¿Ya superamos a Dinamarca? La realidad de nuestro sistema de salud

En las primeras semanas de junio de 2025, la Ciudad de México registró un repunte inusual de casos de viruela símica (mpox). Mientras el secretario de Salud federal declaraba públicamente que no había contagios, los datos del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica decían lo contrario: 174 casos en lo que va del año, frente a los apenas 15 que se registraron en todo 2024. El 96 % de los diagnósticos se concentró en la Clínica Especializada Condesa, y la mayoría de los afectados eran hombres cisgénero de alrededor de 33 años, muchos de ellos viviendo con VIH.

Este desajuste entre lo que declaran las autoridades y lo que reportan los datos no es nuevo. Forma parte de un patrón que evidencia las fallas estructurales, operativas y políticas que arrastra desde hace décadas el sistema de salud mexicano. Mientras el país enfrenta un panorama alarmante de enfermedades crónicas, brotes infecciosos y carencias hospitalarias, la cobertura sigue siendo limitada y los recursos, insuficientes. Todo esto se aleja cada vez más del discurso gubernamental que prometía dejar a México con un sistema “mejor que el de Dinamarca”.

Un pequeño recorrido: ¿qué nos mata en México?

Según los últimos datos del INEGI, la principal causa de muerte en México son los problemas del corazón, con más de 100 000 defunciones en 2024. Le siguen complicaciones por diabetes mellitus y cáncer. Las enfermedades crónicas no transmisibles siguen creciendo sin control: la diabetes tipo 2 ya representa más del 95 % de los casos y afectó a un 18.4 % más de adultos en 2023. A esto se suma un dato preocupante: más de la mitad de los diabéticos están descontrolados, a pesar de estar en tratamiento.

En el país, tres de cada diez adultos viven con hipertensión, y casi la mitad no sabe que la padece. Entre quienes sí tienen diagnóstico, menos del 40 % logra mantenerla bajo control. La cardiopatía isquémica — la famosa “angina de pecho” — ya no es solo cosa de adultos mayores: cada vez son más los casos de personas entre los 30 y 35 años con infartos.

Las enfermedades renales afectan a cerca del 12 % de la población, y más de 16 000 personas están en espera de un trasplante de riñón. En tanto, el cáncer cobra más de 83 000 vidas al año, con 190 000 nuevos casos registrados, siendo los más frecuentes los de mama, próstata, colon, tiroides y cuello uterino. Las proyecciones para 2040 son alarmantes: se espera un incremento del 60 al 90 % en la mortalidad por cáncer de mama y próstata.

Infecciones, descontrol y rezago preventivo

Aunque el foco parece estar en las enfermedades crónicas, las enfermedades infecciosas tampoco han sido contenidas. En lo que va de 2025, México ha registrado más de 2,900 casos activos de dengue, más de 4,000 de tuberculosis y al menos 3,500 nuevos casos de VIH. La tuberculosis, en particular, ha resurgido como la segunda causa de enfermedad, después de la influenza.

También hay brotes de tos ferina y sarampión, enfermedades que deberían estar controladas con esquemas de vacunación básicos. La presencia de estas epidemias en pleno 2025 refleja la falta de medicina preventiva, la desinformación y un sistema que no alcanza a cubrir ni siquiera lo esencial.

Fragmentación, desigualdad y desabasto: el cuento del nunca acabar

El sistema de salud en México es tan extenso como fragmentado. Desde su origen en 1943, ha estado dividido en múltiples subsistemas: IMSS, ISSSTE, Secretaría de Salud, y ahora el IMSS-Bienestar. A esto se suma el sector privado, accesible solo para quienes pueden pagarlo o cuentan con un seguro médico adicional, que apenas cubre al 11 % de la población.

Según cifras actuales, el 18.2 % de la población no tiene acceso regular a servicios médicos. Solo el 72 % cuenta con una cobertura básica, lo que posiciona a México en el último lugar entre los países de la OCDE. La percepción de mala calidad y las barreras de accesibilidad (falta de afiliación, distancia a las clínicas, costos ocultos) son razones frecuentes para no buscar atención médica.

Las zonas rurales y marginadas son las más afectadas por la desigualdad en el acceso. A esto se suma el desabasto constante de medicamentos, causado por una deficiente planeación logística, carencia de almacenes adecuados y sistemas de distribución ineficientes. A pesar de que el IMSS, ISSSTE y el nuevo IMSS-Bienestar deberían operar de manera coordinada, lo hacen con criterios distintos, lo que fragmenta aún más la atención.

De INSABI al IMSS-Bienestar: ¿”capricho” fallido?

En 2019, el gobierno federal desmanteló el Seguro Popular para implementar el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), una apuesta por la universalidad. Pero en 2023, el Congreso aprobó su desaparición y fusionó sus funciones dentro del IMSS-Bienestar. Lo que se presentó como un modelo más eficiente derivó en más confusión y desigualdad entre estados, ya que la gratuidad de los servicios quedó sujeta a convenios y presupuestos locales.

El cambio no solo fue mal ejecutado, sino que ocurrió sin fortalecer infraestructura ni recursos humanos. Como señaló Samuel Ponce de León, investigador de la UNAM: “Desde 2020 para acá no ha habido ninguna reorganización que aumente camas hospitalarias o personal médico”. La crisis del INSABI no dejó lecciones aprendidas: solo vacíos y una operación todavía improvisada en varias entidades.

México se encuentra rezagado frente a países similares. Tiene menos doctores, menos camas hospitalarias y más gasto de bolsillo que el promedio de la OCDE. La esperanza de vida en el país es de 75 años, cinco menos que el promedio de la organización. Además, solo el 72 % de los mexicanos tiene acceso a servicios de salud, frente al 98 % en otras naciones.

Mientras países como Canadá, Países Bajos o Francia fortalecen sus esquemas universales, México sigue lidiando con corrupción, precariedad, violencia contra el personal médico y abandono tecnológico. La contratación de médicos cubanos para zonas rurales, presentada como solución, generó rechazo entre gremios profesionales que exigían plazas dignas y mejores condiciones de trabajo para los médicos nacionales.

Dinamarca, una promesa incumplida

En múltiples ocasiones durante su sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que México tendría un sistema de salud “mejor que el de Dinamarca”. Hoy, a pocos meses de dejar el cargo, la realidad lo desmiente con crudeza: millones de personas sin atención, hospitales saturados, medicamentos ausentes y trabajadores médicos desbordados.

Comparar la atención médica en Dinamarca — un país con 4.3 camas por cada mil habitantes, acceso universal, atención domiciliaria y digitalización plena — con México, donde solo hay una cama por cada mil habitantes y el sistema sigue atado a papel, corrupción y rezago, resulta no sólo inexacto, sino ofensivo para quienes todos los días enfrentan un sistema colapsado.

México no está enfermo solo por sus ciudadanos, sino por su sistema. Un sistema que no logra prevenir, no llega a tiempo, no protege a todos. Las cifras están ahí: los muertos por diabetes, las mujeres con cáncer sin tratamiento debido a la desaparición de instituciones que atendían la enfermedad, o incluso a los niños con enfermedades renales que esperan un trasplante.

La salud no puede seguir siendo rehén de discursos, promesas o experimentos. Requiere inversión, planificación, profesionalización y, sobre todo, voluntad política sostenida. Mientras eso no ocurra, el país seguirá acumulando estadísticas negativas… y sufrimiento.

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