“Si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no dudes el resultado de 100 batallas”. Esta frase la escribió el estratega Sun Tzu en El Arte de la Guerra en el año 475 antes de Cristo, y personalmente creo que sigue siendo tan cierta y vigente en nuestras familias como hace siglos en la guerra.
Conocer un enemigo y conocerNOS (fortalezas, debilidades, oportunidades, emociones, recursos, detonantes, juicios, creencias y mil cosas más) es, creo, más de la mitad de la batalla ganada. Porque todas las estrategias posteriores serán correctas. Porque no dejarás paso ni grieta para que entre el miedo o la duda. Porque los aliados que elijas serán los adecuados. Porque tu preparación será óptima. Porque si fallas, sabrás reponerte y recomenzar sabiendo qué fue aquello que aprendiste. Por eso, esta frase, ha sido el “mantra” de muchos años que no solo recito sino diariamente hago realidad. Conocer un poco más acerca del enemigo. Conocer un poco más acerca de mí.
Si continúas leyendo esto, es porque probable compartamos el mismo adversario. Te cuento quién es.
Este, es un enemigo de carácter voluble e inestable, cuya voz no es más que miles de pensamientos inconexos que se filtran en la mente. Su presencia provoca el desorden interno. Es un enemigo que de entrada no destruye; inmoviliza haciéndonos sentir defectuosos, insuficientes e incapaces de llevar nuestras vidas adelante. Es un experto manipulador de nuestras emociones, un vórtice que las amplifica y distorsiona, provocando duda, miedo y finalmente desesperanza.
Es la niebla de la mente que impide que nos enfoquemos, que nos deja atendiendo todo y a la vez nada. Es quien desgasta y quiebra nuestros frenos internos, impulsándonos a actuar de manera precipitada e irreflexiva. Es un narrador interno despiadado que magnifica cada error y erosiona nuestra voluntad. Un ilusionista de la complejidad que paraliza nuestra acción, dejándonos con miles de proyectos y tareas inconclusas que después nos dejan con una montaña de culpa y vergüenza. Este adversario, de manera sutil, siembra división y ausencia dejándonos solos y sin conexiones significativas para finalmente socavar nuestras amistades, finanzas y metas, dejándonos atrapados en un ciclo de auto-recriminación sin fin.
Lo más dramático y triste de todo es que, como nos previene Sun Tzu, sin conocer a éste enemigo, muchos hemos caído en sus mentiras: Todo esto es tu culpa. Deberías estar avergonzada de no poder amar a tu hijos tal cual son… de estar convencida de que son defectuosos, que no son suficientes o que jamás alcanzarán su potencial. ¿Y tu? Tu no eres suficiente. No eres competente. No sabes nada de esto. Desprovista de recursos quiero verte apocada cada vez que explotas en gritos e impaciencia. Mientras… mientras yo me esconderé detrás del telón viendo como tu y tu hijo destrozan el vínculo de amor que siempre fue pensado como balsa salvavidas para AMBOS.
Este enemigo lo han llamado trastorno por déficit de atención de hiperactividad… TDAH… Y el TDAH no es un enemigo claro ni frontal… verdaderamente es el enemigo escurridizo de miles de colores y demasiados tentáculos. Que además, se ven inconexos y distintos de una persona a otra. De principio, si no conocemos de fondo qué es y qué no es el TDAH se siente como si nosotras estuvieramos inventándolo todo o como si nosotras (mamás) fuéramos las culpables porque somos “madres barco” o “madres hitlerianas” o “madres separadas” o “madres ausentes”… tu elige.
La historia de un pequeño (como el tuyo probablemente)
Fue bajo el peso de esta vergüenza personal y los escombros de la genialidad fracasada que encontré a mi hijo. El enemigo le había secuestrado la emoción, convirtiendo cada interacción con adultos y niños en un fuego cruzado. “Señora, Mariano grita, llora, muerde, se trata de imponer… se sale del salón, no controla su cuerpo, no reflexiona antes de actuar”, me decían. Y él ya comenzaba a creérsela. A pensar que era un niño roto, un error de la naturaleza.
Sin poder reclutar su genial inteligencia, el enemigo llenaba su mente con distracciones invitándole a buscar recompensas rápidas en la televisión y los videojuegos, solo para después quedarse con una sensación de vacío. Con grandes dificultades para conectar con los demás, se ocultaba. Y por las noches, los pensamientos catastróficos le asaltaban hasta provocarle ataques de pánico.
A este Mariano lo encontré detrás de la puerta de su cuarto, con los ojos llenos de lágrimas. “Mamá, ¿qué tengo? ¿por qué no puedo ser normal?”, me preguntó. “Mami, ¿me ayudas?”. En ese momento, mirándolo a los ojos, reconocí que había algo completamente ajeno a su personalidad y su voluntad que le impedía vivir en plenitud.
Name it to tame it.
Grandes psicólogos nos dicen que nombrar es domar. “name it to tame it”. Nombrar lo que parecían conductas inconexas fue para mí, una perfecta explicación. Ahora todo hacía sentido. La forma en la que pensaba, reaccionaba, sentía, hablaba, se comportaba y se valoraba a sí mismo. Ahora, dejaba de ser él, mi hijo, el “culpable” que voluntariamente se comportaba fatal para hacernos ver nuestra suerte. Ahora, dejaba de tener culpa y comenzaba a tener responsabilidad y libertad frente a una realidad personal.
Y ahora que está de más claro que el enemigo no es tu hijo, que el enemigo no es tu esposo. (aunque a veces se sienta que si); que el enemigo no es tu suegro, que te juzga cada vez que tu hija habla antes de pensar; que el enemigo no es el profesor de la escuela o el director del plantel que no tiene ni jota idea de cómo hackear en el sistema de intereses y atención de tu hijo; que el enemigo no es el sistema de salud que te vende los medicamentos a precio de oro o el sistema penitenciario que lo detiene por quinta vez por empezar una pelea callejera y que el enemigo ciertamente no eres tu misma; ahora si. ¿Comprendes quién es nuestro enemigo?
Si me respondes TDAH y todas sus co – ocurrencias tienes un 10 y nota. Si me respondes cualqueir otra cosa… mmmmm… tienes TDAH… (im joking). No ya, en serio. Ahora que tenemos más claro quién es este enemigo, vamos a dar algunos pasos más sobre el camino que algunos de nosotros transitamos desde que notamos los síntomas hasta que sentimos que tenemos las cosas más o menos bajo control. (que nunca sucede por más de 5 minutos, te lo juro).
De esto tratarán estas líneas… Y todo lo dejamos en suspenso hasta la siguiente. ¿Quieres conocer a tu enemigo hasta convertirlo en un digno adversario? Síguenos.
Todo el cariño. Una compañera de batalla. F
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