He leído uno que otro análisis sobre la guerra Hamás-Israel (porque no es Israel contra Gaza) que entienda lo que pasa en ese minúsculo pedazo de tierra. La guerra, declarada por Hamas a Israel el 7 de octubre de 2023, aún seguiría si Trump no hubiera intervenido cuando presentó ante el mundo sus 20 puntos para lograr la Paz. El hecho sorprendió descolocados a los terroristas, y no podían responder con la violencia que los caracteriza, porque los apoyos incondicionales de muchos países occidentales, los podría perder.
A Occidente no le podía decir Hamás, por ejemplo, que no quiere, y jamás la ha querido, justicia Cuatro veces se ha hecho el intento de convencer a los palestinos de que la única manera de lograr la paz en la región era que ellos aceptaran la solución de dos estados, la respuesta siempre fue la guerra. La propuesta de Francia, Alemania y otros países es ingenua, como ingenua es también la de Trump. Sin embargo, no podían hacer otra cosa, porque ahora la carga de la prueba está en Hamás. Netanyahu aceptó el plan de Trump, a regañadientes, sabiendo que la verdadera intención de Hamás se resume en la destrucción del Estado de Israel. Los terroristas nunca lo han ocultado. De hecho, su grito de guerra, mientras masacraban a los más de mil israelitas y secuestraban a 252 con una ferocidad que nos hacía helar la sangre, era “del río al mar”. Es decir: es necesario, es nuestra obligación, borrar a Israel desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo.
Hamás tenía perfectamente planeada su acción terrorista y sus consecuencias: fue la mayor matanza de judíos desde la “Shoa” perpetrada por Hitler Esta acción provocó la indignación mundial el día 7 de octubre de 2023: El cruel asesinato de más de 1200 personas, incluidas mujeres embarazadas y bebés (en muchos casos entrando a sus casas y quemándolos vivos). ¿No es una clara declaración de exterminio, de genocidio del pueblo judío, la consigna “del río al mar”? Ellos sabían, porque así lo calcularon, que la indignación del asesinato y secuestro de israelíes se iría diluyendo y el eje de la indignación cambiaría a su favor. Ellos sólo tenían que esperar la inevitable respuesta de Israel para exhibir (en muchos casos las mismas fotos) niños muertos por los bombardeos israelitas, niños famélicos exhibiendo cazuelas vacías junto a las ruinas de un hospital. El número de muertos no tuvo otra fuente que la de los mimos terroristas. El número era una estadística que sólo ellos controlaban. Empero, la estadística no debe ocultar la tragedia, porque cada uno, cada niño palestino (como cada niño judío), cada hombre o mujer asesinados por la guerra es, en sí misma, una tragedia. Stalin dijo que “un hombre asesinado es una tragedia, un millón es una estadística”.
Los terroristas lo planearon. Ellos construyeron sus bases de misiles junto a hospitales, escuelas, mezquitas, templos refugios, etc. Ellos sabían perfectamente cuál sería la respuesta de Israel. Ellos (al fin terroristas) planearon meticulosamente la muerte de su propia gente. A Hamás no le importó, al contrario, lo buscó y celebró para provocar el fenómeno que todos vimos: calles inundadas, en muchas naciones occidentales, con miles de manifestantes ondeando su bandera, reclamando “libertad para Palestina”.
Continuará
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