El mercado laboral en México se encuentra dividido en dos grandes vertientes, el empleo formal y el empleo informal. Ambos han formado parte del ámbito laboral mexicano por años y han marcado el estilo de vida de las personas, pero ¿cuáles son sus diferencias y cuál es la situación actual en nuestro país?
Para comenzar, es importante aclarar cuáles son las diferencias y características principales entre el empleo formal y el empleo informal.
El empleo informal, también denominado en muchos casos como ilegal o irregular, se caracteriza por no estar registrado ante las autoridades del Estado. Esta condición implica que tanto el trabajador como el empleador operan fuera de los marcos legales establecidos, lo que se traduce en la ausencia de prestaciones laborales fundamentales, como el aguinaldo, el seguro social, las vacaciones pagadas, las aportaciones para el retiro o las indemnizaciones por despido. Además, al no existir un contrato formal, no hay un documento que respalde los derechos ni las obligaciones de las partes, lo que genera un escenario de vulnerabilidad y precariedad laboral.
Por el contrario, el empleo formal sí se encuentra registrado ante las instituciones del Estado y cumple con los requisitos legales establecidos en la legislación laboral. Esto garantiza que el trabajador cuente con un salario fijo, prestaciones de ley, acceso a servicios de salud, aportaciones a fondos de retiro y una mayor estabilidad económica. De igual manera, un contrato formal ofrece seguridad jurídica tanto al empleado como al empleador, al establecer con claridad los términos de la relación laboral.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, en México se calcula que existen más de 59 millones de personas ocupadas. De esta cifra, alrededor del 54.5% se desempeña en condiciones de informalidad laboral, lo que convierte a este tipo de empleo en la modalidad más común entre los trabajadores mexicanos.
La magnitud de este dato refleja no solo la importancia de la economía informal en la vida cotidiana del país, sino también los desafíos que representa para garantizar derechos laborales, acceso a la seguridad social y estabilidad económica para millones de familias.
Según datos del Inegi, gran parte del peso del empleo informal en México se explica por la elevada cantidad de personas que se desempeñan en trabajos domésticos o en el sector agropecuario. Estas actividades, en su mayoría, no se encuentran registradas ante el Estado, lo que coloca a millones de trabajadores fuera de la cobertura legal y de las prestaciones de ley.
El trabajo doméstico, por ejemplo, históricamente ha estado marcado por la falta de contratos formales, mientras que en el ámbito agropecuario predominan esquemas de contratación temporales o de palabra, que hacen más complejo su registro. En conjunto, ambos sectores constituyen una proporción significativa de la economía informal del país, reflejando así uno de los mayores retos para lograr una inclusión laboral plena y garantizar los derechos de quienes se emplean en estas áreas.
La comparación entre empleo formal e informal revela una realidad contrastante en el panorama laboral mexicano. Mientras que el primero ofrece certeza jurídica y beneficios sociales, el segundo continúa siendo la vía predominante para más de la mitad de los trabajadores. Este escenario refleja la urgencia de diseñar políticas públicas que fortalezcan la formalización del empleo y garanticen condiciones laborales dignas para todos los sectores de la población y así poder contar con un mejor trato laboral a todos los mexicanos.
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