¿A México le atrae el hockey?

A lo largo de las últimas décadas, la influencia cultural de Estados Unidos en México ha sido innegable. El cine de Hollywood, las producciones televisivas, la música y, de manera muy particular, el deporte, han encontrado en el público mexicano un mercado fiel y en constante crecimiento. Hoy, México se posiciona como uno de los principales consumidores de las ligas deportivas más poderosas del país vecino. No es casualidad que la NFL, la NBA y la MLB hayan reportado que más de 30 millones de mexicanos siguen de manera activa sus competencias, cifras que reflejan la magnitud del impacto y la pasión generada en territorio nacional.

Sin embargo, dentro de este fenómeno cultural y deportivo existe una excepción notable. En Estados Unidos, el llamado “Big Four”, conformado por el fútbol americano, el básquetbol, el béisbol y el hockey sobre hielo, domina la escena deportiva profesional. Mientras los tres primeros gozan de gran aceptación en México, el último, la NHL (National Hockey League), parece no haber encontrado aún un espacio relevante en la preferencia del público mexicano.

El contraste resulta evidente: mientras en Estados Unidos el hockey es un deporte de tradición centenaria, con franquicias históricas y una afición apasionada que llena estadios bajo temperaturas gélidas, en México su presencia es prácticamente marginal. Esto plantea una pregunta inevitable, si la NHL es una liga tan importante en el mercado estadounidense y mundial, ¿por qué no logra consolidarse como una disciplina popular en México?

¿Por qué a los mexicanos no les llama la atención?

Cuando se analiza por qué el hockey sobre hielo no ha logrado consolidarse en México con la misma fuerza que el fútbol americano, el basquetbol o el béisbol, surgen diversos elementos a considerar. Entre ellos, tres factores resultan fundamentales para entender este rezago.

El primero está directamente relacionado con la infraestructura deportiva. A diferencia de otros deportes que ya han encontrado un espacio en nuestro país para celebrar partidos oficiales de ligas estadounidenses, el hockey enfrenta limitaciones considerables. Si bien existen pistas y recintos donde se practica la disciplina de manera recreativa o amateur, la realidad es que ninguno de estos inmuebles cuenta con las condiciones necesarias para albergar encuentros profesionales de la NHL o de una liga mexicana de hockey profesional.

La diferencia se hace evidente al mirar lo ocurrido con otras ligas norteamericanas. La NFL ha tenido en el Estadio Azteca, ahora Estadio Banorte, un escenario de primer nivel para traer partidos oficiales de temporada regular; la NBA ha hecho del Arena Ciudad de México una sede recurrente para sus juegos internacionales; y la MLB, por su parte, ha encontrado en estadios como el Alfredo Harp Helú y en Monterrey espacios ideales para mostrar su espectáculo al público mexicano. En contraste, el hockey carece de un recinto de esa magnitud, lo que imposibilita replicar la experiencia de un encuentro oficial con las condiciones profesionales que exige la NHL.

El segundo factor está íntimamente ligado con el primero, la falta de recintos adecuados para celebrar partidos de gran magnitud ha limitado de manera significativa el crecimiento de la afición mexicana hacia el hockey. Sin la posibilidad de vivir la experiencia en carne propia, el vínculo entre el público y este deporte se ha mantenido distante y, en muchos casos, superficial.

Es cierto que en México existen comunidades de practicantes y seguidores del hockey sobre hielo, especialmente en ciudades como Monterrey, Guadalajara y la capital del país, donde se han desarrollado ligas locales y programas de formación. Sin embargo, este entusiasmo todavía se concentra en círculos reducidos y no alcanza la dimensión masiva que sí han logrado otros deportes estadounidenses.

La comparación es inevitable: mientras que el fútbol americano, el basquetbol y el béisbol han cultivado una base sólida de millones de fanáticos gracias a la constante presencia de partidos oficiales, transmisiones televisivas y campañas de marketing, el hockey se percibe todavía como una disciplina lejana. El número de aficionados, aunque existente y apasionado, es pequeño en relación con los millones que siguen semana a semana a la NFL, la NBA o la MLB.

La falta de espectáculos en vivo de alto nivel termina por frenar la posibilidad de enganchar a nuevos seguidores. Al no haber vivido la intensidad de un partido oficial de la NHL en territorio mexicano, la afición en general carece de ese “gancho emocional” que en otros deportes ha sido clave para detonar su popularidad.

El tercer y último factor responde a un fenómeno que no es exclusivo del hockey, sino que también enfrentan otras disciplinas que buscan abrirse camino en el gusto del público mexicano: la preferencia ya consolidada por ciertos deportes tradicionales.

México es, sin lugar a dudas, un país con una fuerte identidad deportiva. La práctica y el consumo de diversas disciplinas forman parte de la vida cotidiana, pero lo cierto es que existen deportes que desde hace décadas se encuentran firmemente arraigados en la cultura popular. El fútbol ocupa, sin discusión, el lugar predominante, no solo como el deporte más practicado, sino también como el que despierta la mayor pasión en los estadios, en la televisión y en las conversaciones diarias.

Junto a él, el boxeo ha construido una tradición histórica, alimentada por leyendas nacionales que han marcado época en el plano internacional, lo que lo convierte en uno de los espectáculos preferidos por millones de mexicanos. A estos se suman los deportes estadounidenses que sí han logrado penetrar de manera importante en el mercado, como el fútbol americano, el basquetbol y el béisbol, que además cuentan con una ligas profesionales en México con fuerte presencia regional.

En este escenario, resulta complejo que una disciplina como el hockey sobre hielo, sin tradición local, con poca infraestructura y limitada exposición mediática, pueda competir en igualdad de condiciones por la atención del aficionado mexicano. Al tener ya “ocupado” su interés en deportes que generan arraigo cultural, nuevas propuestas deportivas enfrentan un camino cuesta arriba para ganarse un lugar en el imaginario colectivo.

¿Se está haciendo algo para cambiar esto?

La NHL lleva varios años desarrollando una estrategia destinada a integrarse poco a poco en la cultura deportiva nacional. El plan incluye la posibilidad de disputar partidos oficiales en territorio mexicano, siguiendo el ejemplo de la NFL, la NBA y la MLB. En este esfuerzo, una de las voces más relevantes ha sido la de Steve Mayer, presidente de contenidos de la NHL, quien en distintas ocasiones ha manifestado el interés de la liga en expandirse hacia México. 

Mayer ha señalado que existen franquicias específicas que podrían generar una conexión más inmediata con la afición mexicana, debido tanto a la cercanía geográfica como a la identificación cultural. Equipos como los Arizona Coyotes, los Dallas Stars y los Los Angeles Kings encabezan esta lista, ya que cuentan con bases de seguidores en ciudades fronterizas y han despertado interés en distintos sectores de la comunidad mexicana. Por lo que no suena descabellado pensar en ver el mejor hockey sobre hielo del mundo en México.

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