Biblia con llave: el monopolio de la interpretación

El caso de la Iglesia La Luz del Mundo (LLDM) ha conmocionado a México y al mundo no solo por los delitos de abuso sexual y corrupción atribuidos a su cúpula, sino también por la sofisticada maquinaria doctrinal que ha sostenido durante casi un siglo. Detrás de los templos y rituales, existe una arquitectura de control basada en una teología del mando: un sistema que convierte al “Apóstol” en intérprete único de la Biblia, establece una pirámide jerárquica incuestionable, controla cada aspecto de la vida de los fieles mediante registros, vigilancia y disciplina, y genera una dependencia económica a través del diezmo obligatorio.

Este artículo profundiza en esa estructura doctrinal y administrativa, mostrando cómo se convirtió en un mecanismo de obediencia total. No se trata de un fenómeno aislado: lo que ocurre en LLDM revela hasta dónde puede llegar la manipulación espiritual cuando la fe se instrumentaliza para fines de poder.

El monopolio de la interpretación: “Solo los enviados”

Uno de los pilares del control doctrinal de LLDM es la enseñanza de que solo los enviados —en particular el “Apóstol de Jesucristo”— tienen la autoridad para interpretar la Biblia. Esto implica que ningún fiel puede cuestionar las Escrituras por sí mismo; la salvación se concibe como algo mediado, que pasa necesariamente por la figura del líder.

En palabras de un exintegrante entrevistado por Univision Investiga: “Nos decían que leer la Biblia sin la guía del Apóstol era peligroso, que podíamos perdernos. Al final, su palabra era más importante que la misma Escritura”.

De esta manera, el Apóstol se convierte en mediador absoluto entre Dios y los creyentes. Su voz no solo interpreta la fe, sino que define la moral, las costumbres y las decisiones de vida de los fieles. Esta concentración de autoridad ha sido descrita por especialistas como un “monopolio espiritual” que bloquea la libertad de conciencia.

La pirámide interna: apóstol, pastores, diáconos, encargados

La estructura jerárquica de LLDM es piramidal y rígida. En la cima está el Apóstol, considerado infalible. Debajo de él se encuentran:

  • Pastores, responsables de regiones enteras.
  • Diáconos, que supervisan a varias congregaciones.
  • Encargados, líderes locales que ejercen vigilancia directa sobre los feligreses.

Cada nivel de autoridad responde hacia arriba y transmite disciplina hacia abajo. El sistema no admite contrapesos: cuestionar a un pastor equivale a cuestionar al Apóstol, y por ende a Dios mismo.

Según el investigador Bernardo Barranco, especialista en religiones: “La Luz del Mundo es una iglesia vertical, centralizada, donde la obediencia no es solo organizativa, sino espiritual. La disidencia se castiga como traición divina”.

Este esquema piramidal ha permitido a la cúpula extender su poder desde Guadalajara hasta decenas de países, replicando un modelo uniforme de control.

Registros, diezmos y vigilancia

Un elemento poco conocido pero fundamental es el sistema de registros internos. Cada fiel tiene un expediente donde se anotan:

  • Su asistencia a cultos y oraciones.
  • El cumplimiento del diezmo (10% de ingresos).
  • Su participación en actividades comunitarias (construcción de templos, voluntariado, etc.).
  • Posibles “faltas” morales o disciplinarias.

Estos registros funcionan como una especie de padrón espiritual, pero con implicaciones prácticas: quien no cumple con el diezmo o acumula faltas puede ser amonestado, excluido de ciertos privilegios o incluso marginado socialmente.

María (nombre ficticio), madre de familia exmiembro de la iglesia, relató: “Cada mes me pedían los recibos de mi trabajo para calcular el diezmo. Si me atrasaba, venían a mi casa a recordármelo. Era una presión enorme, porque si no cumplías te señalaban en las juntas”.

La vigilancia constante asegura que la obediencia no sea solo doctrinal, sino material y cotidiana.

