Cuando el mundo dice sí a Palestina

El reconocimiento del Estado palestino ha sido una lucha diplomática de décadas, símbolo de anhelos de justicia internacional y horizonte de una paz pendiente. Pero en 2025 ese reconocimiento ha alcanzado un punto de inflexión: durante el curso del año, crecientes olas diplomáticas han hecho que Estados aliados de Israel vuelvan su mirada hacia Palestina y declaren su reconocimiento oficial.

¿Por qué ahora? ¿Qué implicaciones tiene para la balanza del poder global y para la relación histórica entre Estados Unidos e Israel? Este reportaje profundiza en cómo distintos países y regiones han abordado el reconocimiento, qué argumentos justifican sus posturas y cómo ese viraje trasciende lo simbólico para alterar, incluso, capacidades de influencia y alianzas estratégicas.

Para aterrizar el relato, compartimos el testimonio de Laila, una joven palestina originaria de Gaza, que con voz entrecortada describe cómo estos gestos diplomáticos se traducen en esperanzas concretas para ella y su generación:

“Cada vez que escucho que un país más reconoce nuestro derecho, siento que no estamos solos. Pero al mismo tiempo sé que esas declaraciones no traen agua, medicinas ni reconstrucción. Necesitamos acompañamiento real”.

Este testimonio resume la tensión que yace detrás del reconocimiento: la combinación de simbolismo y expectativas concretas.

Orígenes y reconocimiento limitado

La Declaración de Independencia palestina fue proclamada el 15 de noviembre de 1988, en Argel, por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) —un acto simbólico que reclamaba formalmente la soberanía sobre Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este. 

Durante décadas, ese reclamo coexistió con un reconocimiento fragmentado: muchos países –especialmente del mundo no alineado, de África, Asia o de América Latina– reconocieron el Estado palestino, mientras que potencias occidentales se mantuvieron prudentes, condicionando su acción a negociaciones con Israel. 

En 2012, la Asamblea General de la ONU elevó la condición de Palestina a “Estado observador no miembro” dentro de la organización diplomática, aunque sin voto pleno en la Asamblea ni presencia en el Consejo de Seguridad, donde EE. UU. retiene veto. 

Esa ambigüedad reflejaba una tensión clásica de la realpolitik: reconocer de lleno a Palestina implicaría chocar con el poder diplomático y militar de Israel, aliado con EE. UU. Así, incluso países que apoyaban la causa palestina esperaban condiciones propicias: ceses de violencia, estabilidad institucional palestina o avances en negociaciones.

Reavivamiento en 2025: causas del nuevo impulso

Entre las causas del renovado impulso por el reconocimiento:

  • Crisis humanitarias y guerra en Gaza: El conflicto entre Israel y Hamas ha alcanzado niveles extremos de destrucción y mortalidad civil, lo cual ha generado presión internacional para mostrar solidaridad con los damnificados.
  • Desgaste de las negociaciones tradicionales: La incapacidad de lograr una paz duradera mediante diálogos mediadores ha alimentado la idea de que el reconocimiento unilateral puede forzar un nuevo curso.
  • Articulación diplomática europea y del Golfo: Estados de la Unión Europea y países del Golfo han comenzado a coordinar movimientos diplomáticos, buscando que su reconocimiento sea más que simbólico. 
  • Pérdida del monopolio de EE. UU. en la diplomacia en Oriente Medio: Al reconfigurarse alianzas estratégicas y energéticas, ciertos países del Medio Oriente y Europa asumen que ya no dependen completamente del liderazgo estadounidense.

El resultado: entre septiembre de 2025, ocho países occidentales —Reino Unido, Canadá, Australia, Francia, Portugal, Bélgica, Luxemburgo y Malta, entre otros— anunciaron su reconocimiento del Estado palestino. 

El viraje es significativo: por primera vez algunos miembros del G7 reconocen oficialmente a Palestina, rompiendo con la tradición diplomática occidental de no confrontar abiertamente las posiciones de EE. UU. respecto a Israel. 

Según organismos de prensa y conteos internacionales, alrededor de 151 a 157 de los 193 países miembros de la ONU ya reconocen a Palestina como Estado. 

Pero reconocimiento de nombre no equivale a soberanía plena ni control territorial: Palestina sigue bajo ocupación israelí en gran medida, con limitaciones severas a su capacidad de gobernar en muchas áreas. 

