Cada año, el gobierno de México presenta el Paquete Económico, formado por la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la Federación. Estos documentos configuran el andamiaje del destino económico y social del país: definen cuánto ingresará al erario y cómo se repartirá el gasto público. La pregunta es ineludible: ¿es suficiente este paquete para impulsar el crecimiento que México necesita?
Esta reflexión cobra especial urgencia frente al contexto actual: un crecimiento moderado, déficit aún elevado y presiones globales constantes.
Descripción del Paquete Económico
El Paquete Económico se compone de dos pilares fundamentales: la Iniciativa de Ley de Ingresos de la Federación, donde el gobierno estima cuánto recaudará por impuestos, ingresos petroleros y financiamiento; y el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, que detalla cómo se asignarán esos recursos. Estas piezas reciben entrada pública y debate legislativo antes de convertirse en ley.
De acuerdo con los Criterios Generales de Política Económica (CGPE) 2026, se fija un objetivo de crecimiento del PIB entre 1.8 % y 2.8 %; se proyecta una inflación en torno al 3 %, y el déficit fiscal se busca reducir al 4.1% del PIB, desde 4.3 % estimado para 2025
También se anuncian medidas para elevar la recaudación: aranceles estratégicos contra países sin tratados comerciales, fiscalización a bancos y fintechs, “impuestos saludables” (como IEPS a bebidas azucaradas, videojuegos y tabaco). Se prioriza asimismo el apoyo a Pemex, con 263 500 millones de pesos destinados para pago de deuda
Análisis del crecimiento económico actual
La expectativa oficial pone el crecimiento de 2025 entre 1.5 % y 2.3 %, revisado a la baja desde estimaciones previas (2-3 %). El Banco de México fue más prudente, reduciendo su pronóstico de crecimiento para 2025 a apenas 0.6 %, debido a debilidad en consumo e inversión privada
En el primer trimestre de 2025, México escapó por poco a una recesión técnica (creció 0.2 % trimestral); a tasa anual, el PIB aumentó sólo 0.6 %. Este desempeño, aunque modesto, fue mejor de lo esperado en medio de una economía global inestable y tensiones geopolíticas.
El entorno global no está de nuestro lado. La incertidumbre por políticas comerciales de EE. UU. ha reducido la inversión y el consumo. Los aranceles proteccionistas obligan a repensar estrategias de entrada de exportaciones mexicanas. Estas complicaciones externas estresan la capacidad del paquete económico para catapultar el crecimiento interno.
Se anuncia un aumento del gasto público, pero las primeras señales sugieren ajustes. Por ejemplo, en el paquete de 2025, la inversión física (infraestructura) recibió un recorte real del 12.7 % Para 2026 se anticipa un gasto alto en programas sociales y proyectos clave como el Tren Maya, pero queda la duda: ¿será suficiente para estimular una economía estancada?
Las políticas anunciadas, como la modernización de aduanas y la fiscalización más estricta, podrían fortalecer la recaudación y mejorar la competitividad. Sin embargo, no se mencionan claramente incentivos fiscales o mecanismos de financiamiento preferenciales que alienten la innovación o inversión privada.
El paquete concede un papel central al gasto social: se destinará hasta el 3 % del PIB a programas sociales y 2.5 % del PIB a inversión vía el Plan México. Pero ¿dónde quedan la educación, salud y capital humano, esenciales según la Doctrina Social de la Iglesia? El diseño presupuestal fomenta la equidad, pero sin recursos directos al fortalecimiento del capital humano, el crecimiento será limitado.
La consolidación fiscal es clara: déficit en descenso, disciplina en el gasto, enfoque gradualista. La deuda pública se estima llegará al 52.3 % del PIB. Esta prudencia es responsable, pero la austeridad puede frenar la expansión de programas que generen desarrollo estructural.
Analistas como Marco Oviedo sugieren que en 2026 hay margen optimista: crecimiento del 2.5 %, déficit tradicional del 3.5 % del PIB, inflación controlada. También se reconoce que la disciplina fiscal es bienvenida tras desequilibrios anteriores.
Expertos advierten que la consolidación ha implicado recortes en infraestructura, salud y medio ambiente, sectores vitales para el largo plazo. Además, Moody’s alerta que las tensiones arancelarias y geopolíticas podrían erosionar aún más el potencial de crecimiento.
En el paquete de 2025, el déficit se redujo de un 5.0 % (2024) a 3.2 % del PIB, con recortes significativos en inversión y gasto programable. Esto marca una tendencia clara hacia la austeridad, especialmente en capital fijo.
Resultados pasados
La expectativa de crecimiento del 2-3 % en 2025 no se cumplió: el Banxico proyectó 0.6 %, y el PIB anual posiblemente quedó en torno al 0.6 % o menos. Esto muestra una brecha entre optimismo oficial y realidad económica.
“Trabajo en un taller automotriz en Guadalajara. Con los recortes a la inversión pública, me preocupa que no haya nuevos proyectos que impulsen mi empleo ni la demanda de piezas que fabricamos. También, los ‘impuestos saludables’ encarecen productos que muchos jóvenes consumimos; no dan alternativas educativas ni de salud para reemplazarlos.” Este testimonio refleja la realidad de muchos jóvenes que, pese a valorar la disciplina fiscal, necesitan oportunidades concretas de empleo e inversión pública.
El Paquete Económico 2026 muestra un esfuerzo claro hacia la consolidación fiscal, el control del déficit y la recaudación inteligente mediante aranceles y fiscalización. Busca equilibrar responsabilidad financiera y gasto social. Sin embargo, su potencial para impulsar un crecimiento sostenible y justo se ve limitado por:
- Inversión en infraestructura debilitada, clave para reactivar diversos sectores.
- Poca atención explícita al capital humano, educación, salud e innovación.
- Falta de incentivos claros al sector privado, más allá de modernización y control fiscal.
- Riesgos externos, como tensiones arancelarias que merman el comercio e inversión.
Si bien el paquete es una herramienta esencial, no basta por sí mismo. México necesita, además, políticas activas que potencien el desarrollo humano, fortalezcan al sector productivo, y mantengan un diálogo constante con la sociedad joven, conforme a los valores de justicia, solidaridad y bien común promovidos por la Doctrina Social de la Iglesia.
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