Mujeres: ni invisibles ni sacerdotisas

Aunque el Papa Benedicto XVI será recordado por su aguda teología y su fidelidad doctrinal, su visión sobre el papel de la mujer en la Iglesia Católica muestra una profundidad que pocas veces se ha explorado del todo. Lejos de proponer cambios radicales, el pontífice alemán abrió un horizonte de reconocimiento histórico, espiritual y pastoral a la presencia femenina en la vida eclesial, sin romper con la tradición sacramental de la Iglesia.

Doctrina firme: la imposibilidad del sacerdocio femenino

Desde su etapa como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger fue artífice de la carta Ordinatio Sacerdotalis (1994), en la que Juan Pablo II declaraba como definitiva la enseñanza de que la Iglesia no tiene autoridad para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres. Como Papa (2005-2013), Benedicto XVI reafirmó esta posición.

En 2012, la Santa Sede reiteró que dicha enseñanza pertenece al depósito de la fe y no es materia debatible, reforzando que esta exclusión “no es una injusticia”, sino parte del plan divino para la Iglesia. Para Benedicto, hombres y mujeres tienen la misma dignidad bautismal, pero distintas vocaciones en el cuerpo eclesial.

Mujeres en los orígenes de la Iglesia

Pese a esta postura doctrinal, Benedicto XVI profundizó teológicamente en la importancia de la mujer en la Iglesia primitiva. En sus catequesis, destacó figuras como Febe, a quien San Pablo llamó “diákonos de la Iglesia en Cencreas”, y otras colaboradoras de la misión apostólica. “Demuestra que esa mujer ejercía verdaderamente un cargo de responsabilidad”, afirmó en una audiencia de 2007 titulada Las mujeres al servicio del Evangelio.

El Papa resaltó que la Iglesia del primer siglo no era clerical, y que muchas mujeres ejercieron funciones decisivas como catequistas, profetisas y servidoras. Esta valoración no implicaba una apertura al sacerdocio, pero sí una invitación a reconocer el liderazgo real que las mujeres han tenido históricamente.

Reconocimiento de mujeres en la vida eclesial

Durante su pontificado, Benedicto XVI promovió activamente la participación femenina en la reflexión teológica y eclesial. Nombró a mujeres como consultoras del Consejo Pontificio para la Cultura y, en 2012, incluyó a teólogas en la Comisión Teológica Internacional, un gesto sin precedentes.

Ese mismo año, proclamó Doctora de la Iglesia a Hildegarda de Bingen, mística, compositora y visionaria del siglo XII, afirmando que su enseñanza tenía una “autoridad luminosa” en la historia del pensamiento cristiano. Además, alentó el suplemento mensual Donne Chiesa Mondo (Mujer Iglesia Mundo) de L’Osservatore Romano, coordinado por la historiadora Lucetta Scaraffia, como espacio para dar voz a mujeres dentro del ámbito católico.

Tensión y gratitud hacia las religiosas

Un episodio que marcó tensiones durante su pontificado fue la intervención doctrinal a la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas (LCWR) en Estados Unidos, donde el Vaticano señaló desviaciones doctrinales graves. Esta medida fue criticada por sectores que percibieron una desconfianza hacia el liderazgo femenino.

No obstante, Benedicto XVI expresó en muchas ocasiones su aprecio por las mujeres consagradas. En 2010, durante el Año Sacerdotal, reconoció que “la Iglesia agradece el testimonio de tantas mujeres consagradas, cuya oración y obras ocultas sostienen espiritualmente a los pastores”. Palabras que subrayaban una visión espiritual, no estructural, del poder en la Iglesia.

Una figura que encarna la siembra de Benedicto XVI fue la hermana Mary Melone, franciscana y teóloga. Durante el pontificado de Ratzinger, comenzó a ocupar posiciones de liderazgo académico. Años después, bajo el Papa Francisco, se convirtió en la primera mujer en dirigir una universidad pontificia: la Antonianum. “Fue Benedicto XVI quien abrió puertas que pensábamos cerradas. Él creía en el pensamiento teológico femenino”, afirmó la religiosa en una entrevista.

Benedicto XVI dejó claro que sin mujeres, la Iglesia no puede sostenerse. Aunque no modificó la estructura jerárquica, su revalorización de la santidad femenina, su impulso a la participación intelectual de las mujeres y su lectura histórica de su liderazgo en la Iglesia primitiva constituyen un legado que aún resuena.

Tal como afirmaría años después el Papa Francisco, retomando palabras de su predecesor: “La Iglesia se derrumba sin las mujeres”. Y esa intuición profunda, antes que un eslogan, fue para Benedicto una convicción eclesiológica: no se trata de poder, sino de misión.

@yoinfluyo

Facebook: Yo Influyo

comentarios@yoinfluyo.com 

Compartir

Lo más visto

También te puede interesar

No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.

Newsletter

Suscríbase a nuestra newsletter para recibir nuestras novedades.