El tablero regional: cómo lo están tomando distintos continentes

A continuación, analizamos continente por continente cómo han reaccionado los estados al reconocimiento —o a su ausencia— y cómo eso afecta sus relaciones con EE. UU.:

Europa

  • Francia: En 2025 hizo oficial su reconocimiento, aludiendo a que el reconocimiento es un paso para reactivar la paz. 
  • Reino Unido, Canadá y Australia: En un movimiento diplomático conjunto, estos países reconocieron a Palestina en septiembre de 2025, rompiendo con la línea tradicional occidental que seguía la estrategia de EE. UU. 
  • Portugal: Reconoció oficialmente a Palestina y lo justificó como coherencia histórica de su política exterior. 
  • Otros países europeos: Bélgica, Luxemburgo, Malta, Andorra y San Marino también se sumaron al reconocimiento en estos días. 
  • Reticencias relevantes: Alemania e Italia se han manifestado poco dispuestas a hacerlo por ahora, argumentando que un reconocimiento unilateral podría obstaculizar las negociaciones o complicar la seguridad regional. 
  • Unión Europea: Si bien muchas naciones europeas ya reconocen a Palestina, aún no existe política común única para reconocerlo como Estado de pleno derecho; el bloque diplomático aún se debate entre el apoyo condicionado y la cautela política.

América

  • América Latina y el Caribe: Muchos países latinoamericanos hace tiempo reconocieron a Palestina (Venezuela, Brasil, Argentina, México, entre otros). La postura mayoritaria ha sido apoyar la autodeterminación palestina con base en principios de justicia internacional.
  • Estados Unidos y Canadá: EE. UU. se mantiene firme en su negativa. Canadá cambió su postura (hoy reconoce a Palestina). 
  • México: Tradicionalmente reconoce tanto a Israel como a Palestina, promoviendo el diálogo pacífico como vía prioritaria. No obstante, el nuevo contexto global ejerce presión para definir una posición más activa.

Asia

  • China y Rusia: Ambos reconocen a Palestina y lo apoyan diplomáticamente como parte de su narrativa frente al liderazgo occidental. 
  • Japón, Corea del Sur, India: Pese a apoyar oficialmente la idea de dos estados, no han reconocido formalmente a Palestina en plenitud, prefiriendo mantener un nivel diplomático intermedio. 
  • Países árabes y del Golfo: Muchos ya reconocían de facto o formalmente a Palestina; sin embargo, en los últimos años algunos acercamientos con Israel han generado tensiones internas. Algunos están reordenando su diplomacia para que el reconocimiento sea parte de su carta negociadora.

África

Gran parte del continente africano reconoce a Palestina desde hace tiempo, tanto por solidaridad postcolonial como por afinidades geopolíticas con el mundo árabe. Las nuevas dinámicas diplomáticas mundiales reafirman esas posturas, pero con menos visibilidad mediática.

Oceanía

  • Australia: Dio un giro importante al reconocer a Palestina en 2025, alineándose con Reino Unido y Canadá. 
  • Nueva Zelanda: Hasta ahora se ha mostrado cautelosa y ha rechazado reconocer a Palestina en este momento, argumentando que condiciones no están maduras para hacerlo. 
  • Otros estados del Pacífico, de menor peso geopolítico, adoptan posiciones discretas o simbólicas, dependiendo de su alineamiento con potencias mayores.

EEUU ante el reconocimiento mundial — resistencia, críticas y repercusiones

Desde su creación como Estado moderno, Israel ha sido un aliado estratégico de Estados Unidos en Oriente Medio, con apoyos militares, diplomáticos y financieros constantes. Esa alianza ha condicionado la política exterior de EE. UU., obligándola a rechazar cualquier reconocimiento que pueda interpretarse como un debilitamiento del apoyo israelí.

En foros internacionales, EE. UU. ha ejercido su veto en resoluciones que otorgan plena membresía a Palestina en la ONU. 

Cuando Reino Unido, Canadá y Australia anunciaron su reconocimiento, EE. UU. respondió calificando esos movimientos como “gestos performativos” —es decir, simbólicos, sin sustancia política efectiva— y reiteró que la seguridad de Israel sigue siendo su prioridad. 

Además, Estados Unidos ha criticado que algunos reconocimientos no vayan acompañados de condiciones claras: desarme de Hamas, reformas palestinas o acuerdos de paz vinculantes.

