Día Mundial del Refugiado: justicia pendiente para quienes lo perdieron todo

A los ojos del mundo, la cifra puede parecer solo eso: un número más. Pero detrás de los 43.3 millones de personas refugiadas hay rostros, historias, infancias quebradas y familias que dejaron todo para sobrevivir. El próximo viernes 20 de junio, como cada año desde el 2001, el mundo conmemora el Día Mundial del Refugiado, una jornada internacional designada por Naciones Unidas que busca dar voz y visibilidad a quienes han sido forzados a huir de sus hogares por guerras, persecución, desastres o violaciones de derechos humanos.

Este día no es solo una fecha en el calendario diplomático. Es un recordatorio incómodo para gobiernos y sociedades de que la dignidad humana sigue siendo una deuda pendiente, y de que hay millones de personas que no eligieron salir de sus hogares, sino escapar.

¿A quién se le considera refugiado?

Detrás del término “refugiado” hay más que una categoría jurídica. El refugiado es una persona cuya vida está en peligro en su país de origen, ya sea por su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social o creencias políticas, tal como lo define la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.

A diferencia de un migrante económico, el refugiado no puede regresar a casa sin arriesgar su vida o su libertad. Y a diferencia de un desplazado interno, ha cruzado una frontera internacional buscando amparo en otro Estado. Muchos huyen con heridas físicas o traumas psicológicos, tras haber visto morir a familiares o haber sido víctimas de violencia directa. El término conlleva, además, protecciones y derechos específicos bajo el derecho internacional, aunque en la práctica, esos derechos muchas veces no se respetan.

El mapa global del desplazamiento

En pleno 2025, más de 122 millones de personas han sido desplazadas por la fuerza en todo el mundo. De ellas, al menos 43.3 millones son refugiadas y otras 31.6 millones están bajo la protección directa de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. También hay 6 millones de refugiados palestinos asistidos por la UNRWA en Oriente Próximo.

Casi la mitad (40 %) de todos los refugiados son menores de 18 años. A pesar de su vulnerabilidad, muchos de ellos viven sin acceso a educación, atención médica ni protección legal.

En cuanto a las principales causas de huida, los datos del monitoreo de ACNUR son elocuentes: violencia, amenazas, persecución y colapso institucional. En 2023, más de un millón de personas lograron volver a su país, pero muchas lo hicieron por falta de opciones, no por seguridad garantizada.

Los conflictos en Afganistán, Siria, Venezuela, Ucrania y Sudán siguen siendo los principales motores del éxodo. Y si bien algunos gobiernos avanzan en procesos de integración, el mundo sigue sin ofrecer respuestas proporcionales al tamaño de la crisis.

México: receptor, encrucijada y promesa

En esta crisis global, México ha emergido como uno de los cinco países con más solicitudes de asilo en el mundo, con más de 140,000 peticiones en 2023 y 80,000 más durante 2024, según cifras de la COMAR.

La Ciudad de México recibió más de 14,300 solicitudes de asilo en 2024, operando a un 500 % de su capacidad. Esta presión institucional ha generado tensiones sociales y una atención desigual que afecta especialmente a los más vulnerables.

La mayoría de las personas solicitantes provienen de Haití (31 %), Honduras (30 %), Cuba (13 %), así como Guatemala, El Salvador y Venezuela. El 54 % de ellas son mujeres, y una de cada cuatro es menor de edad. Más de 700 solicitudes fueron presentadas por niñas y niños no acompañados.

Pese al colapso de recursos, hay avances. A través del Programa de Integración Local de ACNUR, más de 50,000 personas refugiadas han sido reubicadas en ciudades industriales del país. El 94 % consigue empleo formal en su primer mes, el 88 % de los niños se matricula en la escuela, y el 60 % de las familias sale de la pobreza en menos de un año. Además, se crean condiciones para solicitar la nacionalidad mexicana.

La aportación es concreta: más de 650 empresas participan activamente y la contribución fiscal anual de esta población alcanza los 15 millones de dólares.

Una deuda pendiente; los verdaderos desafíos

Pero el panorama no es ideal. El acceso a salud, educación, empleo formal y protección jurídica sigue siendo desigual y muchas veces insuficiente.

