecimiento sostenible también depende de políticas sociales inclusivas que garanticen vivienda digna, acceso a servicios básicos, como agua, electricidad y salud, así como programas que fomenten la integración comunitaria. Vivir en la ciudad no debe ser un privilegio, sino un derecho.
Al mismo tiempo, se requieren acciones que impulsen el desarrollo económico local. Apoyar a las pequeñas y medianas empresas, ofrecer capacitación laboral y fomentar el turismo sostenible permitirá generar empleo y fortalecer la economía desde los barrios hacia afuera.
Finalmente, cualquier modelo de ciudad del siglo XXI debe considerar la adaptación al cambio climático: reducir emisiones contaminantes, proteger los ecosistemas urbanos y gestionar de manera responsable el agua, recurso cada vez más escaso en las metrópolis mexicanas.
El crecimiento desigual de las ciudades mexicanas es una bomba de tiempo. Para desactivarla se necesita voluntad política, participación ciudadana y una visión de futuro que coloque al centro la equidad, la sostenibilidad y el bienestar colectivo. La forma en que construyamos nuestras ciudades hoy definirá el país que heredarán las próximas generaciones.
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