La vida total en “la iglesia”

La doctrina de LLDM no se limita a los templos. A lo largo de décadas, la iglesia ha construido colonias cerradas donde los fieles estudian, trabajan y conviven casi exclusivamente con otros miembros. Ejemplo de ello es la colonia Hermosa Provincia, en Guadalajara, donde existen:

  • Escuelas administradas por la iglesia.
  • Clínicas de salud para miembros.
  • Comercios cuyos dueños son feligreses.
  • Viviendas que forman una comunidad casi autónoma.

El resultado es que la vida entera de los fieles se desarrolla bajo la influencia de la iglesia. Como señaló un reportaje de El País: “En Hermosa Provincia, la vida cotidiana se confunde con la religiosa. El Apóstol no es solo un líder espiritual: es el referente de toda la comunidad”.

Este aislamiento social refuerza la dependencia: abandonar la iglesia significa también perder trabajo, educación y redes familiares.

María, la madre citada antes, explicó que la presión no era solo económica: “Yo tenía tres hijos y debía llevarlos todos los días al templo. Si faltábamos a las oraciones, el encargado nos preguntaba por qué. Una vez me enfermé y no pude asistir; después me dijeron que era falta de fe, que debía esforzarme más. Sentía que no tenía derecho a descansar”.

Su testimonio refleja cómo la iglesia convierte la participación en una obligación moral. El diezmo, la asistencia y el servicio no son opcionales: son vistos como pruebas de fe cuya omisión implica culpa espiritual.

La teología del mando como herramienta de control

El conjunto de estos elementos —monopolio de interpretación, jerarquía piramidal, registros de disciplina y control de la vida comunitaria— configura lo que podemos llamar una teología del mando. Es una doctrina que legitima el poder absoluto del líder y lo sostiene con mecanismos administrativos.

De acuerdo con la Unidad de Inteligencia Financiera (2020), este sistema sirvió no solo para ejercer control religioso, sino también para “engañar por medio de la fe” y obtener recursos económicos, algunos de los cuales fueron utilizados en operaciones ilícitas. La manipulación doctrinal se tradujo en explotación económica y abuso de poder.

Riesgos sociales y éticos

El caso de LLDM plantea preguntas profundas sobre los límites de la libertad religiosa. ¿Hasta qué punto una doctrina puede legitimar la obediencia ciega? ¿Qué ocurre cuando la fe se convierte en un instrumento de coerción?

La  fe debe estar al servicio de la dignidad humana y nunca usarse para someter o explotar. San Juan Pablo II lo expresó en Centesimus Annus: “La verdadera religión no puede ser instrumento de dominio, sino camino de libertad y justicia”.

En este sentido, la teología del mando de LLDM contradice los valores esenciales de la fe cristiana: la libertad de conciencia, la justicia y el respeto a la persona.

La historia de La Luz del Mundo revela cómo una organización religiosa puede transformarse en una maquinaria de control total cuando se combina teología con vigilancia administrativa y presión comunitaria. La “teología del mando” no es solo un discurso espiritual: es un sistema de dominación que somete a los fieles en lo económico, lo social y lo personal.

Hoy, con líderes en prisión y procesos judiciales abiertos, queda el reto de atender a miles de creyentes que han vivido bajo este régimen. Es urgente brindar acompañamiento psicológico a víctimas, fortalecer la vigilancia del Estado frente a abusos disfrazados de religión y recordar que la verdadera fe cristiana promueve la libertad, no la esclavitud espiritual.

Como expresó Moisés Padilla, sobreviviente de la violencia de la iglesia: “Los fieles no son sectarios, simplemente están engañados. Hay que ayudarlos a ser libres”.

La gran tarea pendiente es romper las cadenas de manipulación para que la fe vuelva a ser lo que siempre debió ser: un camino de vida y no un instrumento de sometimiento.

@yoinfluyo

Facebook: Yo Influyo
comentarios@yoinfluyo.com

Compartir

Lo más visto

También te puede interesar

No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.

Newsletter

Suscríbase a nuestra newsletter para recibir nuestras novedades.