IA: La nueva fiebre del oro

En menos de dos años, la inteligencia artificial (IA) ha pasado de ser una promesa académica a una fuerza disruptiva que impacta la vida cotidiana, los negocios y la política global. El reporte Trends – Artificial Intelligence (BOND, mayo 2025) sostiene que la velocidad y la magnitud de este fenómeno no tienen precedentes, superando incluso la adopción de internet en sus primeras décadas.

Una adopción sin paralelo

Cuando OpenAI lanzó ChatGPT en noviembre de 2022, pocos imaginaron que en apenas cinco días alcanzaría un millón de usuarios, superando al iPhone (74 días) o al Ford Model T en su tiempo. Hoy, con 800 millones de usuarios en 17 meses, el chatbot se ha convertido en la aplicación de más rápido crecimiento en la historia digital.

Sam Altman, CEO de OpenAI, lo resumió en mayo de 2025: “Las personas mayores usan ChatGPT como un sustituto de Google; los jóvenes en sus veintes y treintas lo utilizan como un consejero de vida”. Esa dualidad refleja cómo la IA ya no es solo una herramienta laboral, sino un acompañante en las decisiones personales y formativas.

Mariana López, estudiante de ingeniería en Querétaro, lo confirma: “Antes me tardaba horas en hacer mis tareas de cálculo. Ahora uso ChatGPT para que me explique paso a paso, como si fuera un tutor. No es que me dé la respuesta, es que me ayuda a entenderla”.

Uso intensivo: más tiempo y más propósito

El engagement también es inédito. Según datos de Sensor Tower, el tiempo diario que los usuarios estadounidenses pasan en la app de ChatGPT creció un 202% en 21 meses. Además, las sesiones diarias por usuario se incrementaron 106% en el mismo periodo.

Estos números revelan que la IA no se usa de manera esporádica, sino como parte integral de la rutina: en el trabajo, para redactar informes o analizar datos; en la escuela, para investigar; y en la vida personal, como asistente para organizar viajes, recetas o finanzas.

Luis Hernández, ejecutivo de ventas en Monterrey, lo explica así: “En mi empresa usamos IA para preparar presentaciones en minutos y responder a clientes más rápido. Antes dependíamos de tres personas; ahora con un prompt bien hecho, resolvemos en horas lo que llevaba días”.

CapEx: la fiebre del oro digital

El crecimiento en usuarios tiene un correlato financiero descomunal. Las seis grandes tecnológicas (Apple, Nvidia, Microsoft, Alphabet/Google, Amazon y Meta) incrementaron su gasto de capital en infraestructura de IA un 63% entre 2023 y 2024, tras una década con un promedio de +21% anual.

Hoy, el 15% de los ingresos de estas compañías se destinan a CapEx, casi el doble que hace diez años. Este gasto se concentra en centros de datos de nueva generación, chips especializados (GPUs y TPUs), refrigeración líquida y algoritmos optimizados.

Brad Smith, vicepresidente de Microsoft, lo describió como “la siguiente etapa de la industrialización: no se trata solo de recolectar datos, sino de aprender de ellos, razonar con ellos y monetizarlos en tiempo real”.

El impacto en proveedores es evidente. NVIDIA, por ejemplo, multiplicó por 28 sus ingresos en chips para IA en la última década. Lo que antes era un nicho de gamers, hoy sostiene la infraestructura cognitiva del planeta.

Implicaciones sociales y éticas

La tecnología debe estar al servicio de la persona y no al revés. La IA plantea un dilema: puede democratizar el acceso al conocimiento, pero también concentrar poder económico y político en pocas manos.

En México, la brecha digital es un recordatorio de que no basta con celebrar cifras globales. Según el Inegi, 24% de los hogares aún no tiene acceso a internet. Para que la IA sea un motor de justicia social, el acceso equitativo debe ser prioridad.

La profesora Verónica Ramírez, de la Universidad Autónoma de Puebla, advierte: “Si la IA solo la usan los privilegiados, no será una revolución inclusiva, sino un nuevo muro de desigualdad”.

El reto humano: gobernanza y propósito

La carrera hacia la Inteligencia Artificial General (AGI) —sistemas capaces de razonar y aprender como humanos— está cada vez más cerca, según expertos del sector. Sam Altman aseguró en enero de 2025: “Estamos confiados en que sabemos cómo construirla”.

Pero más allá de la hazaña técnica, el verdadero reto será humano: cómo gobernar esta tecnología para que respete la dignidad, la libertad y la justicia. México, con su tradición de valores familiares y comunitarios, puede aportar una visión ética distinta al pragmatismo de Silicon Valley.

La inteligencia artificial avanza más rápido que cualquier otra innovación en la historia reciente. ChatGPT es apenas el rostro visible de una ola que combina adopción masiva, uso intensivo y un gasto en infraestructura sin precedentes.

Sin embargo, el futuro no se define solo en los laboratorios ni en las bolsas de valores. Se define en la vida de Mariana, Luis o Verónica: jóvenes que aprenden, profesionales que trabajan y docentes que advierten. La IA puede ser herramienta de inclusión y progreso, siempre que se gobierne con valores humanos, con respeto a la legalidad y con el espíritu solidario que caracteriza a los mexicanos.

La pregunta ya no es si usaremos IA, sino cómo la pondremos al servicio de la sociedad. Porque progreso auténtico no se mide por la velocidad de la tecnología, sino por la dignidad de las personas que transforma.

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