Reinventar la compasión en tiempos de crisis social

En las frías noches de invierno en Ulm —ciudad del estado alemán de Baden-Württemberg—, quienes viven en las calles enfrentan, además del vacío, el riesgo grave de hipotermia. Pero una iniciativa social y tecnológica ha empezado a marcar una diferencia concreta: las cápsulas solares llamadas Ulmer Nest, estructuras compactas que ofrecen refugio térmico, aislamiento, ventilación e iluminación, todo con energía limpia. 

Este proyecto no pretende ser la solución absoluta al problema del sinhogarismo, pero abre una ventana de esperanza: reafirma que el ser humano, quienquiera que sea, merece protección, dignidad y, sobre todo, un espacio que reconozca su valor. Y en un mundo marcado por crisis migratorias, desigualdades y exclusión, el gesto adquiere un simbolismo aún más profundo.

Panorama del sinhogarismo en Alemania: cifras que interpelan

Aunque sea un país desarrollado, Alemania no está exento de desigualdad estructural. Se estima que alrededor de 678,000 personas viven en situación de calle o sin vivienda estable, cifra que incluye a quienes están en refugios públicos o alojamientos provisionales. Algunos informes elevan esa estadística a más de 860,000 personas sin hogar en contextos más amplios. 

Desde 2014, el número de personas en esta situación creció hasta en un 150 % según registros periodísticos, lo que señala que el fenómeno no es coyuntural sino persistente. 

Entre esas personas hay también quienes han migrado, buscan refugio, o se desplazan dentro del país en condiciones vulnerables. Las causas son múltiples: pérdida del empleo, enfermedades mentales, rupturas familiares, falta de redes de apoyo, y represiones estructurales que afectan especialmente a quienes carecen de documentación o redes sociales estables.

Un dato relevante: la Asociación Federal para el Sinhogarismo (Bundesarbeitsgemeinschaft Wohnungslosenhilfe, BAG W) ha identificado que muchos no acceden a albergues convencionales. A veces por rechazo, a veces por reglas institucionales o porque no hay espacio suficiente. 

Ulmer Nest: de la idea al refugio solar

Las cápsulas Ulmer Nest están construidas con madera y acero, con acabado hermético para evitar filtraciones, y cuentan con aislamiento térmico, ventilación controlada, iluminación LED y sensores, alimentados por paneles fotovoltaicos. 

No dependen de la red eléctrica urbana, lo que les otorga autonomía. Los sensores permiten monitoreo remoto por parte de organizaciones sociales, sin invadir la intimidad de quienes las utilizan. 

Como señala el equipo de Ulmer Nest, su propósito no es sustituir los albergues, sino servir como “refugios de emergencia” para quienes no pueden o no quieren acudir a ellos en noches particularmente frías. 

Para el invierno 2020-2021 ya se hicieron mejoras: reforzamiento del aislamiento, ajustes en la puerta y mejoras en la gestión del clima interior con presupuesto energético limitado. 

La Caritas Ulm-Alb-Donau, en colaboración con el proyecto, es responsable de mantener las cápsulas después de cada temporada. El sentido de uso es simple: no se pide registro formal ni papeleo para entrar. Quien lo requiere puede usarlas sin burocracia. 

Las cápsulas son instaladas sólo en meses fríos y luego retiradas para su mantenimiento y ajuste. En algunos barrios vecinos, los residentes han reaccionado positivamente; por ejemplo, ofrecer una taza de té a quienes pernoctan allí. 

Sin embargo, no todo es ideal: según testimonios de foros públicos, algunas cápsulas no están calefactadas activamente —es decir, dependen del aislamiento y la retención térmica— y sólo se colocan en invierno. Un usuario escribió: “they’re not heated in any way, so temperatures can still get life-threatening … they only unlock when it’s cold.”  Esto muestra una tensión entre lo ideal y lo posible en recursos limitados.

Una mujer de 62 años, identificada como Francesca, fue entrevistada en el informe Testimonios sin hogar 2021 de Cáritas. Vive entre Italia y Alemania. Ella relata: “Estoy divorciada sin hijos. He viajado por todo el mundo. No tengo pensión ni recursos. Siempre me he ganado la vida. Pero he visto cómo mis derechos fundamentales me han sido negados; he tenido que pernoctar en la calle. Llevo un año y medio así.” 

Este testimonio aliviana la abstracción estadística: no es un número, es una vida que fue capaz de andar muchos caminos y ahora queda expuesta en la incertidumbre de no tener un techo.

Otro ejemplo: según la organización REMAR, que tiene actividad en Hannover y otras ciudades alemanas, muchas personas sin hogar llegan a refugiarse en estaciones de tren, túneles, parques o alcantarillas para huir del frío nocturno. 

Estas voces relatan vulnerabilidad profunda, pero también un reclamo implícito: no somos invisibles, no podemos ser descartados.

