Supervivencia infantil, deuda global pendiente

Cada día, 13 mil niños menores de cinco años mueren en el mundo por causas que podrían prevenirse: infecciones tratables, complicaciones al nacer o desnutrición. Cada cifra es una vida que no tuvo la oportunidad de jugar, aprender o simplemente crecer. Detrás de estas estadísticas hay familias devastadas, comunidades vulnerables y un recordatorio doloroso de que la supervivencia infantil sigue siendo una lucha urgente.

Los peligros para la infancia se dan, entre otras cuestiones, por nacimientos sin atención médica, falta de vacunación, alimentación insuficiente y entornos inseguros multiplican el riesgo de muerte. Además, la pobreza, los conflictos, las crisis climáticas y la degradación ambiental debilitan los sistemas de salud y dejan a millones sin acceso a agua limpia, medicinas o seguimiento médico. Nacer en una zona rural, en un país de bajos recursos o en comunidades marginadas puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.

Frente a esta realidad surge el Día Mundial de Acción para la Supervivencia Infantil, que se conmemora el 23 de octubre de cada año, es una jornada para recordar que morir antes de los cinco años no es “natural”, sino una tragedia prevenible. La conmemoración busca presionar por políticas públicas, financiamiento sostenido y programas que lleven atención de calidad, nutrición, vacunas y saneamiento a quienes más lo necesitan.

Este año, la campaña global se centra en el movimiento Acción para la Supervivencia Infantil, que busca acelerar la reducción de la mortalidad infantil y neonatal mediante soluciones basadas en evidencia. El lema central de 2025 es Acelerar el progreso, un llamado a los gobiernos y a la sociedad a actuar de manera inmediata y coordinada.

Los datos más recientes muestran la magnitud del desafío: en 2023 murieron alrededor de 4.8 millones de niños menores de cinco años, de los cuales 2.3 millones fallecieron en el primer mes de vida. La tasa global de mortalidad infantil se sitúa en 37 por cada mil nacidos vivos, con las regiones de África Subsahariana y Asia Meridional concentrando la mayor parte de las muertes prevenibles.

En México, la situación es menos crítica que en los países con mayores rezagos, pero persisten retos importantes: la tasa de mortalidad infantil ronda las 12 muertes por cada mil nacidos vivos, con más de 25 mil fallecimientos anuales concentrados en comunidades rurales, indígenas o en situación de pobreza. La mortalidad neonatal sigue siendo un desafío, lo que evidencia la urgencia de reforzar la atención al parto, el seguimiento médico y la nutrición temprana.

Existen soluciones probadas que salvan vidas: vacunación universal, atención calificada en el parto, tratamiento de infecciones, programas de nutrición y acceso a agua potable y saneamiento. El reto no es desconocido, sino lograr que estas intervenciones lleguen a quienes más las necesitan de forma sostenida y equitativa. Sin un aumento de la inversión pública y del compromiso político, las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible sobre mortalidad infantil corren el riesgo de no cumplirse.

El Día Mundial de Acción para la Supervivencia Infantil que se conmemora cada 23 de octubre, es un recordatorio de que cada niño cuenta. La diferencia entre palabras y políticas se mide en vidas que podrían salvarse. La pregunta para los gobiernos y la sociedad es clara: ¿convertirán el conocimiento en acción para garantizar que ningún niño muera por causas prevenibles? El tiempo para actuar es ahora, porque cada día perdido se traduce en vidas que nunca tendrán oportunidad de crecer.

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