Entonces, ¿eres una de las figuras más influyentes del deporte mexicano, pero tus palabras no tienen repercusión en la vida pública de quienes te escuchan? Interesante.
Esta frase irónica representa las últimas declaraciones de Javier “Chicharito” Hernández en redes sociales, que lo han colocado en el ojo público nacional e internacional. Sin contexto, parecería un malentendido. Pero al mirar de cerca, la polémica es evidente: el máximo goleador histórico de la Selección Mexicana y actual jugador del Club Deportivo Guadalajara fue captado en un video viral hablando de roles de género con una carga profundamente conservadora.
Del gol a la cancelación masiva
En el material difundido, Javier se refiere a las mujeres como “fracasadas” por dejar de cumplir con los roles tradicionales: encargadas del hogar y proveedoras de cuidado al varón. Además, acusa que la sociedad se ha vuelto “hipersensible” por permitir que ellas busquen nuevos caminos. En sus palabras, invita a las mujeres a “no tener miedo de ser mujeres” y “permitirse ser lideradas por hombres”, justificando su posición bajo la idea de que los hombres solo desean verlas felices.
Este no fue su primer comentario de este tipo. En un video anterior, aunque menos viral, había dicho: “Entonces, quieres un hombre proveedor, pero para ti limpiar es opresión patriarcal… interesante”. En su momento pasó desapercibido. Pero tras esta nueva publicación, sus palabras fueron vistas como una validación de estereotipos patriarcales que han oprimido a las mujeres por décadas.
Reacciones dentro y fuera del fútbol
Las primeras críticas vinieron desde su propio entorno. Compañeras del Club Deportivo Guadalajara, vía Instagram, mostraron su descontento con el jugador. Luego, la Federación Mexicana de Futbol, junto con la Liga MX y la Liga MX Femenil, calificó sus expresiones como violencia mediática y abrió una investigación formal. Le fue impuesta una multa económica y un apercibimiento, advirtiendo sanciones más severas en caso de reincidencia. Si bien el jugador publicó un comunicado ofreciendo disculpas y comprometiéndose a mejorar su forma de expresarse, los vídeos aún permanecen en sus redes sociales.
Incluso desde el ámbito político se alzó la voz. La presidenta Claudia Sheinbaum, en su conferencia matutina, opinó: “Es muy buen futbolista, pero respecto a su opinión sobre las mujeres, tiene mucho que aprender. Las mujeres podemos ser lo que queramos, y es una relación de igualdad”.
México: un país donde el machismo aún manda
Las palabras de Hernández no son un caso aislado, sino reflejo de un problema estructural. En México, seis de cada diez personas considera que el país es machista. Según el INEGI, 63 de cada 100 mujeres mayores de 15 años han vivido algún tipo de violencia, muchas veces por parte de su pareja.
La Dra. Mónica Amilpa, de la UNAM, lo resume con contundencia: “El machismo violenta porque coloca a las mujeres en una posición de opresión. Todo aquello que sea encaminado a ser hombre deja de lado lo femenino. Desde esa perspectiva, lo femenino se considera inferior”.
El machismo se manifiesta en muchos espacios: en el hogar, la escuela, el trabajo y en la calle. Pasa también en lo simbólico: en frases, bromas, “piropos” o comentarios que refuerzan estereotipos sobre qué deben hacer o ser las mujeres.
De acuerdo con ACNUR, la violencia de género puede ser sexual, física, psicológica o económica, y ocurrir tanto en el espacio público como en lo privado. Las consecuencias son devastadoras: en México, más de 3 mil mujeres son asesinadas al año; solo 24 % de los casos son investigados como feminicidios y – eso dicho por especialistas – se traduce como un sinónimo de machismo sistemático.
Datos de la ENDIREH (2021) muestran que el 70.1 % de las mujeres ha experimentado al menos un tipo de violencia en su vida. La violencia psicológica (51.6 %) es la más común, seguida de la sexual (49.7 %), física (34.7 %) y económica o patrimonial (27.4 %).
