Sheinbaum llega a su primer aniversario en la Presidencia, lo que dará esta semana para el análisis, el recuento de los éxitos, los pendientes y demás. A pesar de que nada más es un año, lo cierto es que la política tiene sus tiempos y medidas propias. Por supuesto que del lado oficialista y concretamente en lo que ya podríamos llamar “el claudismo”, todo es fiesta y celebración, y del malogrado lado opositor solamente se juntan los pendientes y sigue mandando AMLO.
Lo cierto es que estos 12 meses apenas alcanzan para poder decir algunas cosas respecto de esta administración. Sin duda un gran reto del que sale bien parada la Presidenta es el de la relación con Trump. Se ha dicho y reconocido desde hace tiempo, pero vale la pena decirlo de nuevo: ha sido una estrategia inteligente, fina y que ha dado resultados positivos. Por supuesto, todavía faltan por lo menos tres años al estadounidense en su presidencia, pero se puede decir que Sheinbaum ha cumplido bien en un tema que ha sido un verdadero dolor de cabeza para el mundo.
En lo que es la política local, la presidenta también tiene logros que no son menores. Se ha deshecho prácticamente de sus adversarios internos los conocidos como corcholatas. Estos personajes fueron investidos de poder por López Obrador. Una especie de estorbos partidistas por si a la presidenta se le ocurre desviarse del camino trazado por el populista tabasqueño. Así, Ricardo Monreal quedó como responsable de todo un ejército de legisladores en la Cámara de Diputados; Adán Augusto López quedó al frente de los senadores morenistas y Noroña se quedó como presidente del Senado, un puesto que en su vida hubiera soñado tener. Solamente Marcelo Ebrard se incorporó al equipo de la Presidenta y se alejó de la grilla. Como si se tratara de una estrategia de demolición de enemigos cuidadosamente planeada y ejecutada, uno a uno ha caído, por acciones propias. La Presidenta ha sido testigo a través de sus mañaneras de la sorprendente manera de caer de sus compañeros.
Noroña se aventó de la plataforma de la soberbia a la alberca del desprestigio donde será difícil que deje de chapotear. Su paso por la presidencia senatorial fue una cadena de abusos y desplantes difícil de superar. Su salida ya era deseada por todos incluidos sus compañeros, pues se trata de un hombre que poco significa para el lópezobradorismo y menos aún para el claudismo. Monreal, taimado y cauteloso, ha caminado por el margen de una supuesta independencia de la titular del Ejecutivo. De ver a su compañeros ha tomado nota y ha regresado a la reserva que le ha enseñado la experiencia de décadas sobreviviendo en un partido u otro. El caso de Adán Augusto López será el que marque el inicio de este sexenio. Atrincherado en el Senado, Adán Augusto presumía sus operaciones de compraventa de votos legislativos, se ufanaba de que la reforma judicial se la debían a él y dejaba sentir que él era el contacto ideal con el expresidente. Seguía jugando a que él era el López que seguía. Los escándalos en torno al senador tabasqueño se dan uno tras otro y van desde el armado de un cártel de crimen organizado en Tabasco por parte de su secretario de Seguridad, hasta la evasión y defraudación fiscal. El ex secretario de Gobernación de López Obrador ha caído al abismo de la sospecha y el desprestigio frente a todos. Podrá seguir siendo senador, pero ya no tendrá la influencia que presumía y su mancha alcanza a la institución.
También el hijo del expresidente había sido puesto como cuña en el partido y en el ambiente político. Si alguien pensaba en que el presidente se retiró, ahí estaba el hijo como recordatorio de que alguien con contacto directo participaba en la vida pública. La frivolidad, la ambición y el cinismo del tristemente famoso Andy, han terminado por esconderlo en paradero desconocido.
Como se ve, para un año no es poco trabajo: enfrentar al norteamericano con éxito y dejar que sus competidores internos caigan por el despeñadero. Ambas cosas seguramente le permitirán concentrarse en otros retos para el segundo año.
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