La batalla global por la inteligencia artificial

La historia parece repetirse, pero con otros protagonistas y otras armas. En vez de misiles, ahora son microchips. En lugar de espionaje físico, espionaje algorítmico. Estados Unidos y China están inmersos en una contienda silenciosa pero feroz por el control de la inteligencia artificial (IA), y esta semana se sumó un nuevo capítulo: la administración Biden impuso nuevas restricciones para impedir que empresas estadounidenses vendan chips avanzados de IA a China, especialmente los fabricados por Nvidia, la empresa líder en el desarrollo de unidades gráficas que alimentan la IA generativa.

Este movimiento no es aislado. Se trata de una estrategia sostenida desde 2019, cuando EE.UU. comenzó a limitar las exportaciones tecnológicas a Huawei y otras compañías chinas por motivos de “seguridad nacional”. Pero ahora, la batalla se ha profundizado: el dominio de la IA está en juego, y con él, el poder económico, militar y cultural del siglo XXI.

¿Qué empresas y tecnologías están en juego?

En el centro del conflicto se encuentran nombres que ya suenan familiares en el ámbito tecnológico: Nvidia, Microsoft, Amazon, Google y OpenAI, del lado estadounidense; Huawei, Baidu, Alibaba y SenseTime, del lado chino. Cada una representa piezas clave en el rompecabezas de la inteligencia artificial, ya sea en el diseño de chips, desarrollo de modelos, servicios en la nube o integración de algoritmos en dispositivos.

Nvidia, por ejemplo, ha sido obligada a rediseñar chips para el mercado chino con menores capacidades computacionales, como el H800, para cumplir con las restricciones. Pero esta semana, según informó The Wall Street Journal, EE.UU. anunció que incluso esos modelos serán restringidos.

Por su parte, China ha respondido acelerando su inversión en empresas nacionales y ha ordenado a sus entidades públicas sustituir software extranjero por alternativas chinas. El objetivo es claro: reducir la dependencia tecnológica de Occidente y ganar autonomía algorítmica.

México: espectador o peón de la batalla

En medio de esta lucha de titanes, los países en desarrollo como México corren el riesgo de convertirse en usuarios dependientes, sin soberanía digital ni poder de decisión.

“La disputa entre EE. UU. y China está definiendo las reglas de la economía digital global, y México simplemente no está en la mesa donde se toman esas decisiones”, explica José Luis Castañeda, doctor en innovación tecnológica y asesor en políticas públicas.

Castañeda advierte que las empresas mexicanas que quieren innovar con IA dependen completamente de plataformas como Azure (Microsoft) o AWS (Amazon). “Si mañana estas compañías imponen nuevas políticas, precios o restricciones, no tenemos ninguna herramienta de defensa. La soberanía tecnológica no es un lujo, es una necesidad.”

El riesgo del monopolio algorítmico

Uno de los mayores peligros que se cierne sobre esta guerra tecnológica es la concentración del poder algorítmico en manos de unas pocas corporaciones, capaces de decidir qué datos se usan, cómo se entrenan los modelos y quién accede a ellos.

El que controla los algoritmos controla el comportamiento humano ha advertido Tristan Harris, exdiseñador ético de Google y cofundador del Center for Humane Technology, en entrevistas recientes. Estamos entregando nuestras decisiones colectivas a sistemas que priorizan la eficiencia, no la dignidad humana.

Este fenómeno plantea graves desafíos éticos. La tecnología debe estar al servicio del bien común, no de intereses corporativos o geopolíticos. El principio de subsidiariedad exige que las comunidades locales tengan capacidad de decidir sobre el uso de herramientas tecnológicas, y que los más débiles no queden a merced de los poderosos.

La voz de un emprendedor mexicano

Rodrigo Díaz, cofundador de una startup en Querétaro que desarrolla soluciones de IA para logística, describe cómo las decisiones tomadas en Silicon Valley o Washington afectan su día a día.

“Nosotros usamos modelos de lenguaje para optimizar rutas de entrega. Pero si OpenAI cambia su API o Microsoft sube sus precios, literalmente tenemos que rediseñar nuestro producto en una semana. No hay margen de autonomía”, comenta.

Díaz cree que México debería invertir en capacidades propias. “No se trata de competir con China, sino de tener lo mínimo para no ser solo consumidores. ¿Dónde están los centros de datos nacionales? ¿Dónde están los fondos públicos para entrenar modelos propios con datos mexicanos?”

¿Es posible una tercera vía?

Algunos expertos como María Elena Meneses, especialista en políticas digitales de la Universidad Iberoamericana, proponen una salida que no pase por alinearse ciegamente con uno u otro bloque.

“México podría liderar una coalición de países del sur global que busque reglas más justas en el desarrollo de la IA: transparencia, ética, acceso abierto, participación democrática. La IA no debe ser una herramienta de dominación, sino de emancipación.”

Sin embargo, el camino es cuesta arriba. El presupuesto nacional de ciencia y tecnología ha sido recortado en los últimos años, y no existe una estrategia nacional integral de inteligencia artificial, a pesar de los múltiples diagnósticos y recomendaciones de organismos como la OCDE o la ONU.

No hay neutralidad tecnológica

La tecnología no es neutral. Siempre refleja los intereses de quienes la diseñan, financian y controlan. La batalla actual entre Estados Unidos y China por el dominio de la inteligencia artificial es más que una competencia económica: es un conflicto civilizatorio que definirá cómo se organiza el poder en el siglo XXI.

México, como país emergente, debe decidir si seguirá siendo un consumidor pasivo o si construirá su propia ruta hacia la soberanía tecnológica, basada en los principios del bien común, la equidad y la participación ciudadana.

Como recuerda el Papa Francisco en Fratelli Tutti: “El desarrollo tecnológico no puede reemplazar el desarrollo humano integral.”

El momento de actuar es ahora. La guerra ya comenzó, aunque muchos no se hayan dado cuenta.

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