La cumbre entre Donald Trump y Vladímir Putin, celebrada el 15 de agosto de 2025 en la base militar de Elmendorf-Richardson en Anchorage, Alaska, supuso un hito diplomático, no solo por ser la primera reunión de este tipo en territorio estadounidense desde 1988, sino también por el giro sustancial en la política exterior de EEUU frente a la guerra en Ucrania. Lo que debía ser una búsqueda de un alto al fuego pasó rápidamente a un debate sobre cesión de territorios, marcando una tensión inesperada entre ideales de paz y soberanía nacional.
Contexto de las negociaciones
Durante su segundo mandato, Trump enfatizó desde el inicio la urgencia de terminar la guerra en Ucrania, incluso prometiendo acuerdos en un día y amenazando con aranceles del 100 % si no se lograba una solución rápida. En febrero de 2025, se inició la fase diplomática con una reunión entre delegaciones de EEUU y Rusia en Riad –sin participación ucraniana ni europea– donde se acordó “comenzar a trabajar en un camino hacia la paz”. Esa exclusión ya generaba críticas y preocupación por la transparencia del proceso.
Cuando finalmente llegó el día 15 de agosto, la tensión fue palpable: dos horas y media de conversación privada, una alfombra roja, aviones F-22 y B-2 sobrevolando, y un aire ceremonial como solo Alaska puede ofrecer.
Acuerdos alcanzados (o sus sombras)
Formalmente no se alcanzó ningún acuerdo concreto ni un alto al fuego. Sin embargo, el giro más significativo fue que Trump dejó atrás su exigencia previa de un cese inmediato al fuego, declarando que la mejor forma para terminar el conflicto era negociar un acuerdo de paz de fondo directamente con Putin.
Putin, en respuesta, exigió que Ucrania cediera el control de Donetsk y Luhansk como condición para congelar los frentes de combate en regiones como Jersón y Zaporiyia. Trump declaró posteriormente que no habría acuerdo sin Vladímir Zelenski involucrado, aunque su postura ya reflejaba una tibia presión sobre Kiev.
Escenarios de tensión y críticas
La comunidad internacional reaccionó con escepticismo y alarma. Gobierno ucraniano rechazó tajantemente la cesión de territorios sin referendo ni participación directa en las negociaciones. Líderes europeos apoyaron la idea de garantías más firmes y robustas para Ucrania, similares al Artículo 5 de la OTAN
Analistas consideraron que la cumbre favorecía más a Putin, dándole legitimidad y un espacio simbólico mientras dejaba a Trump con pocas ganancias tangibles. Vladimir Putin salió fortalecido en términos diplomáticos, sin sanciones a la vista y con una narrativa de victoria
Impacto en la política interna de EE.UU.
En el ámbito doméstico, la Administración Trump enfrentó críticas por dejarse dominar en la narrativa pública y presionar a Ucrania para ceder territorio. El liderazgo republicano se dividió: algunos respaldaron el impulso por una diplomacia arriesgada, mientras otros vieron en ello una traición a aliados y valores democráticos tradicionales. Para una parte de su base, fue un paso hacia “poner fin a la guerra”, pero para otros, el costo parecía demasiado alto.
Repercusiones globales
La OTAN y la UE observaron con inquietud este cambio de enfoque que, sin siquiera coordinar con actores clave, podría erosionar la unidad occidental contra la agresión rusa. La potencial cesión de fronteras ucranianas por negociaciones bilaterales entre potencias externas puso en jaque normas internacionales sobre soberanía y autodeterminación.
El hecho de recibir a Putin con honores y sin sanciones recientes envió señales contradictorias al resto del mundo sobre los límites de la diplomacia y la contención del expansionismo ruso.
María Sánchez, joven activista ucraniana que vive en Varsovia, comenta a través de redes sociales: “¿Cómo podemos construir paz si borramos sin consultar comunidades enteras?” Su voz refleja el sentir de muchos: la paz, para ser justa, debe ser incluyente, no un acuerdo sellado en secreto entre poderes sin pedir la palabra a los más afectados.
La cumbre Trump-Putin en Alaska de agosto de 2025 fue, sin duda, un momento simbólico y turbulento en la historia reciente de la diplomacia internacional. Sin acuerdo, sin alto al fuego y con demandas territoriales sobre la mesa, planteó preguntas inquietantes:
- ¿Es posible una paz duradera si ignora la soberanía y la voluntad de los pueblos?
- ¿Hasta qué punto Estados Unidos está dispuesto a reorientar sus alianzas tradicionales?
- ¿Se está ante el resurgimiento de un mundo multipolar donde el derecho internacional se redefine en privado?
La única vía sostenible es una paz que se construya desde la justicia y la participación activa de los más vulnerables. No basta con hablar de paz; es indispensable que la paz incluya el consenso y la defensa de la justicia, incluso cuando los acuerdos diplomáticos sugieren soluciones rápidas.
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