Estamos viviendo el llamado mes patrio en medio de una crisis que podríamos llamar existencial en cuanto al mismo concepto de patria, pues si analizamos objetivamente la historia nos encontramos que antes de la llegada de Hernán Cortés México no existía como una nación, lo que hoy es el territorio mexicano estaba habitado por una serie de pueblos que se sentían independientes unos de otros, en ocasiones enemigos entre sí, con lenguas, religiones y tradiciones propias y no compartidas y podemos decir que con un pueblo que se destacaba que eran los aztecas, pero que eran considerados por muchos como opresores, ya que no solamente exigían tributos económicos sino humanos para ser sacrificados a sus dioses sedientos de sangre, por eso no podemos considerar que los aztecas son la base de nuestra nacionalidad porque ni siquiera representan a ese territorio que hoy llamamos México.
La unidad cultural se fue consolidando poco a poco con el trabajo de los misioneros que fueron convirtiendo a los indígenas al cristianismo y así se fue creando una base cultural al compartir las mismas creencias la mayoría de los pueblos locales con los llegados del otro lado del mar, y la Nueva España se empezó a distinguir por su cultura, su riqueza y sus grandes y bellísimas construcciones religiosas y civiles de las que hoy pueblos y ciudades se sienten orgullosas.
Esa base cultural es la que ha venido combatiendo la llamada 4T, pretendiendo que al restaurar costumbres y ceremonias prehispánicas que son ajenas para la mayor parte de la población, que además violan el Estado Laico del cual dicen ser fieles seguidores, más otros actos que van disolviendo la idea de la unidad nacional en base a una idea de manipular la palabra pueblo al que dicen servir.
Las llamadas Fiestas Patrias que se celebran a lo largo de todo México pretenden reflejar una idea de que todo en el país es felicidad. En el grito del 15 de septiembre se gritaron una serie de vivas tradicionales y otras que sorprendieron todo con una tendencia feminista y como ya es tradicional sin mencionar al auténtico consumador de la independencia, Don Agustín de Iturbide.
Visto desde la superficie esos festejos de 15 y 16 parecerían testimoniar que el país está viviendo uno de sus mejores momentos, cuando en realidad está bajo un gobierno plenamente autoritario, destruidos ya prácticamente todos los contrapesos con la extinción de muchas instituciones que gozaban de autonomía y podían ejercer cierta presión, culminando desde luego con la imposición de una Suprema Corte que con toda certeza dejará de ser el mayor contrapeso que se tenía para sumarse a ser una dependencia más del Estado.
Que las llamadas Fiestas Patrias no enmascaren los grandes problemas de inseguridad, los escándalos de corrupción que están saliendo a la luz, las obras faraónicas que cuestan millones al erario, la falta de medicamentos e insumos en el sector salud, la carestía que no se refleja en cifras oficiales, pero si en el bolsillo de los consumidores, la amenaza en la educación con libros de texto llenos de ideologías contrarias a la tradición y otros problemas más.
Esperemos que pronto tengamos algún liderazgo que busque auténticamente los valores nacionales y aglutine a los millones de ciudadanos responsables que no se dejan enmascarar por fiestas o discursos oficiales.
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