La era del “usar y tirar” terminó

“En mi colonia pasa el camión de la basura tres veces por semana, pero los contenedores siempre están rebosando. La gente tira bolsas, plásticos, muebles viejos. Siento que cada día producimos más basura de la que podemos manejar”, cuenta Karla López, joven de 27 años que vive en la alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México. Su testimonio refleja un problema que trasciende fronteras: el modelo económico basado en extraer, producir, consumir y desechar está alcanzando un límite planetario.

La economía lineal —ese sistema que nos acostumbró a usar y tirar— no solo agota recursos, también genera contaminación que afecta la salud humana, la biodiversidad y la estabilidad climática. Según datos del Banco Mundial, el mundo genera más de 2,010 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos cada año, y se prevé que para 2050 la cifra aumente en un 70% si no se cambian los patrones de producción y consumo.

Frente a esta crisis surge la economía circular, un modelo que busca no solo reducir el daño, sino regenerar los sistemas naturales, y que expertos consideran clave para el futuro de la humanidad.

Economía circular: definición y principios

La Fundación Ellen MacArthur, pionera en el tema, define la economía circular como “un sistema industrial restaurativo y regenerativo por intención y diseño”. A diferencia del reciclaje tradicional, no se enfoca únicamente en manejar residuos después de generarlos, sino en evitar que existan desde el inicio.

Los tres principios centrales son:

  1. Diseñar para eliminar residuos y contaminación. Desde la concepción de un producto, se busca que sus materiales puedan reintegrarse al ciclo productivo o a la naturaleza.
  2. Mantener los productos y materiales en uso. Alargar la vida útil mediante la reparación, reutilización, remanufactura y reciclaje avanzado.
  3. Regenerar los sistemas naturales. Pasar de extraer recursos a devolver nutrientes y restaurar ecosistemas, por ejemplo, con prácticas agrícolas regenerativas.

“El gran cambio es cultural y económico: no se trata de producir menos, sino de producir diferente, de manera que cada cosa que usamos tenga un destino después de su vida útil”, explica el investigador Enrique Leff, especialista en economía ecológica de la UNAM.

México y el reto de sumarse a la ola circular

En nuestro país, los datos muestran una urgencia creciente. La Secretaría de Medio Ambiente (SEMARNAT) reporta que cada habitante genera en promedio 1.16 kilos de basura al día, lo que equivale a más de 120 mil toneladas diarias. El 78% de estos residuos termina en rellenos sanitarios o tiraderos a cielo abierto, muchos de los cuales ya están saturados.

Pese a ello, México ha dado algunos pasos. En 2021 se presentó la Estrategia Nacional de Economía Circular, cuyo objetivo es reducir la dependencia de recursos vírgenes y promover la innovación en cadenas de valor. También varios estados, como Jalisco y Nuevo León, han implementado leyes para regular el plástico de un solo uso.

Sin embargo, los avances aún son insuficientes. De acuerdo con datos del INEGI, solo el 9.6% de los residuos sólidos urbanos se recicla. La industria mexicana tiene un enorme potencial de mejora, pues un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que la adopción de modelos circulares podría generar hasta 4.5 billones de dólares a nivel mundial para 2030, impulsando empleos verdes y nuevas cadenas productivas.

Algunas iniciativas en México ya muestran el potencial del cambio:

  • Cemex implementa un programa de coprocesamiento que utiliza residuos industriales como combustible alterno en sus hornos de cemento, reduciendo emisiones y consumo de combustibles fósiles.
  • Biofase, empresa en Michoacán, produce cubiertos y popotes biodegradables a partir de hueso de aguacate, demostrando que la innovación local puede escalar.
  • En Monterrey, el programa “Basura Cero” busca reducir en 90% los desechos enviados a relleno sanitario mediante separación y aprovechamiento de residuos.

“Si logramos que más empresas adopten este modelo, México no solo resolverá su crisis de basura, sino que también podrá competir mejor en mercados internacionales, donde los consumidores exigen sostenibilidad”, afirma Alejandra Espinosa, consultora en responsabilidad social empresarial.

Para muchos jóvenes, la economía circular no es un concepto lejano, sino un desafío cotidiano. Mariana Hernández, estudiante de arquitectura en Guadalajara, comparte: “En mi universidad estamos diseñando proyectos con materiales reciclados. La idea es demostrar que la construcción puede ser circular, que no todo debe depender del cemento o el acero. Me emociona pensar que como generación podemos cambiar la manera de hacer ciudad”.

Este tipo de experiencias educativas es crucial. La UNESCO ha señalado que la transición hacia una economía circular requiere no solo leyes o tecnologías, sino una formación cultural que integre a los ciudadanos en la búsqueda de alternativas sostenibles.

Un cambio de mentalidad: de consumidores a custodios

Más allá de las cifras y políticas, la economía circular implica una transformación ética y espiritual. Cuidar la creación es un deber moral. El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si’, advierte: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”.

Este enfoque conecta con valores profundamente mexicanos: el respeto por la tierra, la familia y la comunidad. Nuestras tradiciones indígenas ya practicaban formas de circularidad, como el trueque, el compostaje y el aprovechamiento integral de los recursos naturales. Recuperar esa sabiduría es parte del camino hacia un modelo más justo y sustentable.

La economía circular no es una moda, sino una necesidad vital. Representa la oportunidad de transitar hacia un sistema que respete los límites planetarios y, al mismo tiempo, impulse innovación, empleo y bienestar.

Para México, el reto es doble: avanzar en políticas públicas efectivas y promover un cambio cultural entre empresas y ciudadanos. Como resume Karla, la joven de Iztapalapa: “Yo no puedo resolver sola la basura de mi colonia, pero sí puedo empezar separando, reutilizando y exigiendo a las autoridades que hagan más. Lo importante es no quedarnos con los brazos cruzados”.

La pregunta final no es si podemos darnos el lujo de adoptar la economía circular, sino si podemos sobrevivir sin hacerlo.

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