En el intrincado tablero de la política local y global, la información no es solo un recurso: es el arma definitiva para ascender al poder. A lo largo de la historia, numerosos jefes de estado han demostrado que una carrera en servicios de inteligencia o espionaje (civil, militar o policiaco) les allana el camino para obtener el poder absoluto. Joseph Fouché, el astuto ministro de Policía francés durante la Revolución y el Imperio napoleónico, encarna este principio como nadie. Aunque no fue jefe de estado, su manipulación de la información lo convirtió en un titiritero del poder, inspirando a generaciones posteriores.
Un correcto manejo de la información anticipa y neutraliza amenazas, nos permite tejer alianzas y avanzar en el tablero. A esa habilidad se le conoce como astucia. Habilidad que en la mitología griega se le conoce como Metis, la diosa de la astucia, la sabiduría, la prudencia y la planificación.
Esta habilidad se observa en líderes políticos modernos, donde el espionaje no solo recopila datos, moldea narrativas, elimina rivales y consolida alianzas. Aquí unos ejemplos de la historia.
El padre fundador de Estados Unidos, George Washington, forjó su liderazgo en las trincheras del espionaje durante la Guerra de Independencia. Como comandante del Ejército Continental, dirigió redes de agentes que infiltraban líneas británicas, proporcionando inteligencia crucial para victorias como la de Yorktown.
En la extinguida Unión Soviética, Yuri Andropov (líder de 1982-1984) escaló desde la presidencia de la KGB (1967-1982), donde supervisó vastas operaciones de espionaje global y represión interna. Su red de inteligencia le dio un control inigualable sobre disidentes y aliados, permitiéndole eliminar competidores antes de asumir el poder supremo.
George H.W. Bush (presidente de EE.UU. 1989-1993) es el único mandatario estadounidense con un rol directivo en inteligencia central, como director de la CIA entre 1976-1977. Supervisando operaciones en la Guerra Fría, Bush usó su expertise para forjar redes diplomáticas y políticas, ascendiendo al poder al estilo de Fouché: priorizando la información sobre la ideología.
Vladimir Putin (presidente ruso desde 2000, a la fecha con interrupciones) sirvió en la KGB en Alemania Oriental, especializándose en reclutamiento y espionaje. Como director del FSB en 1998-1999, usó inteligencia para neutralizar opositores y ascender rápidamente. Con los expedientes que tenía de Boris Yeltsin, se abripo paso para ser un desconocido a tomar el control de la nueva Rusia.
En México, tres figuras que espiaron para la CIA lograron alcanzar la Presidencia de la República: Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Este último destacó como el más eficaz, ya que, al asumir el poder, consolidó una corriente dentro del PRI que ha influido significativamente en varios personajes que hoy gobiernan el país.
Por otro lado, personajes provenientes de las áreas de inteligencia, como la Dirección General de Seguridad y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), también aspiraron a la Presidencia, pero no lo lograron. Ellos fueron Fernando Gutiérrez Barrios y Genaro García Luna.
En el horizonte político del 2030 emerge Omar García Harfuch, cuya carrera y linaje están estrechamente ligados a las áreas de inteligencia y seguridad. Con estudios especializados en seguridad en la Universidad de Harvard, el FBI y la DEA, García Harfuch ingresó en 2008 a la Policía Federal Preventiva, entonces dirigida por Genaro García Luna. Actualmente, desempeña un papel clave en la relación con EU. A pesar de que la presidenta Claudia Sheinbaum ha negado colaboración con la DEA, el jefe de esta agencia, Terry Cole, señaló que el gobierno mexicano muestra una disposición sin precedentes para cooperar con su organismo y con el gobierno estadounidense.
Así que el espionaje no es sólo una herramienta: es una escalera al poder, donde la astucia y la información, como predicaba Fouché, superan dinero y fuerza bruta. Quien controla los secretos, controla muchos destinos.
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