La humanidad enfrenta una encrucijada: mantener un modelo económico lineal que consume y desecha sin medida, o apostar por un esquema circular donde los recursos se reutilicen, prolonguen y regeneren. En esa transición, la tecnología digital emerge como un aliado indispensable. Inteligencia artificial (IA), blockchain e Internet de las Cosas (IoT) no son solo palabras de moda, sino herramientas capaces de transformar la manera en que producimos, consumimos y reciclamos.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, el 45% de las emisiones globales de carbono están vinculadas a la forma en que producimos y usamos bienes. Si no se cambia este modelo, la meta del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1.5 °C será inalcanzable. Frente a este panorama, la economía circular y la digitalización se presentan como dos caras de una misma moneda.
Inteligencia artificial: del caos al orden en la gestión de residuos
La IA se ha convertido en una pieza clave para optimizar la gestión de residuos urbanos e industriales. Empresas como ZenRobotics, en Finlandia, han desarrollado robots que, mediante algoritmos de visión artificial, clasifican desechos con mayor rapidez y precisión que los humanos. Esta tecnología permite recuperar plásticos, metales y otros materiales que antes terminaban en rellenos sanitarios.
En México, un estudio del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) estima que el país genera más de 120 mil toneladas de residuos sólidos urbanos cada día, pero menos del 10% se recicla de manera efectiva. “La inteligencia artificial puede ayudarnos a multiplicar esa tasa de recuperación y reducir la presión sobre tiraderos y basureros”, explica la investigadora ambiental Ana María Martínez, de la UNAM.
El impacto no es solo ambiental, también económico. La consultora McKinsey calcula que las soluciones de IA aplicadas a la economía circular podrían generar un ahorro global de hasta 127 mil millones de dólares anuales para 2030.
Blockchain: trazabilidad y confianza en la cadena de valor
Uno de los mayores desafíos de la economía circular es garantizar la trazabilidad de los productos: saber de dónde provienen, qué materiales contienen y qué pasa con ellos al final de su vida útil. La cadena de bloques, popularizada por las criptomonedas, ofrece una solución transparente y segura.
Marcas como IKEA y Unilever ya utilizan blockchain para rastrear materias primas y certificar que provienen de fuentes sostenibles. En la moda, el proyecto “CircularID” busca que cada prenda tenga un “pasaporte digital” que muestre su composición y permita reciclarla o reutilizarla de manera más eficiente.
En palabras de Carlos López-Moctezuma, experto en innovación financiera: “Blockchain es una tecnología de confianza; en la circularidad puede garantizar que lo que se declara como reciclado realmente lo sea”. Esta transparencia es vital para evitar el llamado greenwashing, práctica en la que las empresas exageran o mienten sobre su sostenibilidad.
En México, la cadena de bloques podría fortalecer programas de reciclaje de PET, que según la Asociación Nacional de Industrias del Plástico (ANIPAC) alcanzan tasas de recuperación cercanas al 60%, pero aún enfrentan problemas de trazabilidad y transparencia en el destino del material.
Internet de las Cosas: del producto al servicio
El IoT conecta dispositivos y sensores a internet, permitiendo recopilar y analizar datos en tiempo real. En la economía circular, esta tecnología abre la puerta a modelos de negocio basados en “producto como servicio”.
Ejemplos concretos ya funcionan en el mundo. Philips ofrece iluminación como servicio: las empresas no compran lámparas, sino que pagan por la luz que consumen. Los sensores instalados en cada luminaria informan sobre su uso, eficiencia y necesidad de mantenimiento. Esto prolonga la vida útil del producto y reduce desperdicios.
En el sector automotriz, el IoT permite rastrear el desempeño de piezas y optimizar programas de refabricación. “En lugar de desechar un motor completo, los sensores nos dicen qué componentes pueden recuperarse y reutilizarse”, señala un informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE).
En México, empresas emergentes de logística aplican IoT para monitorear la vida útil de pallets y contenedores, reduciendo pérdidas y fomentando la reutilización. Para pequeños emprendedores, estos modelos representan la posibilidad de acceder a activos sin necesidad de comprarlos, reduciendo costos y emisiones.
La tecnología circular no es exclusiva de grandes corporativos. María Fernanda Pérez, una joven emprendedora de Guadalajara, dirige un negocio de reciclaje de electrónicos que utiliza IA para identificar componentes valiosos. “Antes separábamos a mano las tarjetas electrónicas y era tardadísimo; ahora con un software podemos detectar qué se puede recuperar. Hemos duplicado los ingresos y reducido el material que va al basurero”, relata.
Por su parte, Roberto Jiménez, ingeniero en Monterrey, forma parte de un piloto de blockchain aplicado a la gestión de residuos industriales. “Cada tambor de desecho químico tiene un registro digital único; eso nos da certeza de que no termina en un tiradero clandestino. Los clientes también confían más en que cumplimos con las normas ambientales”.
Estos testimonios reflejan que la transición tecnológica hacia la circularidad no solo está en los discursos internacionales, sino que comienza a permear en la vida de ciudadanos y emprendedores mexicanos.
El reto en México: desigualdades y oportunidades
A pesar del potencial, México enfrenta grandes desafíos para implementar estas tecnologías. La brecha digital limita el acceso a soluciones de IA e IoT en comunidades rurales y pequeñas empresas. Según datos del INEGI, en 2024 todavía 22% de los hogares no tenían acceso a internet.
Además, la falta de marcos regulatorios claros dificulta la aplicación de blockchain en sectores como el reciclaje y la gestión de residuos. Sin embargo, también existen oportunidades. La Estrategia Digital Nacional 2021–2024 plantea la digitalización como un eje de política pública, y programas como el Plan Nacional de Economía Circular impulsado por la Secretaría de Medio Ambiente (SEMARNAT) buscan integrar a México en estas tendencias.
El desafío es lograr que la tecnología no se convierta en privilegio de unos cuantos, sino en un bien común que permita un desarrollo inclusivo y sostenible. Aquí entra la dimensión ética: el desarrollo debe estar siempre al servicio de la dignidad humana y del bien común, no de la especulación o la exclusión.
Circularidad con rostro humano
La economía circular no es únicamente un asunto de eficiencia tecnológica, sino de justicia social y responsabilidad intergeneracional. Como señala el Papa Francisco en Laudato Si’, “la tecnología basada en la idea de dominio sobre la tierra nos ha conducido a la crisis ambiental; necesitamos una tecnología al servicio de la vida”.
La IA, el blockchain y el IoT son herramientas poderosas, pero su valor dependerá de cómo se usen. Si están al servicio del lucro inmediato, reproducirán las mismas lógicas del modelo lineal. Si se orientan al bien común, podrán abrir la puerta a un futuro más justo, limpio y sostenible.
En México, el camino hacia la circularidad digital apenas comienza. Requiere inversión, marcos regulatorios, innovación y sobre todo ciudadanos comprometidos. La tecnología, como la economía, debe ser circular no solo en los materiales, sino también en los valores: lo que se siembra en dignidad y responsabilidad, se cosecha en justicia y esperanza.
Facebook: Yo Influyo