Entre apuestas y armas: el deporte en manos equivocadas

En México, el deporte — especialmente el fútbol y el boxeo — ha sido durante décadas un símbolo de aspiración y movilidad social. Sin embargo, esa misma visibilidad, fama y dinero lo han convertido en terreno blanco para el crimen organizado. La reciente detención de Julio César Chávez Jr. por presuntos vínculos con el narcotráfico ha reavivado un viejo debate: ¿cuánto ha infiltrado el crimen al deporte nacional? Este fenómeno no es exclusivo del presente ni de un solo individuo; revela una trama de relaciones peligrosas, impunidad institucional y ausencia de controles eficaces.

Julio César Chávez Jr.: El precio de la herencia y la sombra del narco

El jueves 3 de julio de 2025, el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE) reportó la detención de Julio César Chávez Jr., en territorio estadounidense, días después de su combate contra el influencer y boxeador Jake Paul. El comunicado señaló que el boxeador mexicano era buscado por una orden de arresto en México, derivada de su presunta participación en crimen organizado y tráfico ilegal de armas, municiones y explosivos.

La Fiscalía General de la República confirmó que la investigación contra Chávez Jr. se inició en 2019, y desde 2023 existía una acusación formal. El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum expresó públicamente su deseo de que el boxeador sea deportado y juzgado en México.

Pero los señalamientos van más allá de sus actividades deportivas. El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) estadounidense también acusó a Chávez Jr. de fraude migratorio en su intento por obtener la residencia permanente a través de su matrimonio con la ciudadana Frida Muñoz. Según las autoridades, Muñoz fue pareja de Édgar Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, asesinado en 2008. Por ende, Chávez Jr. se convierte en padrastro de Frida Guzmán, nieta del líder del Cártel de Sinaloa.

El historial no termina ahí: en enero de 2024, fue arrestado en Los Ángeles por posesión ilegal de armamento, delito por el cual fue condenado.

Del boxeo al fútbol, con destino final en las grandes ligas

Rafael Márquez: En 2017, mientras aún militaba en el Atlas, el legendario zaguero mexicano Rafael Márquez fue incluido en la lista negra de la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de EE.UU. por supuestos vínculos con Raúl Flores Hernández, alias “El Tío”.

El gobierno norteamericano lo señaló como presunto testaferro del narcotraficante, usando al menos ocho empresas, incluida su fundación Futbol y Corazón A.C., como vehículos para lavar dinero. Las conexiones habrían alcanzado al Cártel de Sinaloa y al CJNG. Aunque jamás fue imputado penalmente, Márquez colaboró con las autoridades y logró ser retirado de la lista en 2021.

En un documental de Netflix, el exfutbolista explicó que adquirió una propiedad sin saber que estaba vinculada a Rafael Caro Quintero, lo que desató la investigación. El caso reveló cómo incluso las figuras más limpias pueden verse atrapadas en redes criminales sin saberlo — o sin poder demostrar lo contrario.

Omar Ortiz: El exarquero de Rayados, Necaxa, Atlante y Chiapas fue detenido en 2012 por colaborar con una célula del Cártel del Golfo especializada en secuestros. Según la Procuraduría de Justicia de Nuevo León, Ortiz participó en al menos tres secuestros, incluida la hija menor de edad de un empresario y el esposo de la cantautora mexicana, Gloria Trevi.

El exfutbolista proporcionaba información sobre posibles víctimas y recibía hasta 100 mil pesos por cada secuestro. Condenado a 75 años de prisión en 2019, Ortiz se convirtió en un símbolo del colapso ético que puede sufrir un atleta en decadencia.

Esteban Loaiza: Pitcher mexicano que brilló en la MLB con los Yankees y Dodgers, fue arrestado en 2018 en San Diego con 20 kilos de cocaína destinados al mercado estadounidense. Loaiza inicialmente se declaró inocente, pero más tarde admitió su culpa. Fue condenado a tres años de prisión y liberado en el 2021.

A su salida, solicitó asilo en EE.UU. alegando amenazas de muerte desde México. Su caso, ligado a su deterioro financiero tras su matrimonio con Jenni Rivera y su adicción a las apuestas y fiestas, evidenció el colapso de una carrera mal administrada.

El crimen organizado y el deporte: ¿una relación estructural?

La ONU identifica dos formas de infiltración del crimen en el deporte: mediante actores internos (entrenadores, directivos, jugadores) y desde el exterior (mafias que operan con apoyo interno). En México, ambas formas se han documentado.

Las organizaciones deportivas, con estructuras financieras frágiles y escasa fiscalización, se convierten en blancos fáciles. Uno de los espacios más vulnerables hoy es el mundo de las casas de apuesta, siendo Caliente la más influyente en el fútbol mexicano: patrocina a más de la mitad de los equipos de primera división, figura en uniformes, medios y ha adquirido clubes como Querétaro y Xolos.

Aunque la FMF ha sancionado casos de amaño, como ocurrió con jugadores de Correcaminos y Real Apodaca, no existe legislación clara que regule las apuestas en línea en México. La Ley de Juegos y Sorteos data de 1946. La intención de reformarla, anunciada desde 2024, aún no se ha concretado.

Una puerta abierta por la desigualdad

Los deportistas mexicanos, muchos provenientes de contextos vulnerables, enfrentan presión constante para obtener reconocimiento, estabilidad y riqueza. En esa búsqueda, el crimen organizado encuentra terreno fértil. Las fiestas, los bares, los entornos de entretenimiento operados por mafias son espacios de contacto directo.

El caso de Salvador Cabañas, quien recibió un disparo en la cabeza por parte del narcotraficante José Jorge Balderas en 2010, es muestra clara de esa exposición. La falta de disciplina, educación financiera y acompañamiento institucional termina arrastrando carreras que alguna vez prometieron gloria.

Las instituciones mexicanas no han sido capaces de construir un blindaje serio frente al problema. La CONADE, bajo la dirección de Ana Guevara, fue duramente criticada por la falta de transparencia, uso indebido de recursos y opacidad administrativa durante los Juegos Olímpicos de París 2024.

La FMF, que por un lado sanciona arreglos de partidos, por otro lado normaliza las apuestas al promoverlas sin regulación. Esta contradicción erosiona cualquier discurso de integridad. Internacionalmente, modelos como el del Club Universidad Católica en Chile demuestran que el deporte sí puede ser transformador cuando se asume como herramienta social. En México, los intentos siguen fragmentados, dispersos o comprometidos por intereses económicos.

Cuando el crimen hace equipo con el deporte

La relación entre el deporte y el crimen organizado en México no es un mito ni una coincidencia. Es una realidad sostenida por vacíos legales, falta de supervisión y una cultura donde el espectáculo importa más que la ética. 

La detención de Julio César Chávez Jr. no es un episodio aislado: es un síntoma de un sistema corroído por la omisión institucional, la impunidad y la ambición desbordada. El deporte, que debería ser un vehículo de superación, se convierte en trampolín para negocios ilícitos cuando no existen límites claros ni acompañamiento real. 

No se trata de criminalizar al atleta, sino de preguntarnos: ¿qué entorno le estamos ofreciendo?, ¿qué valores impulsan las federaciones?, ¿por qué las casas de apuestas gobiernan los estadios y no el juego limpio? Sin regulación, sin formación integral y sin castigos ejemplares, el crimen seguirá anotando goles impunes o logrando KO´s fraudulentos.

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