Industria mexicana: una luz entre las grietas

La economía mexicana, como un paciente convaleciente, muestra signos de vida, pero también síntomas persistentes de fragilidad. En mayo de 2025, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que el Indicador Mensual de la Actividad Industrial (IMAI) se ubicó en 103.3 puntos, lo que representa un aumento mensual de 0.6%, aunque con una caída de 0.4% respecto al mismo mes del año anterior.

Aunque la cifra podría interpretarse como una leve recuperación, detrás de los decimales se esconde un panorama complejo, desigual y lleno de tensiones estructurales que vale la pena desmenuzar con lupa.

Un repunte modesto que no alcanza para celebrar

El IMAI es uno de los termómetros clave para medir la salud de la economía real del país, especialmente porque integra cuatro grandes sectores: manufacturas, construcción, minería y suministro de energía, agua y gas. Su desempeño incide directamente en el empleo, la inversión privada y la confianza de los mercados.

Según el análisis de Gabriela Siller, directora de Análisis Económico en Banco Base, “el repunte mensual en mayo puede atribuirse en buena medida al crecimiento en la construcción, que ha tenido un impulso por proyectos públicos, aunque no necesariamente por una reactivación del sector privado”. Esta observación conecta con los datos: el sector construcción creció 2.8% en mayo, siendo el componente más dinámico del mes.

Sin embargo, este avance se ve empañado por la contracción interanual del 0.4%, que deja claro que la industria aún no recupera su ritmo prepandemia ni logra generar condiciones estables para el mediano plazo.

Radiografía por sectores: luces y sombras

1. Construcción: ¿impulso público o rebote técnico?
El mayor crecimiento en mayo provino del sector construcción. Este repunte del 2.8% se explica en buena medida por el cierre o conclusión de megaproyectos como el Tren Maya, el AIFA y el Corredor Interoceánico, cuyos picos de inversión se concentran en periodos específicos.

Sin embargo, analistas como Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody’s Analytics, advierten: “El crecimiento en la construcción no puede leerse como señal de dinamismo sostenible. A menudo responde a obras públicas que, una vez terminadas, no tienen un efecto multiplicador suficiente”.

Además, la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) ha señalado que el sector privado sigue siendo reticente a invertir debido a la falta de certidumbre jurídica, los retrasos en permisos y la volatilidad regulatoria.

2. Manufactura: crecimiento marginal en un entorno global incierto
El sector manufacturero apenas creció un 0.1% en mayo, lo que contrasta con el dinamismo que llegó a mostrar en años previos gracias al nearshoring y las exportaciones a Estados Unidos. Aun así, sigue siendo el pilar más estable de la industria.

Gerardo de la Fuente, analista de KPMG México, explica: “La debilidad de la demanda global, el encarecimiento de los insumos y los cuellos de botella logísticos siguen afectando la cadena manufacturera. El nearshoring no es mágico; necesita infraestructura y Estado de derecho”.

3. Energía, agua y gas: un ligero avance con tensiones
El aumento del 0.4% en el suministro de energía, agua y gas parece modesto, pero representa una estabilización tras meses de estancamiento. Sin embargo, este sector enfrenta desafíos particulares relacionados con la política energética del actual gobierno, que ha priorizado a CFE sobre energías renovables y desincentivado la inversión privada.

4. Minería: la caída que no se detiene
El gran perdedor en mayo fue el sector minero, que cayó –1.1%. No es un hecho aislado. Desde hace más de tres años, la minería ha mostrado una tendencia descendente. A la baja producción se suman factores como la inseguridad en regiones mineras, el endurecimiento de la regulación ambiental y la falta de nuevos permisos de exploración.

En palabras de Octavio Alvídrez, director general de Fresnillo PLC: “La minería en México está bajo presión. La inseguridad, la falta de certeza legal y los cambios regulatorios han inhibido inversiones millonarias que hoy se van a Perú o Chile”.

Una industria sin brújula clara

Los altibajos del IMAI muestran un patrón que preocupa: la industria mexicana no tiene un rumbo definido ni una política industrial de largo plazo. En su lugar, se observan impulsos coyunturales y respuestas reactivas que generan espejismos de crecimiento.

Para Mariana Campos, coordinadora del programa de gasto público en México Evalúa, “México necesita una política industrial moderna, con enfoque regional, sustentable y basada en innovación. Hoy, dependemos demasiado del sector externo y de obra pública que no necesariamente deja capacidades productivas”.

Además, la fragmentación del mercado laboral industrial, donde más del 40% de los trabajadores operan en la informalidad o bajo esquemas precarios, limita el impacto positivo de cualquier repunte sectorial.

José Manuel Vázquez, de 31 años, es operador de maquinaria pesada en una empresa constructora en Querétaro. “Hace tres años trabajaba con proyectos constantes, pero ahora todo es por contrato temporal. Hay meses en que no sé si voy a cobrar. Cuando veo que la industria ‘crece’, me pregunto a quién le llega ese crecimiento”, comparte.

Su historia no es aislada. Según datos del IMSS, la industria ha generado empleo, sí, pero cada vez más ligado a contrataciones eventuales, subcontratación disfrazada y sin acceso pleno a seguridad social.

Construir sobre roca, no sobre arena

El desempeño del IMAI en mayo de 2025 es un espejo que refleja tanto la capacidad de ciertos sectores para resistir y crecer, como las debilidades estructurales que siguen limitando el desarrollo nacional.

Desde la Doctrina Social de la Iglesia, la actividad industrial no puede medirse únicamente en productividad o en cifras del INEGI, sino en su capacidad de promover el bien común, el trabajo digno y el desarrollo integral de las personas. Una industria que crece sin justicia laboral, sin sostenibilidad ambiental ni visión de futuro, se construye sobre arena.

La responsabilidad no recae sólo en el gobierno federal, sino también en el sector empresarial y la sociedad civil. Impulsar una política industrial con rostro humano, sustentada en la legalidad, la innovación y los valores de los mexicanos, es no solo posible, sino urgente.

Porque en el pulso de la industria, late también el destino de millones de familias mexicanas.

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