De Pío XII a León XIV: la voz moral que resiste a la guerra
En un siglo marcado por dos guerras mundiales, incontables conflictos regionales y una carrera armamentista sin precedentes, una institución ha persistido en elevar su voz, una y otra vez, contra la barbarie y en favor del diálogo: la Iglesia católica. Desde Benedicto XV hasta León XIV, el papado ha desempeñado un papel insustituible en la defensa de la paz, no solo como proclamación ética, sino también como intervención activa en procesos diplomáticos, protección humanitaria y construcción de una cultura de reconciliación.
A lo largo de esta investigación se han revisado los momentos clave de ese compromiso, que trasciende pontificados y coyunturas. Los datos, los testimonios y las acciones demuestran que la paz no ha sido una consigna vacía para la Iglesia, sino una convicción encarnada.
Un siglo de pontífices pacificadores: repaso histórico
- Benedicto XV (1914-1922) condenó la Primera Guerra Mundial como una “inútil masacre” y propuso fórmulas de paz cuando nadie más se atrevía. Su diplomacia humanitaria sentó las bases del papel activo que luego tendría la Santa Sede en la escena internacional.
- Pío XI (1922-1939) y Pío XII (1939-1958) enfrentaron los totalitarismos del siglo XX. Pío XII salvó a miles de judíos durante la Shoá, a pesar de las críticas posteriores por su silencio público. Líderes judíos de la época reconocieron su ayuda. Ambos Papas insistieron en que la justicia, no la venganza, es el verdadero camino hacia la paz.
- Juan XXIII (1958-1963), con su encíclica Pacem in Terris, y el Concilio Vaticano II, marcaron un antes y un después: declararon que la guerra moderna es incompatible con la moral cristiana y promovieron un orden mundial fundado en los derechos humanos y la solidaridad.
- Pablo VI (1963-1978) llevó la voz del Papa a la ONU, clamando “¡Nunca más la guerra!”, y consolidó el papel de la Santa Sede como mediadora discreta en conflictos armados, siempre orientando el desarrollo como camino de paz.
- Juan Pablo II (1978-2005) se convirtió en un ícono global: apoyó la caída pacífica del comunismo, intervino en disputas como la de Chile y Argentina, y condenó las guerras del Golfo como una “derrota de la humanidad”. Su autoridad moral fue reconocida incluso por líderes no cristianos.
- Benedicto XVI (2005-2013) reforzó la alianza entre fe y razón como antídoto contra el fanatismo violento, subrayando que ningún absolutismo –ni religioso ni ideológico– puede justificar la guerra. También introdujo causas nuevas de conflicto como la desigualdad o el daño ambiental.
- Francisco (2013-2025) ha sido el Papa de la misericordia mediadora. Facilitó la histórica reconciliación entre EE.UU. y Cuba, se arrodilló ante líderes enemigos en Sudán del Sur pidiendo paz, y promovió una fraternidad universal como vacuna contra el extremismo, el racismo y el nacionalismo agresivo.
Testimonios que confirman: vidas salvadas, pueblos agradecidos
A lo largo de este siglo de acción, la palabra del Papa no ha sido retórica. Testimonios vivos lo acreditan:
- Judíos salvados en Roma por redes vaticanas han expresado su gratitud hacia Pío XII.
- Líderes latinoamericanos han recordado el papel decisivo de Juan Pablo II en frenar guerras civiles o conflictos limítrofes.
- Políticos de izquierda y derecha han reconocido el impacto de Francisco en procesos de paz como el de Colombia o la desescalada diplomática de Cuba.
Estos agradecimientos muestran que el peso del Vaticano no radica en su fuerza militar –que no tiene– sino en su autoridad moral, histórica y espiritual.
La paz como eje teológico y acción concreta
El mensaje papal ha sido sostenido por cuatro pilares doctrinales:
- La guerra no es inevitable ni natural, sino una construcción humana que puede evitarse con justicia y diálogo.
- La dignidad de la persona –y especialmente del más débil– es el criterio central en cualquier conflicto.
- La solución no está en la fuerza, sino en la mediación, la negociación y el multilateralismo.
- La solidaridad internacional y el desarrollo son condiciones previas para una paz estable.
Estos principios, antes marginales, hoy son parte del consenso ético internacional, en buena parte gracias a la perseverancia del magisterio católico.
León XIV: la voz actual que renueva la tradición
El más reciente pontífice, León XIV, ha heredado este legado con firmeza. El pasado 22 de junio de 2025, desde la Plaza de San Pedro, advirtió que:
“La humanidad clama por la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón.”
Denunció el conflicto entre Irán e Israel, lamentó el olvido de Gaza y llamó a las potencias del mundo a silenciar las armas con diplomacia. Su mensaje –“que las naciones tracen su futuro con obras de paz”– no fue sólo una súplica, sino un mandato moral. Uno que exige coraje político y ciudadanía activa.
La Iglesia católica ha sido, durante más de un siglo, un faro moral en medio de las tormentas geopolíticas. Sin ejército ni intereses económicos, ha intervenido desde la única fuerza que posee: la convicción profunda de que todo ser humano es imagen de Dios y ciudadano del mismo mundo.
Este legado no está libre de críticas ni fracasos. Ha habido silencios, tensiones, intentos fallidos. Pero también vidas salvadas, odios desactivados, puentes tendidos. Y eso no puede borrarse.
Hoy, cuando nuevas guerras surgen y viejas heridas no sanan, la voz del Papa sigue siendo imprescindible. Que se escuche y que inspire, porque la paz –como tantas veces ha dicho la Iglesia– no es un sueño ingenuo, sino una tarea urgente.
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