Hay miseria moral, hay miseria económica

Sin duda, donde hay miseria moral, hay miseria económica, miseria social, miseria política, miseria cultural, miseria educativa y miseria en la vocación y el destino histórico de una Pattria como México,, en donde el Cielo en su eterno estino, por el dedo de Dios se escribió

UN PAÍS EMPOBRECIDO PARA SUBYUGAR

El término apropiado es “subyugar”, que los especialistas en lengua describen como “dominar poderosa o violentamente”. En el caso mexicano, el actual régimen, efectivamente, domina con todo su poder y en situaciones recientemente destapadas en los medios, se sospecha que se puede haber realizado de forma violenta, poro la descripción de varios informativos que publican las muertes extrañas de marinos de alto nivel.

La expresión puede llevar una connotación más romántica, que e interpreta como la aceptación voluntaria y enamorada –por sinceros sentimientos o pura conveniencia- de aquellos que metafórica o simbólicamente colocan un yugo en el pescuezo de una o varias personas, haciéndoles que caminen bajo ese peso.

En el país, existen varios indicadores de la presencia de personas que besan la mano de los liderazgos carismáticos, a cambio de seguir integrados a la ubre de los nombramientos públicos o a los siempre aplaudidos “programas sociales”.

LA POBREZA COMO BANDERA POLÍTICA

De forma singular, los caudillos que concatenan esfuerzos para transitar a un modelo socialista desde el populismo totalitario, dibujan elementos tan variopintos como eficaces para lograrlo.

Un apartado esencial para su instrumentación, lo conforman los procesos de empobrecimiento y la asfixia provocada por un país endeudado, improductivo y moldeable a los procesos de ideologización en todos los campos y a todos los niveles de la estructura social.

Los caudillos populistas de un marxismo sonrosado y light, al más puro estilo de las mejores marcas de autos, accesorios femeninos de Nueva York, poseen mansiones de decenas de hectáreas con todos los lujos que odian de los malvados magnates del capitalismo. Por ello, un gran paso se inicia con la de pauperización del país. 

El contexto estratégico es simple: Son los ricos, los potentados, los poderosos y “los de arriba”, los culpables de la mala calidad de vida y la incertidumbre general, porque “ellos” se roban “todo el dinero del pueblo” mediante privilegios y sistemas e corrupción. Por eso hay que sustituir al gobierno corrupto. La bandera está echada en la sociedad.

A partir de esos momentos el malestar de la gente, la falta de empleo y los elevados costos de los servicios públicos, la educación y los problemas de salud, bajan la m oral social y el entusiasmo, la actitud y los deseos de superación. Aunque es materia de otra entrega, n o es tan complicado ver los procesos desarrollados en Cuba, Nicaragua, Colombia o Venezuela, son ejemplos contundentes. 

LA VINCULACIÓN POPULISTA

Es una estrategia compleja y completa, que ha generado serios dividendos para el populismo latinoamericano, donde la  concentración el poder y la centralización de todas las funciones del gobierno, convierten al poder del Estado en una entidad omnipresente, omnisciente y dueño de vías y destinos, porque solo “el Estado” es capaz de interpretar, definir o satanizar cualquier cosa que suceda en el territorio nacional.

El éxito se refuerza con una reiterada narrativa a la que se alude en todo tiempo y lugar, provocando una ola de marketing difícilmente parable: Por designios del pueblo, los populistas se subliman como los salvadores del pueblo. 

El modelo asume una contundencia fenomenal. Si violenta el Estado de Derecho, es porque así lo decidió el pueblo; si surgen incidentes y evidencias de corrupción, la narrativa se cierra en la defensas “del compañero” y que el pueblo defina si en vez de corrupción, son acciones en defensa de una causa que también nace en el pueblo. El abordaje de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se vuelve así, en un nuevo protocolo de reforzamiento para el modelo populista, con fuertes toques de nacionalismo indigenista. 

En la misma línea de acción política, el desmantelamiento de las instituciones y contrapesos de gobierno, se entremezclan con el control económico y electoral, aderezado de promesas que jamás serán realidad: Inclusión, justicia social, vivienda para todos, crecimiento económico, empleo y prosperidad para todos, educación de calidad, sistema de salud eficaz o la atención particular a las familias vulnerables. Estos segmentos quedan reducidos a una misma jerigonza patriotera de la narrativa oficialista.

UNA ACCIÓIN PRIORITARIA

La formación de una nueva generación de liderazgos para la sociedad, cultivados –eso quiere decir “cultura”- desde los espacios empresariales, universitarios, docentes, organismos de servicio, agrupaciones de pastoral social, deportiva y cultural; y desde luego, en el campo de construcción de la política e bien común.

Inicialmente es prudente arrancar estos procesos de formación, al instrumentar una educación con propósito, con visión integral solidaria y trascendente de la persona humana. No es suficiente la enseñanza de buenos contenidos, porque hoy se demandan personas formadas con criterio, de sentido crítico y elevada conciencia del cuerpo y alma social.

Es lamentable que muchos de estos programas se enfoquen a formar de forma exclusiva, ciudadanos “competitivos” e acuerdo a los designios de mercado; hombres y mujeres estrictamente “consumidores” y, por supuesto, “contribuyentes”, porque alguien –en expresión de la maestra Nélida Zaitegui- “…tiene que pagar el baile…”

Un paso inmediato, se centra en el reforzamiento de formación para el hogar y la sociedad, porque los valores superiores, como l respeto, el amor, la compasión, la responsabilidad, la empatía y la libertad, no se enseñan solamente en libros de texto; su efectividad se cuelga del ejemplo que empieza en la casa, con lo que dicen y hacen los liderazgos de la comunidad en escenarios de integridad y nobleza de espíritu. 

Un factor adyacente lo constituyen las evidencias de transparencia y rendición de cuentas, con un enfoque central: Entender que el poder sin control corrompe, por ello es indispensable rendir cuentas a la comunidad. El líder tiene claro que la Ética no es una entelequia idealista, sino  un ejercicio de virtudes diario.

Finalmente, es de primera importancia generar una cultura y un sistema de reconocimiento a las mejores prácticas de honestidad, compromiso y bien común, porque como se dice en Argentina: “el vivo, se aprovecha… el valiente construye”

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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