Contra el futuro: el caso Olinia

Olinia, el proyecto del primer auto eléctrico mexicano, vuelve a acaparar titulares. En la conferencia matutina del pasado 13 de agosto de 2025, se presentaron los emblemas y avances de este vehículo, que promete ser accesible (<150 000 pesos), recargable en cualquier enchufe doméstico y con identidad cultural nacional (logo alebrije-liebre). Su diseño final será develado en septiembre de 2025, y una flotilla piloto estaría lista “a mediados del próximo año” —es decir, en junio de 2026— 

Hasta ahora, el proyecto ha sido desarrollado por más de 100 especialistas del IPN, TecNM, UNAM y otros centros públicos, incluyendo el desarrollo del diseño, sistemas embebidos, cargador, software y prueba de calidad.

Pese a estas promesas, surge una pregunta inevitable: ¿es esta la mejor vía para lograr una movilidad moderna y sustentable en México… o apenas el reflejo de una visión muy contra-cíclica?

Contexto y antecedentes

El proyecto Olinia fue anunciado por primera vez el 2 de octubre de 2024, como parte del Plan México 2025, con el objetivo de crear una armadora mexicana de minivehículos eléctricos (personales, comunitarios, de carga). Se definió un presupuesto inicial de 25 millones de pesos como capital semilla para el desarrollo Los precios previstos oscilan entre los 90 000 y 150 000 pesos, con miras a tener modelos funcionales para 2030.

El enfoque del gobierno ha sido construir una cadena de valor automotriz eléctrica, promoviendo el orgullo nacional y la soberanía tecnológica, generando patentes, conocimiento y diseños propios.

Sin duda, hay mérito en impulsar la innovación local. Pero este impulso debería balancearse con soluciones más urgentes y equitativas.

Laura, repartidora en CDMX de 25 años, nos comparte su experiencia: “Trabajo 10 horas al día en una moto para hacer entregas, y siempre tengo miedo de un accidente o sufrir robos. Si hubiera ciclovías seguras o microbuses modernos en mi colonia, usaría algo más confiable.”

Este testimonio pone en evidencia que muchas personas que realizan trabajos esenciales, como entrega, migraría con gusto a opciones más seguras y baratas, pero solo si se invierte en infraestructura.

¿Por qué esta apuesta está al revés?

  1. Olinia compite contra las bicicletas públicas o transporte colectivo, no con los autos premium
    Aunque más barato que un coche tradicional, un vehículo Olinia sigue siendo costoso para mucha gente y su uso individual perpetúa la congestión urbana más que aliviarla.
  2. Invertir en infraestructura pública (ciclovías, microbuses eléctricos) da más impacto social y ambiental
    Un carril bici protegido y extendido beneficiaría a cientos; un auto para uno.
  3. Sostenibilidad real: menos autos, no más autos “eco”
    La transición energética genuina implica desmontar el culto al automóvil, no reinventarlo.
  4. Contraproducente para la construcción del bien común
    Frente al uso responsable de bienes comunes y la solidaridad esta solución sigue beneficiando a unos cuantos, desde el Estado, en lugar de beneficiar a los más necesitados. Construir autos nacionales es razonable, pero priorizarlo sobre medios colectivos accesibles entra en “contra-ciclo” con la dignidad humana y el cuidado de nuestro entorno.

Datos duros que lo refuerzan

  • En muchas ciudades mexicanas, los trayectos de última milla son cortos: menos de 10 km. Las bicicletas o microtransporte eléctrico público son civiles, baratos y eficientes.
  • La inversión en infraestructura ciclista y de transporte público demuestra mayor retorno social por peso invertido que la producción individual de vehículos.
  • Los costos reales de Olinia (aunque económicos para un auto) siguen estando fuera del alcance del grueso de la población desempleada o con ingresos bajos.

¿Qué hacer? Propuestas reflexivas

  1. Redirigir parte del presupuesto a infraestructura ciclista y microtransporte eléctrico colectivo.
  2. Complementar Olinia con estaciones compartidas y redes de cargadores comunitarios, incentivando uso compartido en lugar de automonopolio.
  3. Crear programas de apoyo social y cooperativas que permitan a repartidores acceder a estos vehículos en modelo compartido.
  4. Priorizar políticas urbanas que restrinjan autos privados y apoyen medios sostenibles.

El auto Olinia, con su logo simbólico, su tecnología mexicana y su promesa de accesibilidad, representa un logro técnico loable. Pero convive con una visión del futuro equivocada. En el contexto actual de crisis climática, inequidad urbana y vulnerabilidad económica, insistir en producir autos individuales, aunque ecológicos, es insistir en un modelo ya rebasado.

Si México realmente desea avanzar hacia la movilidad moderna, tiene que centrar el foco en soluciones colectivas, accesibles y seguras para todos: transporte público eficiente, bicicletas protegidas, micromovilidad comunitaria. Ese sería un verdadero ejercicio de modernidad, justicia y bien común. No se trata de prohibir Olinia, sino de no ponerla en lugar de lo que sí haría regresar a nuestra nación al ritmo del futuro.

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