La reciente detención de un adolescente de 14 años, identificado como sicario dentro de un grupo delictivo en el estado de Tabasco, donde presenciaba y participaba en actos violentos, ha vuelto a encender las alarmas sobre una de las problemáticas más dolorosas y urgentes del país. Este hecho vuelve a evidenciar una realidad que como sociedad no podemos seguir normalizando: el reclutamiento y la participación de niñas, niños y adolescentes en el crimen organizado, indicó la asociación civil Reinserta.
La asociación dijo que diariamente trabajan con niñas, niños y adolescentes en contextos de violencia extrema y reconocemos que estos casos no surgen de manera aislada. “Hemos sido testigos de cómo cientos de infancias son expuestas, seducidas y forzadas a participar en dinámicas criminales, muchas veces sin comprender del todo las consecuencias de sus actos. Son víctimas de una violencia estructural que las empuja a un camino del que, casi siempre, resulta imposible salir con vida”.

Enfatizó que cuando la niñez crece rodeada de violencia, sin acceso a educación de calidad, sin espacios seguros y sin figuras adultas significativas que la protejan, el crimen se presenta no como una elección, sino como la única opción. Casos como este, indicó, deben recordarnos que “la violencia no surge de la nada, sino que se construye desde la falta de oportunidades, la desintegración comunitaria, el abandono institucional y la ausencia de espacios seguros para desarrollarse”.
Fracaso conjunto
En México, la violencia se ha vuelto parte del paisaje cotidiano. Se habla de balaceras, desapariciones y homicidios con una naturalidad que anestesia, y cuya normalización ha alcanzado a nuestras infancias, reconoció.
Abundó en que en el país hemos permitido que figuras como el niño sicario o el adolescente criminal se integren al lenguaje público sin cuestionar el fracaso colectivo que representan. “Detrás de cada niño, niña o adolescente involucrado en un delito hay una omisión del Estado, una familia fracturada y una comunidad que no supo, o no pudo, ofrecer alternativas”, lamentó.
Reinserta aseguró que la participación de infancias y adolescencias en grupos delictivos no sólo refleja una crisis de seguridad, sino una profunda deuda social. Por ello, es fundamental cambiar la narrativa: estos adolescentes no son enemigos públicos, sino síntomas de un país que les falló. La violencia se aprende, se replica y se normaliza. Y cuando las infancias crecen rodeadas de miedo, carencias y referentes violentos, la línea entre la supervivencia y la criminalidad se borra con facilidad.

Frente a esta realidad, consideró que México necesita avanzar hacia la tipificación del reclutamiento como un delito autónomo, con el fin de dimensionar la magnitud del fenómeno y reconocer a las infancias reclutadas como las víctimas que son.
Resaltó que la tipificación, por sí sola, no bastará si no se acompaña de planes integrales de prevención y desvinculación que actúen de manera coordinada para evitar nuevos casos y ofrecer una salida real a quienes hoy permanecen atrapados en estas estructuras criminales. “Sólo si el marco legal, la prevención y la desvinculación avanzan de la mano, podremos atender este fenómeno con la urgencia y profundidad que requiere”, subrayó.
En un esfuerzo por aminorar este fenómeno y conscientes de que el reclutamiento no se detiene, Reinserta informó que puso en marcha una gira nacional para presentar las Guías de prevención del reclutamiento de niñas, niños, adolescentes y jóvenes por parte de grupos delictivos organizados.
Explicó que este material fue creado con el propósito de sensibilizar a docentes, familias, comunidades y autoridades locales sobre las formas en que los grupos delictivos detectan, persuaden y reclutan a menores de edad. A través de talleres, capacitaciones y conferencias realizadas en distintos estados del país, buscamos fortalecer las redes de cuidado, promover la corresponsabilidad social y construir entornos que protejan a la niñez del crimen organizado.
“En Reinserta creemos firmemente que ninguna infancia debería ser víctima de una guerra que nunca eligió. Por ello, seguiremos trabajando para que la historia de este adolescente en Tabasco no se repita con otro rostro, otro nombre, en otra comunidad, o en otro rincón del país. Prevenir el reclutamiento es defender a la niñez y mantener viva la posibilidad de un país distinto”, concluyó.

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