Las más afectadas: mujeres urbanas, jóvenes (25-34 años), con escolaridad alta y en situación de divorcio o separación. Los estados con mayor prevalencia son el Estado de México, la CDMX y Querétaro.
El impacto de una figura pública: cuando la libertad de expresión se limita
Ante las declaraciones de Hernández, muchas voces se alzaron en defensa de las mujeres. Pero también hubo una ola de respuestas que expone el problema de fondo. Comentarios como “¿y lo malo?”, “facts” o “los hombres que se enojan también usan falda jajaja” evidencian una cultura donde el machismo no solo existe, sino que es celebrado.
Este tipo de respaldo, aunque disfrazado de humor, es grave. Muestra cómo una figura pública como Hernández puede reforzar ideas peligrosas, y cómo aún existe una base social que las válida.
Javier Hernández no es un ciudadano más. Es uno de los deportistas más conocidos en México y el mundo. Sus palabras no se dicen en el vacío. Cuando alguien con tanta influencia lanza un discurso que perpetúa estereotipos de género, su impacto no es sólo simbólico, sino estructural.
El problema va más allá de una opinión personal. Lo que está en juego es la legitimación del machismo en espacios donde las mujeres siguen luchando por equidad y respeto. Las expresiones de “liderazgo masculino” o de que “las mujeres están fracasando” por abandonar los roles tradicionales no son inocentes: refuerzan un sistema de opresión histórica.
El rol del género en este caso es claro: los comentarios de Hernández refuerzan la idea de que el hombre debe dominar y la mujer obedecer. En un país donde la violencia feminicida crece y las mujeres siguen siendo discriminadas en múltiples frentes, este tipo de narrativas son gasolina en un incendio que ya quema fuerte.
La misoginia no siempre llega con gritos o golpes. A veces se filtra con una sonrisa, una publicación, una “opinión personal”. Pero el efecto puede ser igual de dañino: perpetuar la desigualdad, deslegitimar la lucha feminista y alimentar un ambiente donde el odio es normalizado.
La responsabilidad ética de una figura pública está en entender que sus palabras moldean imaginarios. Y en México, donde ser mujer puede costar la vida, el discurso importa. Importa mucho.
No se trata de colores, el verdadero juego está en la cancha… social
El caso de Javier Hernández no es únicamente un episodio de polémica mediática; es un reflejo del México que aún cuesta trabajo transformar. Uno donde el machismo permanece incrustado en las palabras de ídolos deportivos, en los comentarios celebrados por una parte de la audiencia, y en las cifras que año tras año confirman que ser mujer en este país implica un riesgo constante.
Las declaraciones del jugador no sólo hieren por lo que dicen, sino por lo que representan: una validación pública de los roles tradicionales que tantos esfuerzos han costado erradicar. En una nación donde más del 70 % de las mujeres han sido víctimas de violencia, permitir que figuras públicas promuevan discursos patriarcales no es libertad de expresión, es irresponsabilidad.
Los datos no mienten. Las mujeres con mayor preparación, autonomía o participación social no son menos violentadas; en muchos casos, son más vulnerables. Esto nos habla de una cultura que aún castiga la libertad femenina. Y cuando esa cultura es alimentada desde lo más alto del entretenimiento y el deporte, el daño trasciende lo simbólico. La violencia de género se convierte en un obstáculo real para el cambio.
Si queremos una sociedad más justa, no basta con castigar los feminicidios o legislar contra la violencia digital. Debemos transformar también el discurso cotidiano, el que se cuela en entrevistas, en publicaciones y en el imaginario colectivo. Cada palabra, sobre todo si viene de alguien admirado, puede reforzar cadenas o ayudar a romperlas.
Hoy más que nunca, el balón está en la cancha social. La pregunta es si tendremos el valor de jugar del lado correcto de la historia, y marcar el gol que beneficie a un México perdido.
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