Mpox en África: emergencia ignorada

Mientras el mundo gira sus ojos hacia conflictos geopolíticos, elecciones federales, o el espectáculo deportivo del momento, una alerta epidemiológica resurge con fuerza desde el continente africano: la viruela símica — o mpox, como se denomina internacionalmente — ha encendido de nuevo las alarmas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde la República Democrática del Congo hasta Uganda, Burundi y Sierra Leona, el rebrote de esta enfermedad ha alcanzado cifras preocupantes en las últimas semanas. Sin embargo, la cobertura mediática internacional sigue siendo escasa, un reflejo de la histórica negligencia hacia las crisis que se desarrollan en África.

Una emergencia internacional que persiste

El pasado 5 de junio de 2025, la OMS reiteró que el brote de mpox continúa siendo una “Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII)”, dado el incremento sostenido de contagios y la propagación no detectada en varios países fuera del continente africano. No es la primera vez que se emite esta alerta; ya en agosto de 2024 se había reconocido el recrudecimiento de casos en la República Democrática del Congo (RDC) como una amenaza de escala global. La situación no ha mejorado. Según datos de este año, se han confirmado más de 17,000 casos de la variante Ib del virus, con 72 fallecimientos, principalmente en África central y occidental.

La distribución geográfica evidencia la gravedad del foco en África: más de 8,000 casos en la RDC, casi 5,000 en Uganda, 2,600 en Sierra Leona y cerca de 1,000 en Burundi. Estas cifras no solo demuestran la extensión del virus, sino la urgencia de una respuesta más contundente por parte de la comunidad internacional.

Un virus más virulento y silencioso

A diferencia del brote mundial ocurrido entre 2022 y 2023 — causado por el clado II —, el brote actual está impulsado por el clado I, una forma más grave del virus, cuyo subtipo Ib tiene una tasa de mortalidad cercana al 3 %. Esta variante se transmite con facilidad a través de contacto estrecho, ya sea por relaciones sexuales, convivencia doméstica o materiales contaminados como ropa, sábanas y agujas. Sus síntomas son dolorosos y debilitantes: fiebre alta, erupciones cutáneas, fatiga extrema y ganglios inflamados.

La preocupación crece por la aparición de mutaciones, como el clado 1a con mutación APOBEC3, que según el Africa CDC, podría ser más transmisible y dificultar la contención.

Los más vulnerables: infancia y pobreza

Uno de los aspectos más dolorosos de este brote es su impacto sobre la población infantil. De acuerdo con datos oficiales, el 66 % de los contagios y el 82 % de las muertes corresponden a menores de 15 años. Esta vulnerabilidad se agrava en contextos marcados por la pobreza, la desnutrición y el colapso de los sistemas de salud. Además de los niños, también se encuentran en riesgo mujeres embarazadas, personas inmunocomprometidas — como quienes viven con VIH sin tratamiento —, y pacientes con eccema, una enfermedad inflamatoria de la piel que facilita la entrada del virus.

En países como Burundi, madres caminan durante horas con sus hijos enfermos para alcanzar centros de salud colapsados, donde muchas veces no hay medicamentos, vacunas ni camas disponibles. Es una crisis humanitaria silenciosa que continúa fuera del radar global.

Una respuesta insuficiente

La falta de cobertura diagnóstica y la escasez de recursos han sido dos de los grandes obstáculos para contener el brote. En la RDC, la cobertura diagnóstica apenas alcanza el 35 %. Varios países del continente carecen de pruebas PCR, personal médico capacitado y medios para aislamiento. A esto se suma una alarmante escasez de vacunas: de las 6.4 millones necesarias, solo se han entregado 1.3 millones de dosis, de las cuales el 90 % fueron destinadas exclusivamente a la RDC.

La OMS ha reiterado su compromiso con la región, enfocando sus esfuerzos en fortalecer laboratorios, facilitar acceso a tratamientos y coordinar donaciones de vacunas junto a países como Japón, Estados Unidos y la Unión Europea. No obstante, los resultados hasta ahora son insuficientes ante el ritmo de propagación del virus.

El silencio de los medios y el riesgo global

Una de las grandes omisiones de esta crisis es la casi nula cobertura mediática que ha recibido en el resto del mundo. A diferencia de otras emergencias sanitarias con foco en Europa o América del Norte, el brote de mpox en África ha sido relegado al olvido. Esta desatención mediática es peligrosa: impide que la comunidad internacional comprenda la gravedad del brote, reduce la presión sobre gobiernos y organismos multilaterales para actuar, y perpetúa una narrativa en la que las crisis africanas son invisibilizadas.

“Sabemos cómo controlar el mpox”, declaró Hans Kluge, Director de la OMS para Europa. Sin embargo, su énfasis en la región europea — con un discurso optimista y centrado en capacidades locales — contrasta con el abandono que enfrentan millones de africanos expuestos al virus sin los medios para defenderse.

Una amenaza que no conoce fronteras

El riesgo no se limita al continente africano. De no controlarse adecuadamente, el mpox podría propagarse a países no endémicos a través de contactos internacionales, como ocurrió en el brote de 2022. El virus ya ha mostrado capacidad de adaptación y mutación, lo que podría desencadenar nuevas variantes con mayor transmisibilidad. La posibilidad de que el brote escale a una nueva pandemia existe, y la lección del COVID-19 debería bastar para no repetir errores.

Frente a este escenario, se requieren acciones coordinadas, inversiones urgentes en infraestructura médica y, sobre todo, visibilidad. Porque mientras el mpox siga considerándose un “problema africano”, el riesgo seguirá creciendo. Y cuando el mundo quiera mirar, podría ser demasiado tarde.

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