Valores, migración y humanidad: una reflexión desde el humanismo

La dignidad inviolable de cada ser humano, la opción preferencial por los pobres, el principio de subsidiariedad y solidaridad son esenciales en una sociedad humanista. Aplicar esas orientaciones en un proyecto como Ulmer Nest no es un lujo moral, sino una exigencia ética: ofrecer refugio, aunque sea mínimo, es reconocer que cada vida cuenta.

La migración hoy es una realidad global: muchas personas sin hogar en Alemania pueden tener origen migrante, refugiado o desplazado. Negarles techo es también negar su humanidad. El gesto de construir cápsulas solares no es sólo innovación tecnológica: es un acto profético que pone rostro a quienes no importan en el discurso hegemónico.

Es obligación social y cristiana repensar políticas públicas que integren la migración como oportunidad de fraternidad, no como amenaza, y diseñar ciudades donde nadie quede excluido por falta de un lecho en la noche.

Debilidades, críticas y desafíos

a) No es vivienda, solo refugio temporal- Las cápsulas no reemplazan una vivienda digna ni integran servicios de salud, empleo o reinserción social. Sirven como “parche de emergencia”.

b) Riesgos térmicos e insuficiencia energética- Como indicó un usuario en foro, si no hay calefacción activa, en noches extremas el interior puede no ser seguro. También su funcionamiento depende de energía solar, lo que en días nublados puede limitar su capacidad.

c) Vandalismo, mantenimiento y aceptación vecinal – En espacios públicos, muchas estructuras sociales enfrentan riesgo de grafitis, vandalismo o violencia. La comunidad local debe implicarse para protegerlas.

d) Escalabilidad y replicabilidad – Hasta ahora, las cápsulas operan en algunos puntos de Ulm durante temporadas específicas. Expandirlas a otras ciudades europeos exige recursos, voluntad política y adaptación cultural.

e) Posible estigmatización – Al tratarlo como “refugio de pobres”, una narrativa paternalista puede reprimir la voz de quienes lo usan. Es esencial que quienes duermen allí no sean vistos como destinatarios pasivos, sino como ciudadanos con agencia.

Propuestas para México y América Latina: ¿es factible replicarlo?

La experiencia de Ulmer Nest puede inspirar iniciativas locales que reconozcan contexto climático, cultural y social propio. Algunas sugerencias:

  1. Proyectos piloto en ciudades con frío extremo o temporadas críticas
    En zonas altas o durante inviernos severos, instalar cápsulas solares puede ser parte de un sistema híbrido de refugios urbanos.
  2. Participación comunitaria y encargos locales
    Para garantizar buen uso y mantenimiento, que las comunidades locales, organizaciones sociales y personas sin hogar participen en su diseño, instalación y cuidado.
  3. Integración con servicios sociales existentes
    Que los refugios solares no estén aislados, sino conectados a programas de salud mental, empleo, migración y reinserción.
  4. Modelo modular y escalable
    Diseñar cápsulas adaptables (individuales, dobles) con bajo costo y materiales locales, con posibilidad de reubicación según demanda.
  5. Financiamiento con responsabilidad social y alianzas público-privadas
    Involucrar gobierno, fundaciones, empresas con compromiso social, y el tercer sector para sostenibilidad.
  6. Enfoque educativo y simbólico
    Que el proyecto no sea solo funcional sino pedagógico: visibilizar el derecho al refugio y a la dignidad, especialmente frente a discursos que deshumanizan a migrantes o personas en situación de pobreza.

La humanidad que se sostiene bajo un techo solar

La iniciativa de Ulmer Nest en Ulm no es una solución perfecta, ni un remedio que borre la problemática del sinhogarismo. Pero es un paso valiente: reconoce que nadie merece morir de frío, que cada vida importa y que la innovación puede ponerse al servicio del más débil.

Desde la óptica de los valores humanos, este proyecto es un testimonio de solidaridad, fraternidad y justicia. En un mundo donde la migración es a menudo criminalizada o invisible, instalar cápsulas solares con calefacción para personas sin hogar es un acto de humanidad que rompe el silencio.

Para México y América Latina, esta experiencia invita a repensar nuestras propias ciudades: ¿cuántas vidas anónimas podrían recibir un lecho digno si aplicamos creatividad, compromiso social y colaboración multisectorial? La migración no es un problema que resolver, sino una realidad humana que acompañar. Quienes hoy caminan sin rumbo merecen más que caridad: merecen reconocimiento, oportunidades y sobre todo, un refugio que reafirme que su vida vale tanto como la de cualquiera.

La cápsula solar en Ulm es más que una estructura técnica: es un símbolo de que la tecnología puede amar, de que la ciudad puede acoger, de que la dignidad no puede esperar. Y si un día pudimos concebirlo allá, ¿por qué no aquí?

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