Los irlandeses que eligieron a México

En la memoria histórica de México existen capítulos que trascienden fronteras. Uno de ellos es el del Batallón de San Patricio, una unidad integrada principalmente por inmigrantes irlandeses que, durante la Guerra México-Estadounidense (1846–1848), decidieron abandonar las filas estadounidenses y unirse al ejército mexicano. Su gesta, teñida de heroísmo y sacrificio, se ha convertido en un símbolo de lealtad, fraternidad y resistencia frente a la injusticia.

Cada 12 de septiembre, México recuerda a estos hombres con ceremonias, placas conmemorativas y actos cívicos en honor a su memoria. Más allá de un evento histórico, esta conmemoración abre reflexiones sobre la identidad, la solidaridad internacional y la construcción de un país que siempre ha sabido acoger a los extranjeros que hicieron suyos los ideales de justicia y libertad.

La Guerra México-Estadounidense fue un conflicto devastador. El expansionismo estadounidense, bajo la doctrina del “Destino Manifiesto”, buscaba extender sus fronteras hacia el sur y el oeste. México, recién independizado, debilitado política y militarmente, se enfrentó a un ejército mejor preparado y con mayores recursos.

En ese contexto surgió el Batallón de San Patricio, integrado principalmente por soldados de origen irlandés y otros europeos católicos que habían sido reclutados en Estados Unidos. Las condiciones de discriminación religiosa y étnica que vivían en las filas estadounidenses los orillaron a desertar. El historiador Michael Hogan, en su libro The Irish Soldiers of Mexico, señala:

“Los irlandeses, en su mayoría católicos, eran tratados como ciudadanos de segunda clase dentro del ejército norteamericano, donde el protestantismo dominaba. México les ofreció respeto a su fe y la posibilidad de luchar por un pueblo que compartía sus creencias”.

Para muchos, no fue solo un acto militar, sino también espiritual: defender a una nación católica que consideraban más cercana a sus valores.

La gesta heroica: batallas y sacrificio

El Batallón de San Patricio se distinguió en diversas batallas. Su primera gran participación fue en la defensa de Monterrey en 1846, donde demostraron disciplina y valentía. Más tarde, se les recuerda especialmente en las batallas de Buena Vista, Cerro Gordo, Churubusco y la defensa de la Ciudad de México.

En Churubusco, el 20 de agosto de 1847, el Batallón combatió hasta agotar municiones. Al verse rodeados, muchos fueron capturados. El castigo que recibieron fue brutal: 50 de ellos fueron ahorcados en masa por el ejército estadounidense el 13 de septiembre, justo cuando ondeaba la bandera de Estados Unidos sobre el Castillo de Chapultepec.

La imagen es imborrable. Según el testimonio recogido por el cronista José María Roa Bárcena, los San Patricios “subieron al cadalso con dignidad, sabiendo que habían elegido el bando más débil, pero también el más justo”.

El liderazgo del mayor John Riley, fundador del batallón, quedó grabado en la memoria mexicana. Aunque él logró evitar la horca, sufrió castigos físicos y mutilaciones. Su nombre, sin embargo, pasó a la historia como sinónimo de lealtad hacia una causa que no era la suya por nacimiento, pero sí por convicción.

La conmemoración: memoria compartida

Hoy, el recuerdo del Batallón de San Patricio se mantiene vivo en México. En la Plaza San Jacinto, en San Ángel (Ciudad de México), una placa honra a los caídos. Cada año, representantes del gobierno mexicano, de la embajada de Irlanda y de colectivos culturales realizan ceremonias para rendir tributo a estos hombres.

En 1997, los presidentes Ernesto Zedillo y Mary Robinson (de Irlanda) inauguraron una placa conmemorativa conjunta. Desde entonces, ambos países han estrechado lazos culturales y diplomáticos a partir de esta historia.

Un testimonio actual lo ofrece Patricia López, vecina de San Ángel que asiste cada año al homenaje: “Es conmovedor ver cómo personas que no eran mexicanas dieron su vida por nosotros. Nos recuerda que la fraternidad no tiene fronteras. Mis hijos preguntan quiénes fueron los San Patricios, y yo les digo: fueron amigos de México cuando más lo necesitábamos”.

Significado y valores: la fraternidad internacional

La gesta de los San Patricios es, sobre todo, un recordatorio de que la lucha por la justicia no entiende de nacionalidades. Para la Doctrina Social de la Iglesia, su historia encarna principios fundamentales como la solidaridad y la dignidad humana.

El sacerdote e historiador Armando Flores, especialista en historia eclesiástica, lo resume así: “El Batallón de San Patricio no solo fue un grupo de desertores; fue un ejército de conciencia. Su fe católica, su rechazo a la discriminación y su compromiso con un pueblo oprimido los convierten en mártires de la fraternidad internacional”.

En un México actual marcado por debates sobre migración y diversidad cultural, recordar a los San Patricios es también reconocer que los extranjeros han contribuido a nuestra identidad nacional, no solo con trabajo y cultura, sino incluso con su vida.

Inspiración para las nuevas generaciones

Para los jóvenes mexicanos y extranjeros que habitan hoy el país, la memoria del Batallón de San Patricio ofrece una lección poderosa: la lealtad a los valores de justicia y solidaridad trasciende cualquier frontera.

En palabras de la estudiante universitaria Brenda Jiménez, de 22 años: “Cuando escuché por primera vez la historia de los San Patricios en clase de historia, pensé: si ellos pudieron arriesgarlo todo por un país que no era el suyo, ¿qué estamos dispuestos a hacer nosotros por México?”. Esa reflexión conecta con los desafíos actuales: construir un país más justo, más solidario y más abierto a quienes buscan refugio y oportunidades.

El Batallón de San Patricio es más que un episodio de la Guerra México-Estadounidense: es una lección universal sobre valentía, fe y solidaridad. Honrar su memoria no es solo recordar a los irlandeses que pelearon por México, sino reconocer que nuestra historia se ha forjado con la ayuda de quienes supieron ver en este país un ideal de justicia y dignidad.

Hoy, en un mundo marcado por migraciones, discriminaciones y tensiones internacionales, la gesta de los San Patricios sigue viva. Nos recuerda que la fraternidad entre pueblos es posible, y que la defensa de lo justo vale siempre la pena, aunque el costo sea la propia vida.

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