La postura de EE. UU. enfrenta crecientes presiones internas: en el Congreso y entre sectores liberales hay voces que plantean reevaluar el apoyo incondicional a Israel. El hecho de que aliados tradicionales se aparten crea un dilema: mantener el alineamiento estratégico o adaptarse al cambio diplomático global.

Un dato significativo: mientras tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Francia, Reino Unido) reconocen a Palestina, EE. UU. sigue siendo el único permanente en oponerse. 

Cuando EE. UU. refuerza su postura —como lo ha hecho al criticar a naciones reconocedoras— existe el riesgo de deterioro en relaciones bilaterales, especialmente con aquellos países que actúan con cierta independencia geopolítica. Canadá, Australia y Reino Unido podrían priorizar agendas propias más autónomas en Oriente Medio.

Asimismo, EE. UU. pierde, aunque lentamente, parte de su capacidad de liderazgo moral en diplomacia: si incluso sus aliados se distancian en un tema tan simbólico como el reconocimiento de un Estado, la hegemonía diplomática estadounidense podría verse erosionada.

Implicaciones y escenarios posibles

El reconocimiento internacional ha sido visto tradicionalmente como simbólico —expresión de solidaridad moral más que una capacidad real de cambio sobre el terreno. Pero ahora ese simbolismo empieza a adquirir aristas prácticas:

  • puede fortalecer el reclamo palestino en instancias judiciales internacionales;
  • otorgar mayor peso diplomático a la Autoridad Palestina frente a Israel y organizaciones como la ONU;
  • crear nuevas rutas de cooperación económica, inversiones o asistencia internacional bajo el manto de Estado reconocido.

Según Chatham House, si los países europeos y del Golfo se mantienen alineados detrás del reconocimiento, este podría pasar de ser simbólico a tener efectos reales en negociaciones y en alianzas regionales. 

El crecimiento de reconocimientos complica la impunidad diplomática de Israel y la hegemonía de Estados Unidos para vetar resoluciones de paz. Las naciones que reconocen pueden exigir medidas concretas: congelamientos de asentamientos israelíes, apertura de negociaciones con nuevos términos o sanciones simbólicas.

EE. UU. podría verse obligado a moderar su resistencia absoluta, pues vivir en una posición de confrontación permanente con múltiples aliados podría resultar insostenible.

Escenarios futuros

  1. Bloque europeo migratorio hacia una coalición propalestina
    Si Europa coordina acciones diplomáticas y económicas con países árabes y de África, podría formarse un bloque que desplace parte del centralismo estadounidense en Medio Oriente.
  2. Reconocimiento condicionado
    Algunos países podrían matizar su reconocimiento con cláusulas: que Hamas no tenga parte en el gobierno, que se liberen rehenes, que se realicen reformas internas palestinas.
  3. Retrocesos o retractaciones:
    Cuando las tensiones políticas internas o presiones diplomáticas de EE. UU. se intensifiquen, algunos países podrían moderar su reconocimiento o hacerlo de forma parcial.
  4. Negociación forzada por presión diplomática
    El reconocimiento podría ejercer presión sobre Israel para volver a la mesa de negociaciones con parámetros distintos y, eventualmente, impulsar una solución de dos estados con nuevos mecanismos de garantía internacional.

El reconocimiento internacional del Estado palestino en 2025 no es un acto aislado ni puramente simbólico: representa un viraje global multidireccional, donde países europeos, del Pacífico y de América Latina deciden recalibrar sus alianzas diplomáticas. La decisión de más de 150 países de reconocer a Palestina coloca en jaque el monopolio discursivo de Estados Unidos en Oriente Medio.

EE. UU. afronta un dilema de legitimidad diplomática: continuar su firme respaldo a Israel bajo críticas crecientes o adaptarse a un orden internacional que ya no le permite dictar el consenso. No es ya solo quién tenga fuerza militar, sino quién construye legitimidad en foros globales y alianzas emergentes.

Para jóvenes como Laila en Gaza, estos reconocimientos suenan como promesas: “que no estamos solos”. Pero la verdadera prueba será si estos gestos se traducen en derechos tangibles: reconstrucción, acceso a servicios, movilidad libre, dignidad plena. Si no, la brecha entre la diplomacia y la realidad seguirá siendo demasiado profunda.

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