Primero los pobres

La historia se repite con una cruel ironía: los regímenes socialistas autoritarios prometen igualdad, pero terminan perpetuando pobreza y desigualdad. Al principio, repartir el pastel parece una solución sencilla; lo difícil es crearlo. Los gobiernos de izquierda suelen llegar al poder con promesas de justicia social, y en sus primeros años, los subsidios masivos financiados por recursos estatales o externos logran reducir la pobreza. Sin embargo, con el tiempo, la fachada se desmorona: la riqueza se agota, la producción colapsa y la pobreza regresa con mayor ferocidad, dejando tras de sí una élite privilegiada que se aferra al poder.

En Venezuela, Hugo Chávez aprovechó la bonanza petrolera para reducir la pobreza del 32% a niveles históricos, con una pobreza extrema también en descenso. Organismos como la ONU y la OEA reconocieron estos avances, celebrando la redistribución de la riqueza petrolera. Pero repartir no es sostenible sin crear. Una década después, bajo el régimen de Nicolás Maduro, la pobreza se disparó al 95% por ingresos, con un 77% en pobreza extrema. A pesar de poseer las mayores reservas de petróleo del mundo, Venezuela enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes, con casi 8 millones de personas huyendo del país en busca de supervivencia.

El patrón se repite en Cuba. Con Fidel Castro, los subsidios masivos, apoyados por la Unión Soviética, lograron reducir la pobreza inicialmente. Sin embargo, tras décadas de socialismo, la falta de datos confiables no oculta la realidad: se estima que el 89% de los cubanos viven en pobreza extrema. La isla hoy es un testimonio de estancamiento económico y desesperanza.

Nicaragua no escapa a esta narrativa. Tras 25 años de políticas socialistas bajo el régimen de Daniel Ortega, el país, rico en recursos naturales, es el segundo más pobre de América Latina. La abundancia de su territorio contrasta con la miseria de su pueblo, atrapado en un ciclo de promesas incumplidas.

La Unión Soviética ilustra el mismo colapso a gran escala. Su maquinaria de propaganda proyectaba la imagen de una superpotencia económica, pero la realidad era otra: su PIB per cápita en 1990 apenas alcanzaba los 5,000 dólares, comparable al de países en desarrollo como México o Argentina, mientras que Estados Unidos ostentaba 23,900 dólares. El socialismo soviético, sostenido por una burocracia dorada, colapsó bajo el peso de su propia ineficiencia, dejando en evidencia que su poder era militar, no económico.

Estos regímenes comparten un defecto estructural: el autoritarismo de izquierda genera clanes privilegiados que se enriquecen bajo una retórica igualitaria. En lugar de empoderar al pueblo, el Estado crea una élite parasitaria que monopoliza el poder y los recursos. El partido gobernante se perpetúa, y surge una casta familiar que disfruta de privilegios obscenos mientras la población languidece.

La historia demuestra que romper este ciclo exige reformas profundas para desmantelar estos monopolios de poder. Sin embargo, el autoritarismo sofoca cualquier cambio, a menos que surja una presión interna o externa abrumadora. Como advirtió Thomas Jefferson: “Un gobierno lo suficientemente grande como para darte todo lo que quieres, es lo suficientemente grande como para quitarte todo lo que tienes”. Y son primero los pobres quienes pagan el precio más alto.

La lección es clara: repartir la riqueza puede ofrecer alivio temporal, pero sin libertad, innovación y producción, el pastel se acaba. Lo que queda es un sistema que, bajo la bandera de la igualdad, condena a las mayorías a la miseria mientras una élite se aferra al poder. La verdadera justicia no se logra con promesas vacías, sino con sistemas que empoderen a los ciudadanos para crear su propio futuro.

Por cierto, es muy notable que para la prensa mundial no existe la ultraizquierda, sólo se habla de la ultraderecha. Las élites lejanas de la gente suelen ser románticas con la izquierda.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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