Desde tiempos remotos el mar es la gran arteria que conecta a las naciones. Por sus aguas circulan bienes, energía, alimentos, tecnologías y sueños de progreso. Hoy, más del 80 por ciento del comercio mundial se transporta por vía marítima, lo que convierte a los océanos en las rutas invisibles que sostienen la economía global y, en consecuencia, el bienestar de millones de personas. La dependencia del transporte marítimo es tal que, sin él, las cadenas de suministro se verían interrumpidas, las industrias colapsarían y el costo de la vida se dispararía en cuestión de semanas.
En este contexto, cada año la comunidad internacional dedica una jornada para reflexionar sobre esta realidad por lo que celebra el Día Marítimo Mundial, establecido por la Organización Marítima Internacional (OMI) y conmemorado en 2025 bajo el lema “Nuestro océano, nuestra obligación, nuestra oportunidad”. La fecha busca no sólo subrayar la importancia del sector marítimo, sino también promover la conciencia sobre los desafíos que enfrenta que van desde las emisiones contaminantes y la sostenibilidad, hasta la seguridad de las tripulaciones y la protección del medio marino.

La magnitud de lo que representa la navegación es contundente. Un informe de Naciones Unidas recuerda que más del 80 por ciento de las mercancías que consumimos, desde los granos que llegan a las mesas hasta los teléfonos inteligentes, viajan en barcos. Esa cifra explica por qué los puertos se han convertido en centros neurálgicos de la economía contemporánea. Y, al mismo tiempo, evidencia por qué cualquier disrupción en el sector repercute de inmediato en la vida cotidiana de millones.
La volatilidad de los últimos años ha puesto a prueba esta red global. De acuerdo con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en 2025 el comercio marítimo mundial enfrenta un crecimiento limitado de apenas 0.5 por ciento, y el transporte en contenedores se expandirá en 1.4 por ciento, cifras que muestran un freno en relación con la dinámica previa a la pandemia.
Factores como los conflictos geopolíticos, el encarecimiento de las rutas y los cambios en la demanda internacional están detrás de estas tensiones. En promedio, las distancias de transporte marítimo aumentaron de cuatro mil 831 millas en 2018 a cinco mil 245 en 2024, un indicador de cómo los barcos deben recorrer más para esquivar zonas de riesgo.
México no es ajeno a esta realidad. Con costas en el Pacífico y el Golfo de México, el país depende de su sistema portuario para sostener el comercio exterior. Según datos de la UNCTAD, México participa activamente en los servicios marítimos internacionales, y sus puertos son el punto de entrada y salida de bienes estratégicos. El puerto de Manzanillo, por ejemplo, registró en 2025 un crecimiento del 8.6 por ciento en importaciones y 8.2 por ciento en exportaciones, consolidándose como el principal motor logístico del país.
La magnitud de esta infraestructura es tan grande que el puerto de Manzanillo, que ya en 2024 movió cerca de cuatro millones de contenedores, está en proceso de expansión para alcanzar en el futuro la capacidad de manejar 10 millones. El control de la operación por parte de la Secretaría de Marina ha sido parte de la estrategia del gobierno mexicano para fortalecer la seguridad y eficiencia en el sistema portuario.

Pero México no sólo depende de sus puertos para comerciar; también busca colocarse en la transición energética del sector. El país tiene el potencial de convertirse en un proveedor de combustibles marítimos verdes, especialmente hidrógeno y amoníaco producidos con energías renovables. Un reporte del Global Maritime Forum identifica a México como un futuro nodo clave en el abastecimiento de combustibles limpios para barcos, lo que podría abrir nuevas oportunidades de inversión y empleo.
La sostenibilidad es, de hecho, una de las grandes tareas pendientes. El transporte marítimo representa cerca del tres por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, lo que lo colocaría, si fuera un país, como el sexto mayor emisor del planeta. En 2025, la Organización Marítima Internacional (OMI) se prepara para dar un paso histórico: la adopción de un estándar global de combustibles y un mecanismo de precio al carbono que gravará las emisiones de las grandes embarcaciones. Se habla de un costo de hasta 100 dólares por tonelada de CO₂ equivalente, con lo que se busca incentivar la descarbonización de la industria.
La sostenibilidad va de la mano con la seguridad. La contaminación por derrames, plásticos o descargas químicas, así como la amenaza de la piratería, el contrabando y hasta la ciberseguridad de las rutas marítimas, son parte de los riesgos que enfrenta este sector. En un estudio reciente, investigadores advierten que la ciberseguridad marítima será una de las vulnerabilidades crecientes en los próximos años, pues cada vez más sistemas de navegación y control dependen de tecnologías digitales.
El Día Marítimo Mundial 2025, más allá de un recordatorio simbólico, es un llamado a comprender que el océano no sólo es una vía de comercio, sino un ecosistema vital para la humanidad. Las naciones dependen de sus aguas no únicamente para sostener su crecimiento económico, sino también para asegurar la vida en el planeta. La consigna de este año apunta a una doble urgencia: aprovechar las oportunidades que ofrece el mar, pero con la obligación de protegerlo.
De ello dependerá que las próximas generaciones puedan seguir navegando un océano que no sea un mar de amenazas, sino de oportunidades compartidas.
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