Por ejemplo, el 51 % de los niños refugiados no asiste a la escuela: más de 7 millones de infancias desplazadas sin educación formal. El panorama se complica con el aumento de riesgos climáticos: para 2040, se espera que 65 países con poblaciones desplazadas enfrenten eventos extremos con más frecuencia, lo cual agrava su situación.

Las mujeres y niñas enfrentan mayores riesgos de violencia sexual y de género. En 2023, las denuncias por violencia sexual vinculada a conflictos subieron un 50 %, y el 95 % de los casos comprobados involucraban a mujeres y niñas. Además, la población LGBTQ+ refugiada es blanco frecuente de discriminación, violencia física y exclusión de servicios básicos.

Casos como el apartheid en Sudáfrica o el genocidio de los rohingya en Myanmar muestran que el desplazamiento forzado es muchas veces la expresión más brutal de la exclusión y el racismo estructural.

A ello se suman los traumas psicológicos: insomnio, pesadillas, aislamiento. En los niños, estos efectos pueden generar rechazo a la escuela, mutismo o miedo a salir de casa. Pese a la resiliencia, la carga emocional del exilio deja heridas profundas.

El papel de la comunidad nacional e internacional

La labor de ACNUR ha sido clave. Esta agencia de la ONU garantiza protección, atención médica, albergue y condiciones básicas de supervivencia. También defiende el derecho a solicitar asilo y promueve la integración o el reasentamiento voluntario, cuando es posible.

En México, la COMAR — creada en 1980 — es el órgano que evalúa las solicitudes de reconocimiento como refugiado. Además, existen esfuerzos específicos como los de la Comisión de Mujeres Refugiadas, fundada en 1989, que trabaja con perspectiva de género para garantizar que mujeres, niños y jóvenes sean considerados en los programas humanitarios. Esta organización impulsa soluciones prácticas, colabora con agencias locales y lucha por una respuesta global más justa y equitativa.

Una historia, una causa

La ACNUR, en su sitio web, cuenta con un apartado de historias de refugiados para que la sociedad conozca algunos de estos casos. Entre las más vistas, resalta la historia de la chica Solenn, nacida en Francia en 1996. Nunca conoció a su padre, un refugiado iraquí que huyó en los años 80 por motivos religiosos. Solo lo vio una vez, siendo niña, cuando él le habló en arameo. En 2017, ya adulta, descubrió su historia, su aldea perdida entre el Tigris y el Éufrates, su viaje de huida.

Lo encontró en una conferencia en 2022. Se reconoció en sus ojos y en su silencio, y lloró no solo por él, sino por todos los desplazados del mundo. Ese día cambió su vida. Renunció a su trabajo, volvió a la universidad y se especializó en Derecho de los Refugiados. Hoy, su propósito es claro: luchar por los derechos de quienes fueron forzados a huir.

Un llamado ético

El Día Mundial del Refugiado no debería ser una jornada simbólica más. Es una oportunidad para recordarle al mundo que nadie elige ser refugiado, y que el compromiso con sus derechos es una obligación moral y legal.

Mientras haya niños sin escuela, mujeres sin refugio seguro, familias sin tierra ni identidad, la humanidad seguirá en deuda con quienes lo perdieron todo.

Este día también es una invitación a la acción individual y colectiva. ¿Qué podemos hacer desde donde estamos?

  • Promover una actitud de empatía, inclusión y solidaridad en nuestras comunidades.
  • Apoyar a organizaciones y proyectos que trabajan por los derechos de las personas refugiadas, ya sea a través de donaciones económicas, participación en campañas de sensibilización o difusión de sus historias.
  • Visitar sitios web de organizaciones como ACNUR, COMAR, y otras ONG que ofrecen vías seguras para sumarse, informarse o contribuir a convocatorias para la asistencia a eventos y/o conferencias para conocer más acerca del tema y contribuir al cambio.

Cada acto de solidaridad construye puentes donde antes había fronteras. El Día Mundial del Refugiado no solo es una fecha para recordar, sino una oportunidad para actuar. Es el recordatorio de que todos — gobiernos, instituciones, comunidades e individuos — debemos contribuir a construir un mundo más justo, más humano y más solidario.

Un mundo donde nadie quede atrás, y todos seamos capaces de INFLUIR por un cambio mejor.

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