Bajo el sol abrasador del norte o la humedad densa del sur, cientos de mujeres recorren campos, baldíos, barrancas y desiertos. Llevan picos, palas, varillas y, sobre todo, una fotografía colgada al cuello. Es la de su hijo o hija desaparecida. Son las madres buscadoras, mujeres que desde hace años han asumido una labor que correspondería al Estado: buscar a los desaparecidos de México.
Al corte del 14 de julio de 2025, la Secretaría de Gobernación reconoce más de 114 mil personas desaparecidas en el país, aunque organizaciones civiles elevan esa cifra a más de 126 mil, sumando casos no registrados y desapariciones recientes. Las madres buscadoras, organizadas en colectivos estatales e independientes, han sido claves para el hallazgo de cuerpos, restos óseos y fosas clandestinas.
Sin embargo, este 2025 ha sido especialmente violento para ellas.
La búsqueda en cifras: dolor sin tregua
Entre enero y julio de 2025, las madres buscadoras han reportado:
- 328 hallazgos de fosas clandestinas con restos humanos, según datos de colectivos como Buscadoras de Sonora, Voz y Dignidad por los Nuestros (San Luis Potosí), y Madres Buscadoras de Jalisco.
- 12 agresiones directas a colectivos durante jornadas de búsqueda.
- 5 desapariciones de buscadoras, entre ellas Teresa Moreno, en Veracruz, y Guadalupe “Lupita” Romero, en Michoacán, aún no localizadas al cierre de esta nota.
- 1 asesinato confirmado, el de Carmen Soria, integrante de las Madres Buscadoras de Celaya, Guanajuato, ocurrido el 2 de mayo mientras realizaba una búsqueda en campo.
“Lo más doloroso es tener que buscar a otra madre”, dijo en entrevista para Desinformémonos Cecilia Flores, fundadora del colectivo Madres Buscadoras de Sonora. “No estamos buscando huesos. Estamos buscando a nuestros hijos. Y no vamos a parar”.
¿Y el gobierno? Entre omisión y criminalización
Aunque el gobierno federal ha reiterado su compromiso con la localización de personas desaparecidas, la realidad en el terreno dista de esa narrativa. El recorte presupuestal al Mecanismo Extraordinario de Identificación Forense, la inacción de las fiscalías locales, y la criminalización mediática hacia los colectivos, han incrementado el riesgo para las madres.
A inicios de 2025, el presidente López Obrador minimizó el papel de las madres buscadoras, señalando que “hay quienes se aprovechan del dolor para atacar al gobierno”. Esa declaración fue duramente criticada por organizaciones como el Centro Prodh y Serapaz, quienes exigieron “una disculpa pública y protección real”.
Por su parte, la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), dirigida por Teresa Reyes desde marzo de este año, ha tenido una gestión opaca y distante de los colectivos. “Desde que llegó la nueva comisionada, se cancelaron muchas búsquedas coordinadas. Estamos otra vez solas”, denunció Lorena Vázquez, del colectivo Buscadoras de Nayarit.
Rosa Isela Medina, originaria de Sinaloa, busca a su hijo, Javier, desaparecido desde diciembre de 2022. En entrevista para este reportaje, compartió su experiencia:
“Yo no sabía lo que era una fosa, ni cómo se usaba una varilla. Ahora soy experta. He encontrado más de 30 cuerpos, ninguno el de mi hijo. Me he enfrentado a amenazas, a policías que me dicen que me vaya, a narcos que me han seguido. Pero si me detengo, mi hijo se queda en el olvido”.
Rosa Isela es viuda y vive sola. Desde que Javier desapareció, ha abandonado todo para buscarlo. “He tenido que vender mi refrigerador, luego mi cama, ahora ya no tengo ni casa. Pero sigo, porque solo quiero abrazar a mi hijo otra vez. No quiero venganza. Quiero volver a verlo”.
Violencia estructural y olvido institucional
El aumento de la violencia criminal en estados como Guanajuato, Michoacán, Zacatecas y Guerrero ha generado una ola de desapariciones que desborda las capacidades forenses. En muchos casos, los restos hallados por las madres buscadoras permanecen meses o años sin identificar en los Servicios Médicos Forenses (SEMEFOS).
Según datos del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México (MNDM), hay más de 53 mil cuerpos sin identificar en instalaciones públicas del país.
Esto ha llevado a que las propias madres aprendan técnicas de rastreo, interpretación de mapas satelitales, identificación de prendas y uso de drones. “Ellas hacen lo que el Estado no puede o no quiere hacer”, afirmó la periodista Marcela Turati, experta en desapariciones.
El rostro espiritual de la búsqueda
Pese al horror, muchas madres mantienen viva una dimensión espiritual de su misión. En diversas búsquedas, se han realizado rosarios, misas, oraciones comunitarias, y se ha invocado a la Virgen de Guadalupe como guía.
“El Evangelio nos dice que hay que salir al encuentro del que sufre. Y ellas lo hacen cada día”, comentó el padre Miguel Ángel Soto, sacerdote jesuita en Torreón. “Son mujeres que han transformado su dolor en amor activo. Son testimonio vivo de la Doctrina Social de la Iglesia: su lucha es por la justicia, la dignidad humana, la verdad”.
¿Y ahora qué? Reflexiones hacia adelante
A pesar del miedo y la fatiga, las madres buscadoras siguen. Pero su camino no debería estar marcado por la soledad y el peligro. Las demandas son claras:
- Un sistema nacional de identificación forense autónomo.
- Presupuesto real y coordinado para la búsqueda en vida y en campo.
- Garantías de seguridad para quienes buscan.
- Y, sobre todo, voluntad política.
“Necesitamos que nos escuchen, que nos acompañen, no que nos utilicen”, dice Rosa Isela. “Esto no se va a acabar si el gobierno no reconoce que nos falló. Y si la sociedad no nos ve como lo que somos: madres”.
México no puede llamarse país justo mientras miles de madres tengan que buscar a sus hijos con las manos, con el corazón hecho trizas y sin protección. Su lucha, lejos de ser una excepción, se ha convertido en un símbolo nacional.
En 2025, su grito sigue vigente. Y mientras haya una madre de pie sobre la tierra removida, México estará a prueba. Porque no hay paz verdadera si no hay verdad ni justicia para los desaparecidos.
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